CAPÍTULO 47

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Thor, desde hacía aproximadamente un año había tenido que empezar a asistir a un gimnasio fuera de casa, porque en el apartamento no importaba la hora que eligiera para entrenar, siempre alguno de los quintillizos presentía su presencia e iba interrumpir su rutina.

Era demasiado celoso con su entrenamiento como para suspenderlo por alguno de sus hijos, a los que ya les daba todo el tiempo posible, así que aprovechaba la primera hora de la mañana solo para él e ir a entrenarse, porque si no lo hacía sentía que su organismo no funcionaba.

Estaba por terminar su rutina de pecho y bíceps; sin embargo, durante el entrenamiento no pudo quitar sus ojos de la diminuta mujer que a pocos metros de él se esforzaba desmedidamente por ejercitar el glúteo y los femorales, llevando su resistencia al límite, por lo que evidentemente era poseedora de un cuerpo fibroso y curvilíneo.

Los disimulados jadeos que ella soltaba cada vez que requería de toda su fuerza para levantar la barra con un peso de noventa libras provocaba sensaciones en él que sabía no debía sentir, mucho menos permitirle a sus ojos la voluntad de fijarse en el generoso culo.

Trataba de disimular su escrutinio, pero no era el único que apreciaba los atributos musculosos de la mujer cada vez que doblaba la parte superior de su cuerpo con el peso muerto.

Inevitablemente sentía una punzada de celos torturando constantemente su orgullo, pero no podía hacer nada.

Terminó su último ejercicio de press inclinado con mucho esfuerzo y con los brazos totalmente agotados, dejó la barra descansar y se levantó del banco, agarró la toalla y empezó a quitarse el sudor, mientras su mirada celeste seguía a la mujer, que en ese momento se disponía a hacer sentadillas con barra libre.

No estaba acostumbrado a acercarse a mujeres en el gimnasio, pero esa llamaba desmedidamente su atención, por lo que no sintió remordimiento cuando sus pasos lo guiaron hacia ella.

—Sé que puedes con un poco más. —Fue su manera de iniciar una conversación con la sonrosada y sudorosa mujer—. Puedo ayudarte. —Se ofreció.

—Gracias, pero no quiero arriesgarme. —Le dijo entrecortadamente por la falta de aliento.

—Si no te arriesgas te quedarás en la zona de confort. —Le echó un vistazo al generoso culo—. Y esos glúteos no van a crecer tanto como quieres.

Ella le miró el pecho y después alzó la vista a sus ojos, mientras en sus pupilas merodeaba la duda. Deseaba aumentar su masa muscular, pero no estaba segura de aceptar la ayuda de ese hombre.

—Está bien. —Resopló.

—Veinte libras más —instó haciéndose de un par de discos de diez libras para ponerlo a cada lado de la barra.

—Pero me ayudas —condicionó todavía con el pecho agitado.

—Eso hago. —Le sonrió seductoramente—. Ahora sí, es toda tuya. —Le hizo un ademán hacia la barra, al tiempo que él caminaba y se posicionaba detrás de ella a un par de pasos.

Ella se impulsó, sacó del rack la barra y la dejó descansar sobre su trapecio, dio un par de pasos hacia atrás, soportando el nuevo peso.

—Ocho repeticiones serán suficientes. —Sabía que estaba demasiado cerca de ella, pero no le importaba, pasó sus brazos por debajo de las axilas y aferró sus manos justo debajo de los pechos, para servirle de apoyo.

La mujer descendió y él lo hizo con ella, sintiendo el culo rozar ligeramente contra su entrepierna, trataba de concentrarse en otra cosa para no quedar como un pervertido delante de todos en el recinto, pero el jadeo que ella liberó le caló en los sentidos, provocando que los vellos de la nuca se le erizaran.

Mariposa Capoeirista (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora