CAPÍTULO 23

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Las puertas dobles de uno de los salones de baile se abrieron, dejando salir las notas sensuales y contagiosas de la bachata. Luck avanzó, descubriendo con la mirada a Elizabeth en medio del salón, junto a uno de sus tantos compañeros de baile, moviéndose con la sensualidad y destreza de la que era poseedora.

Siempre había admirado la facilidad que tenía para mover el cuerpo, el ritmo que viajaba vibrante por sus venas. Elizabeth disfrutaba bailar tanto como practicar capoeira, lamentablemente él no podía ser su cómplice en ninguno de los dos, porque había nacido con dos pies izquierdos, y luchar no era su fuerte.

En cuanto lo vio, ella le regaló una amplia sonrisa y se quedó mirándolo sin perder el paso, al igual que Williams, quien también lo saludó sonriente. Esperó fascinado a que terminara la canción y que Elizabeth se acercara; la recibió con un beso y después ella lo arrastró hasta donde estaban sus compañeros.

A ella le fascinaba integrarlo a su círculo de amistades, así como él también lo hacía; siempre lo pasaban muy bien. Una vez más, trataban de convencerlo de que asistiera a la academia, pero volvía a negarse, sabía que con el baile era un caso perdido, y lo último que deseaba era hacer el ridículo.

Sin embargo, Elizabeth tenía la oportunidad de bailar con quien deseara y cuando lo deseara, porque él nunca se lo reprocharía; por el contrario, era quien la alentaba a que saliera a la pista y disfrutara de una de sus tantas pasiones.

Se despidieron cuando todavía faltaban como veinte minutos para que terminara la clase, dejaron en el salón el incitador y poderoso ritmo de la salsa cubana y salieron tomados de mano, rumbo a la casa de Elizabeth.

Samuel había llegado totalmente exhausto, apenas tenía fuerzas para llegar al sofá del salón principal de la casa, donde se dejó caer pesadamente, apoyó la cabeza en el respaldo, cerró los ojos y exhaló, como si intentara con eso quitarse tanto cansancio, aunque estaba seguro de que lo único que podía ayudarle era una buena ducha de agua caliente y un rato a solas con su mujer.

—Papi, papi. —Escuchó la voz de Violet y el retumbar de sus pasos, solo abrió un ojo y la vio bajar rápidamente las escaleras, vistiendo el disfraz de unicornio; entonces decidió hacerse el dormido.

Sintió su pequeña presencia mucho más cerca y el suave toque en su mejilla.

—Papi, ¿estás dormido? —susurró acunándole el rostro, disfrutando de la barba que le pinchaba en las palmas de las manos—. Papi, si acabas de llegar, no me mientas. —Sonrió y le dio un beso en la boca, seguido de otro.

Samuel no pudo seguir fingiendo y sonrió sin abrir los ojos.

—Suelo dormirme en un segundo —murmuró, abrió un solo ojo y volvió a cerrarlo.

—Pero debes despertarte —dijo halándole las pestañas—. Todavía no es hora de dormir.

—Está bien. —Abrió los ojos y se quedó mirándola—. Ya me desperté, ¿qué haces vestida así? —preguntó señalando el cuerno del disfraz.

—Estaba jugando con mami, pero ella ahora está reprendiendo a Oscar por teléfono.

—¿Y eso por qué?

—No quiere venir a cenar, está con Matt y unos amigos.

Samuel sabía que su hijo quería independizarse, pero lo cierto era que Oscar creía que vivir solo para hacer de las suyas era tan fácil como se lo pintaban sus amistades. Él le permitía cierta libertad, pero tampoco podía soltarle totalmente las riendas, porque quería que su hijo se convirtiera en un hombre de bien, un luchador y no un bueno para nada.

Mariposa Capoeirista (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora