CAPÍTULO 28

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Alexandre y Marcelo cursaban el último año en la escuela intermedia, desde hacía tres que habían conseguido trasladarse en autobuses desde Niterói hasta Río de Janeiro para asistir a clases, consiguiendo la tan anhelada independencia que reaciamente sus padres les habían concedido.

Para ser gemelos, no eran los hermanos más unidos, no compartían los mismos gustos, sus pasiones eran totalmente alejadas una de la otra; sin embargo, se tenían gran respeto y se querían, se apoyaban en el momento que era necesario, y así mismo eran cómplices cuando debían serlo.

Todo eso cambió justo en el momento que conocieron a Branca, una chica de primer año, que los cautivó a ambos en la misma medida, aunque ninguno tuvo el valor de dejarle saber al otro que habían sido hechizados por aquella adolescente, solo acallaron las emociones que empezaron a germinar, y cada uno por su parte se dedicó a conquistarla, sin que el otro se enterara.

Alexandre era un chico mucho más espontáneo, más arriesgado y se dejaba llevar fácilmente por las pasiones, sin importar las limitaciones que pudieran presentarse. En cambio Marcelo, siempre fue más metódico, más mesurado y apegado a lo correcto.

El menor de los gemelos solo se aventuraba a seducir a Branca dentro de la escuela, brindándole alguna bebida refrescante y haciéndole lindas promesas, mientras que Alexandre iba mucho más allá, no le importaba escaparse de clases para acompañarla hasta Rocinha, mucho menos le restó interés al saber que la chica que tanto le gustaba estaba por debajo de su estatus social, no era mucha la diferencia, pero de igual manera se hacía sentir en la sociedad.

Marcelo parecía ser más un lobo al acecho, mientras que Alexandre era más amigo y protector; aunque ninguno de los dos se arriesgaba a expresar abiertamente sus sentimientos, el corazón de Branca ya había elegido a uno de los dos.

—Entonces, ¿me dices que te pusieron ese nombre por la del cuento de hadas? —preguntó Alexandre, sentado a su lado en el puesto del autobús.

—Así es, mi mamá quiso que me llamara Branca, pensaban llamarme Luana, es el nombre que le gustaba a mi papá, pero cuando mamá me tuvo en sus brazos cambió de opinión. Todo el tiempo dice que me parezco a la princesa.

Alexandre no sabía mucho de cuentos de princesas, a él podían preguntarle cualquier cosa sobre Capoeira, que sin duda la respondería; no obstante, se quedó embobado mirando a la chica a su lado, que a cada parpadeo le parecía más bonita; su piel era blanca, muy blanca, de pelo castaño con un espeso flequillo que le caía sobre la frente, unos cristalinos ojos azules y unos labios rosados y gruesos, que él se moría por besar. No le quedaban dudas de que era más que una princesa.

Él no dijo nada, solo sonrió, y ella le devolvió una tímida sonrisa que arreboló sus pómulos, por lo que bajó su mirada, permitiéndole a Alexandre una magnífica vista de una espesa hilera de pestañas oscuras.

—¡Nos hemos pasado! —Se exaltó ella cuando se dio cuenta de que la calle que la llevaba a su casa había quedado atrás.

Ambos se levantaron al mismo tiempo, sintiéndose perturbados, corrieron a la salida y bajaron en la parada siguiente, sin poder evitar sentirse tontos y reír como niños. Como siempre, Alexandre la acompañó hasta el lugar que ella le permitía.

—Es hora de que regreses a la escuela.

—Me gustaría que siguiéramos hablando —dijo armándose de valor y le sujetó la mano, ella miró el agarre y se tensó, pero no se soltó, ni siquiera porque su cabeza se lo ordenaba y el corazón le retumbaba tan deprisa.

Le gustaba mucho Alexandre, estaría loca si no, porque los gemelos Nascimento eran de los populares de la escuela, y todas las chicas creían que eran lindos, aunque ellos parecían no estar enterados de eso.

Mariposa Capoeirista (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora