CAPÍTULO 54

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Rachell entró en la habitación, encontrándose la sorpresa de hallarse a Samuel en el lugar, aunque su presencia no era lo que le impresionaba, sino lo que estaba haciendo.

Estaba segura de que lo hacía con toda la intención de mortificarla, porque cuando tenía que viajar era ella la encargada de hacerlo.

No dijo nada, se quedó junto a la puerta con las manos en jarras, observando detenidamente cómo guardada las prendas muy mal dobladas en la maleta.

Se paseaba con energía por la estancia, del baño al vestidor y del vestidor a la cama, donde metía cosas que posiblemente ni iba a usar.

—¿Qué se supone que haces ahí parada? —preguntó sin mirarla, solo concentrado en lo que hacía.

—Nada, esperando a que termines. Presumo que vas a viajar y no me habías notificado —comentó ahora cruzándose de brazos, ya que no movería una mano para ayudarle.

—No es necesario que lo haga, como Elizabeth se fue sin avisarte y no te importó en absoluto, que haga lo mismo no creo que te afecte —ironizó, sintiéndose todavía muy dolido con su mujer.

—Ya veo —satirizó ella también. Ver que Samuel se iba a buscar a Elizabeth no le sorprendía, estaba segura de que solo era cuestión de tiempo—. Te comportas como un niño caprichoso, que cree que con su actitud va a hacerme sentir mal... Estás viejo para la gracia Samuel, deberías mirarte al espejo y detenerte en las canas y arrugas que tienes, para ver si asumes tu edad y actúas en consecuencia.

—Actúo acorde a la situación Rachell, voy a tomar cartas en el asunto, yo solo me voy a salvar a mi hija, ya que tú ni te preocupas por ella —dijo con las aletas de la nariz dilatadas ante la rabia que lo consumía.

—Solo vas a ir a herirla más, estropearás la relación entre padre e hija... ¿Puedes entender que Elizabeth está enamorada? Y una mujer cuando se enamora lo pierde todo, tu hija se hará oídos sordos...

—Soy su padre, ha estado toda su vida conmigo, no va a preferir a un recién llegado. Sé que solo tengo que hacerle entender que ese infeliz no le conviene.

—¡Samuel, por Dios! Entiende una cosa... Elizabeth te ama, te adora con toda su alma, sé que lo hace... Pero no va a renunciar a ese hombre, en este momento tú eres el malo de la historia, ella solo va a creer en Alexandre.

—Sé perfectamente que ese hombre la ha puesto en mi contra. —Rachell bufó.

—No le hace falta hacerlo, tu hija ve por los ojos de otro hombre que no eres tú y debes aceptarlo...

—Solo estás persuadiéndome para que cambie de opinión y no vaya por ella, pero no vas a lograrlo —aseguró cerrando la maleta con energía.

—Por mí puedes ir, sé que eres demasiado testarudo para aceptar consejos, y verdaderamente estoy cansada de esta situación... Puedes hacer lo que te dé la gana, pero no digas que no te lo advertí. —Caminó al baño con la intensión de que una buena ducha le quitara el cansancio y renovara sus energías, para luego ayudarle a Violet con las tareas.

Samuel se quedó mirando a la nada, pensando seriamente si Rachell tenía razón; sin embargo, su orgullo se imponía y reforzaba su decisión de ir a buscar a su hija, para eso había trabajado sin descanso, cumpliendo con sus compromisos, para poder tomarse dos días libres.

En cuatro horas pautó con los pilotos la salida de Nueva York, no podía perder tiempo; aprovechó la cena para despedirse de sus hijos, no pudo hacer lo mismo con su mujer, porque ambos estaban muy resentidos.

Muchas veces habían pasado por ese tipo de desacuerdos, las discusiones a lo largo de los años iban y venían, no siempre eran felices, no todo el tiempo estaban enamorados, algunas veces se odiaban, para después volver a enamorarse.

Mariposa Capoeirista (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora