CAPÍTULO 21

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Elizabeth no atendió a la petición de su padre, quien deseaba que se quedara en casa reposando; quería comérselo a besos, amarrarlo en un abrazo y no soltarlo nunca cuando se mostraba tan preocupado; sin embargo, le tocaba esforzarse demasiado para que le creyera que verdaderamente no estaba enferma, y que no podía permitirse la libertad de quedarse en cama porque tenía una agenda que atender, además de un gran torbellino dándole vueltas en la cabeza, del cual no le haría saber, porque temía que por simples incertidumbres su padre sufriera un ataque al corazón.

Antes de cumplir con alguna de sus obligaciones decidió ir a la boutique, donde su madre ya la esperaba con la prueba de embarazo; ella siempre tan cómplice de todas las locuras que cometía.

—¿Quieres que entre contigo al baño? —preguntó Rachell, acariciándole la barbilla.

—Tengo miedo —susurró.

—Lo sé, pero sea cual sea el resultado contarás con mi apoyo, y estoy segura de que después de que ponga el grito al cielo, también contarás con tu padre. —Le regaló una tierna sonrisa que intentaba calmarla.

—Gracias, mamá. —Los ojos se le llenaron de lágrimas al pensar que si estaba embarazada, seguramente no contaría con el padre del bebé, porque había desaparecido. Ni en sus más locos sueños imaginó que algo como eso le pasaría—. Creo que si me acompañas estaré más nerviosa. —Bajó la mirada a la caja en sus manos.

—Está bien, tómate el tiempo que necesites.

Elizabeth asintió con la cabeza y separó ligeramente los labios para llenarse completamente los pulmones, después soltó el aliento lentamente. Segura de que debía afrontar ese momento, sin importar que las piernas le temblaran y el corazón parecía estarle fallando.

Se fue al baño y decidió hacerlo rápidamente, no quería que la incertidumbre siguiera torturándola; mientras esperaba los minutos para saber el resultado, a su memoria regresó parte de la pesadilla que había tenido. Sabía que todo había sido producto de haber visto las fotos tan crudas de Priscila.

No había sido más que un cruel juego de su inconciencia, el que la llevó a vivir esa experiencia tan aterradora. El tiempo trascurrió, y armándose de valor, buscó el resultado.

Salió del baño y corrió hasta su madre, la abrazó fuertemente y se echó a llorar.

—No..., no lo estoy —confesó sollozando de alivio, porque desde que su madre implantó la duda en su cabeza, solo imaginaba cómo haría con tanta responsabilidad.

—Ya cariño..., cálmate. —Le pedía Rachell, acariciándole el pelo—. Espero que de ahora en adelante seas más precavida y no confíes totalmente en las promesas de un hombre cuando le urge tener sexo, es mejor que tú te cuides.

—Sí mamá. —Movió la cabeza afirmando con gran exageración—. Prometo que lo haré, nunca más olvidaré cuidarme... —Dio su palabra, alejándose y mirando a su madre a los ojos.

—Hasta que verdaderamente te sientas preparada y desees tener un hijo —comentó sonriente mientras le limpiaba las lágrimas—. Lo cierto es que estaba aterrada, no quiero ser abuela todavía —manifestó frunciendo la nariz.

—Lo imaginé. —Elizabeth sonrió, sintiéndose realmente aliviada. Con menos tensión en el cuerpo, tuvo que despedirse de su madre para ir a una sesión fotográfica que tenía pautada para ese día con La Revêche, una de las más prestigiosas marcas de trajes de baño.

*********

Después de dos días y de varios intentos Samuel podía por fin comunicarse con Souza, sabía que debía estar ocupado y en medio de una gran presión. Sin embargo, necesitaba saber qué tenían hasta el momento, porque estaban llevando el caso prácticamente en secreto, cuando era de total interés público.

Mariposa Capoeirista (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora