CAPÍTULO 13

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En medio de tropezones Ana salió del cubículo, encontrándose a su amigo moreno apoyado contra el mármol de los lavabos, con las piernas cruzadas a la altura de los tobillos.

—¿Qué tiene de malo mi estado? —preguntó, tratando de llegar victoriosa a los lavabos—. ¿Acaso insinúas que estoy borracha?

—No lo insinúo, lo estás.

Ana se miró al espejo y jadeó ante la sorpresa que le dio su apariencia.

—Tienes razón, soy un desastre. —Apoyó las manos en el mármol y se acercó más al espejo, tratando de distinguirse en esa imagen borrosa.

—Lávate la cara, necesitas refrescarte; por lo que veo, no estás acostumbrada a beber —dijo estirando la mano para abrir la llave.

—No de esta manera. —Metió las manos debajo del agua fresca—. Creo que no me estoy sintiendo muy bien. —Contrajo el gesto, como si sintiera náuseas.

—Es normal, mañana te sentirás peor... Anda, lávate la cara.

Ana le hizo caso, ahuecó sus manos y esperó a que se llenaran, después se las llevó al rostro. Repitió la acción en varias oportunidades, provocando que el rímel se le corriera y empeorara su imagen.

—¡Qué vergüenza! —Se impresionó al verse una vez más en el espejo—. Parezco algún personaje de terror.

—Toma. —João le ofreció varias servilletas de papel.

Ella casi se las arrebató al tiempo que intentaba esconder el rostro.

—Juro que todo esto me lo pagará el maldito de Rodolfo —prometió mientras se limpiaba la cara y volvió a romper en llanto, ocultándose tras la servilleta.

—¿El maquillaje? —preguntó tratando de hacerle una broma para que dejara de llorar. Porque lamentablemente en ese momento ella era un reflejo de él; era esa parte herida y humillada que tanto se esforzaba por esconder.

—También —dijo entre llanto, pero también sonrió—. Siento lo que te ha pasado, no pareces un mal hombre.

—No es lo que piensa mi ex.

—¡Vaya! ¡Qué rápido eres para aceptar tu nuevo estado civil!

—Antes de llamarla de esa manera tuve que pensarlo por algunos segundos, pero me convencí de que es momento de empezar a despertar a la realidad.

—No creo que Rodolfo siquiera merezca ese término, es un

—¿Te sientes mejor?

—No tanto como quisiera, y aunque quiero terminar la botella, prefiero irme a casa.

—Es la mejor decisión, ¿alguien vendrá por ti?

—No, mi auto está al otro lado de la calle.

—En ese estado no vas a conducir. Si me permites puedo llevarte.

—Estás loco si crees que aceptaré que me lleves a algún lado cuando no se puede confiar en nadie; no puedo saber si detrás de esos sexis tatuajes y esos ojos bonitos se esconde el psicópata que anda matando a las mujeres.

—Para tu tranquilidad soy policía. —Se sacó la placa del bolsillo del pantalón negro y se la mostró.

—Igual podrías ser el asesino.

—Pero no lo soy, si lo fuera no estaría perdiendo mi tiempo aquí contigo... Anda, termina de quitarte los restos de servilleta de la cara, que te llevaré a casa. ¿O prefieres que te pida una patrulla?

Mariposa Capoeirista (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora