CAPÍTULO 17

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A Elizabeth le pareció realmente exagerada la celebración que su padre había preparado, pero como no quería romper sus ilusiones, aceptó la cena fuera de casa; y se esmeró en ponerse linda para él.

Decidió usar una falda lápiz con estampados floreales rojos sobre el fondo blanco, justo debajo de las rodillas para ocultar la mancha rosácea del raspón, y una blusa de seda roja; se hizo un moño en la base de la nunca para que su cuello se viera más estilizado y se maquilló en tonos tierra y vino.

Lo que Samuel Garnett no sabía, era que mostrar tanto interés complicaba las cosas para ella y aumentaba sus nervios, porque si no llegaba a ser aceptada en Harvard iba a decepcionarlo, y ese era su mayor miedo; sin embargo, se obligó a ser positiva para disfrutar del orgullo que su padre mostraba.

Debía admitir que le encantaba ese tipo de salidas junto a su familia, sobre todo si Oscar asistía de buena gana, porque para él era mejor salir con sus amigos que con ellos; y bueno, ella comprendía que a su edad tratara de ser más independiente.

Al llegar al Eleven Madison, Samuel llevaba tomada de la mano a Rachell y de la otra a Violet, mientras que Elizabeth iba colgada del brazo de Oscar; iban sumidos en una amena conversación de hermanos.

Los guiaron hasta la mesa que la secretaria de Samuel había reservado para ellos, sin saber que a unas mesas unos ojos grises los observaban con insistencia.

Alexandre, al ver llegar a Elizabeth dejó de lado la copa de vino y su corazón aceleró los latidos violentamente; verla sonriente al lado de Oscar provocó que casi se pusiera de pie y fuera a su encuentro, pero la razón se impuso poderosa y lo obligó a permanecer sentado.

Desde ese instante empezó a idear la manera de poder conversar con ella sin tener que provocar ningún tipo de alteración en el lugar, esperaría pacientemente hasta que ella decidiera ir al baño para interceptarla; si no, se acercaría a la mesa, era su opción más arriesgada, pero no la descartaba.

La siguió insistentemente con la mirada hasta que se sentó, hubiese preferido que ella quedara de frente a él, pero era a Samuel Garnett a quien le veía la cara a través de las cabezas de algunos de los clientes del lugar.

No había viajado desde Río de Janeiro para ver al fiscal, por lo que discretamente se levantó un poco y rodó la silla a su derecha para poder mirar el perfecto perfil de su amor. Si tan solo tuviera la certeza de que Elizabeth les hubiese contado a sus padres de su relación no tendría que esperar como un estúpido, pero como no sabía qué tan abierta era ella con sus sentimientos no podía arriesgarla.

Samuel pidió vino para los mayores, mientras que Violet pidió un té frío. Conversaban animadamente, aprovechando el momento para cada uno contar anécdotas de esos pequeños momentos que vivían independientes.

—¿Ves papi?, te dije que iba a llover —comentó Violet, observando cómo las gotas se estrellaban contra la ventana del restaurante.

—Espero que cese antes de que terminemos de comer. —Le acarició con los nudillos el sonrosado pómulo.

—Cariño, mañana te llevaré a que te corten el pelo, ya lo tienes muy largo. —Le dijo Rachell a Oscar, al ver que ya le rozaba los hombros.

—No quiero cortarlo mamá, ya te he dicho que quiero llevarlo así. —Le recordó por millonésima vez que deseaba tenerlo largo.

—Por lo menos a que te le den algo de forma —insistió Rachell.

—Está bien, pero yo decido; no quiero verte haciéndole señas a Xavier —advirtió, consciente de que su madre siempre se ponía de acuerdo con el estilista para que hicieran con su pelo lo que ella quisiera.

Mariposa Capoeirista (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora