CAPÍTULO 15

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Alexandre había decidido que si Moreira no aparecía al terminarse ese cigarrillo subiría al primer taxi que pasara por el frente, lo menos que deseaba era llegar tarde al aeropuerto; tampoco podía estar exponiéndose, porque sabía que los malditos que lo mandaron al hospital podían regresar a terminar el trabajo.

Exhalaba el humo y miraba en derredor, atento a cualquier movimiento extraño, con los nervios doblemente alterados aplastó la colilla contra la jardinera de piedras de río que estaba frente al edificio, donde las plantas de bromelia adornadas con sus llamativas flores rojas le daban calidez a la vieja edificación.

Estiró el brazo y mandó a parar el taxi que iba pasando, pero antes de que pudiera subirse Moreira le hizo saber de su llegada con un concierto de bocina.

Alexandre se disculpó con el chofer y emprendió enérgico su paso hacia el Chevrolet negro que paraba justo detrás.

—Pendejo, ibas a hacer que viniera en vano —reprochó João, dedicándole una mirada aniquiladora.

Alexandre pasó a su lado, ignorándolo; a él solo le preocupaba que los minutos avanzaban y ni siquiera había llegado al aeropuerto, palmeó el maletero del auto para que João abriera, metió la maleta y cargó consigo el bolso de mano, en el que llevaba su cámara y la laptop.

—Te dije que a las siete. —Cerró de un portazo y se ubicó en el asiento del copiloto—. No puedo perder el vuelo.

—No tengo culpa de que a Souza se le dé por romper los huevos. —Puso en marcha el auto—. La situación está cada vez más tensa, sobre todo desde que se recibió la denuncia de desaparición de una turista portuguesa; los familiares no han tenido contacto con ella desde que llegó al país hace un par de semanas... Imaginarás cuáles son las sospechas, y tu suplente ya se está quejando, quiere mandar todo a la mierda.

—Tendrá que soportar por dos semanas más, porque en este momento lo que menos me interesa es reintegrarme al trabajo.

—Tranquilo, que por lo menos el jefe todavía respeta la licencia médica. ¿Lograste entrar al sistema?

—No, esa mierda cifrada la ha endurecido, pero logré hacer una lista de los lugares que frecuenta, conseguí la dirección de la oficina principal de la madre, creo que Elizabeth trabaja con ella; averigüé a qué academia de Capoeira asiste... También que suele ir a una escuela de idiomas desde que tiene nueve años.

—¿Te he dicho que eres un genio? —Liberó una mano del volante y le palmeó el hombro—. Para ti no hay nada imposible.

—Lo difícil será coincidir con ella en algunos de esos lugares.

—Eso para ti no es difícil, tienes lo más importante. ¿Para qué necesitas la base de datos de la Interpol si el cerebro que está bajo esa mata de pelo es brillante? —Le agitó los rizos, despeinándolo totalmente.

—¡Ya! ¡Carajo! No molestes —protestó, escapándose de la mano de João y empezó a peinarse.

Moreira rio socarrón, agradeciendo ese momento en que su amigo le hacía olvidar que su corazón seguía hecho trizas, no había vuelto a hablar con Bruna, y no lo haría.

Cuando llegaron al aeropuerto, Alexandre bajó rápidamente y sacó la maleta en la que llevaba poca ropa, pues le tocaría comprar algo más acorde al clima que le esperaba en Nueva York.

João bajó y sacó un maletín que estaba en el asiento trasero.

—Toma, sé que lo vas a necesitar. —Se lo tendió a Alexandre.

—¿Qué es eso? —preguntó mostrándose evidentemente extrañado.

—Es ropa de invierno, la compré hace un par de años cuando fui a Chile.

Mariposa Capoeirista (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora