CAPÍTULO 19

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Elizabeth había llegado de un día repleto de compromisos laborales, aunque ya hubiese decidido dejar de lado su carrera por un tiempo y no estuviese aceptando ningún contrato todavía le quedaban muchos ya firmados, a los que debía responder.

Cristina aún no había pautado la fecha para la rueda de prensa en la que explicaría las razones que la llevaron a tomar esa decisión. Ella prefería que cumpliera con la mayoría de los contratos para entonces dar aviso.

Dejó su cartera sobre la cama, conectó el Bluetooth de su teléfono al sistema de sonido de su habitación y puso a reproducir una de las listas de pagode, también lanzó el teléfono al colchón y se dirigió al baño cantando a viva voz y moviendo los pies y caderas al ritmo de la música.

Abrió la regadera, dando tiempo a que saliera el agua caliente mientras se desvestía y seguía cantando, una vez que el agua mojó su cuerpo sintió que el cansancio poco a poco la abandonaba y le renovaba las energías.

Estaba por terminar cuando la música fue interrumpida por una llamada entrante, como no esperaba que alguien se comunicara con ella de emergencia dejó repicar el aparato. Sin apuros salió de la ducha, se envolvió una toalla en los cabellos y con otra se envolvió el cuerpo, picada por la curiosidad se fue hasta su teléfono y sonrió al ver una videollamada entrante de Wagner, sin pensarlo le contestó:

—¡Hola! Pensé que te habías olvidado de mí —saludó sonriente, dejándose caer sentada en la cama, viéndolo andar sobre el skate por Ipanema.

—¿Quién está llamando? —preguntó con las pupilas fijas en ella, que se mostraba provocativamente hermosa recién bañada; tenía la dicha de verla por primera vez tan íntimamente, mientras trataba de que su cuerpo mantuviera el equilibro sobre la tabla, ya que su corazón lo había perdido y rebotaba en su pecho.

—Tú. —Le dio la razón, cerrando los ojos pícaramente, como si Wagner la hubiese regañado.

—Entonces, siempre soy yo el que da el primer paso.

—Lo siento, he estado muy ocupada...

—No, nada de excusas, hablar conmigo solo te tomará un par de minutos; eres tú la que se ha olvidado de los amigos que dejó en Brasil —reprochó, pero su tono de voz era divertido.

—Tienes razón, últimamente he tenido muchas cosas en la cabeza y poco ánimo, ni siquiera para los amigos, pero eso no quiere decir que no te extrañe.

—Sí, trata de arreglar la situación, pero no te preocupes, perdono que algunas veces me guardes en el cajón del olvido, igual de alguna manera te haré saber que sigo existiendo, por lo menos si Fabio no me pega un tiro por mala paga.

—No digas tonterías, solo trata de estar al día con él. Y cuéntame, ¿cómo estás?

—Como siempre, tratando de conquistar al mundo...

Elizabeth soltó una estruendosa carcajada, de esas que no eran nada delicadas y que no iban con su apariencia física, pero que a Wagner le encantaban.

—Dudo mucho que puedas conquistar el mundo en un skate o con tus técnicas de capoeira, tendrías más probabilidades si te concentraras más en los estudios. ¿Has ido a las rodas? —Quería evitar la palabra favela en su casa, por temor a que entrara alguien de improvisto y la escuchara.

—Sí, cada sábado, sabes que sin mi dosis de capoeira callejera en la semana no podría vivir.

—Extraño acompañarte, ¿fuiste a la fiesta del Candomblé que te invitó Flávio?

—Elizabeth. —Sonrió y negó con la cabeza—. No era una fiesta, era un culto de los orixás. —Le aclaró.

—Está bien, trataré de ponerme un poco más al día con esa religión, para entender eso de los cultos. Pero ¿fuiste o no?

Mariposa Capoeirista (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora