CAPÍTULO 58

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Después de que discutieran porque cada uno quería hacerse responsable por la cuenta, fue el mesero quien plantó la bandera de paz y les dijo que no tenía problemas en cobrar en partes iguales a las dos tarjetas.

Alexandre no lo quiso, pero Elizabeth consiguió vencerlo, así que salieron del restaurante con el gasto compartido. Estaban a pocas calles del apartamento y se habían prometido caminar, por lo que se pusieron a andar tomados de la mano.

—Alex —comenzó ella—, quiero aclarar algo y necesito hacerlo justo en este momento.

—¿Vas a reprenderme? —preguntó, seguro de que algo no andaba bien por el misterio en el tono de su voz.

—No, solo quiero que comprendas que somos una pareja.

—Eso lo tengo claro. —Se detuvo y se paró frente a ella.

—Lo que quiere decir que todo debe ser por igual, incluyendo los gastos.

—No es necesario —aseguró poniéndole las manos sobre los hombros.

—Pues yo no quiero ser una carga, no quiero que me des todo, no soy tu responsabilidad sino tu mujer. Si compartimos cama, baño, apartamento, comida... ¿Por qué haces un drama por compartir los gastos? Eres muy anticuado, ¿lo sabías? —dijo mirándolo a los ojos.

—No es ser anticuado, es que yo hice la invitación.

—No me digas que porque crees que me invitaste tienes que pagar.

—Es lo correcto.

—Y una mierda —bufó—. Nada de eso es correcto.

—Esa boca —reprendió frunciendo ligeramente el ceño.

—Es que no puedo pensar de otra manera. Escúchame Alex, lo único que quiero que cambies, si quieres estar conmigo, es esa manera tan improcedente de pensar.

—Lo intentaré.

—No vas a convencerme con eso... —Un beso la calló, uno que empezó lento pero que rápidamente se fue tornando apasionado.

—Deja de discutir —suplicó bebiéndose su aliento—. Ya te dije que lo intentaré.

—Es que ni siquiera tienes que pensarlo —protestó.

—Está bien, una vez más tú ganas. —Ella le cerró el cuello con los brazos, se puso de puntillas y lo besó con ardorosa pasión, a la que él correspondió con gran entusiasmo—. Espero algún día lograrlo también con la capoeira —dijo sonriente, mientras frotaba la punta de su nariz contra la de él.

—Ah no, eso sí que no —dijo con una divertida rotundidad.

—Sé que lo conseguiré. —Se prometió, desenlazó sus brazos del cuello de él y dejó reposar sus talones en el suelo—. Andando, que mañana tenemos que levantarnos muy temprano. —Le dijo sujetándole una vez más la mano.

Alexandre negó con la cabeza al tiempo que sonreía, enlazó sus dedos a los de ella y siguieron avanzando.

—Ceo que comí demasiado —dijo entrecortada por la falta de aliento—. Casi no puedo respirar. —Se quejó.

—Yo también lo creo —confesó él.

—Pensé que yo era la caprichosa, pero tuve que comerme la comida del niño malcriado. Creo que tendré una conversación muy seria con la señora Arlenne... —Él se mantenía callado, con una leve sonrisa mientras seguían caminando—. En serio, creo que no podré dar un paso más. ¿Te parece si esperamos unos minutos?

—Creo que es mejor llegar al apartamento y que te tomes un té de manzanilla para la digestión. Ven, sube a mi espalda. —Le pidió y ella con gran agilidad se encaramó. Él la sujetó por los muslos.

Mariposa Capoeirista (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora