2. Ambición

11 0 0
                                    

Es irónico, pero es esta enfermedad del ser humano la que nos lleva al éxito.

¿No es acaso la ambición por mejorar la que nos lleva a los mejores momentos de nuestra vida? Pero a su vez, ¿no es acaso esa misma ambición por mejorar la que nos suele llevar a la frustración, a los sacrificios excesivos o a la insistencia por algo imposible? Todos los ambiciosos por naturaleza hemos luchado por querer llevar adelante más proyectos de lo que somos capaces. Vemos nuestro futuro lleno de logros y de objetivos y no sabemos cómo llegar a ellos. Pero eso no importa, porque somos ambiciosos. Porque siempre queremos más. Siempre vamos a querer un paso más, una marcha más, un nivel más de adrenalina. Otro proyecto, otro logro, otro mérito. ¿Para qué? Para acumularlos, darle chispa a nuestras vidas y vivir un escalón más alto que el resto. Para verlo todo desde lo alto de una torre que hemos creado con nuestras propias manos ladrillo a ladrillo.

Todos hemos peleado por algo que, cuando lo hemos conseguido, lo hemos querido ampliar, hacerlo más y más grande, haciendo así un objetivo que nunca queda cumplido, ¿o me equivoco? Todos los ambiciosos digo. Si no te consideras una persona ambiciosa pasa al siguiente artículo, pero yo acabaría este (ya sabes, por si acaso). Como en el resto del libro, hablaré de lo (poco) que yo he vivido, y de cómo (por el momento) disfruto de este cáncer que, al parecer, se amplía por cada día que pasa. Crece y crece, y yo me fascino viendo como lo hace. Me fascina soñar en que algún día conseguiré hacer cambios importantes. Que haré historia. Que mi nombre aparecerá en algún libro (que no sea este, claro). Suena a sueño de película cliché estadounidense, pero ahí está la ambición. En creer que haré con mi futuro lo que me apetezca. Con esfuerzo, sudor y lágrimas, pero lo conseguiré. O por lo menos se supone que lo haré. A mí me ha vendido eso un señor de figura abstracta y cuyo nombre no recuerdo. Solo recuerdo que le llamaban Deseo.

Se puede ver aquí de forma no muy difícil lo bonito de la ambición: el resultado, aunque cuidado con este término. Visualizarnos en lo más alto que podamos imaginar. Pero no olvidemos que la he puesto al nivel de una de las mayores lacras de la sociedad actual. Y así es, realmente lo es. Os pongo en contexto. El hecho de buscar siempre algo más nos hace que, cuando lleguemos al objetivo propuesto, cuando consigamos el "resultado", queramos más, pero no de forma sana y progresista, si no de forma tóxica y nociva. En parte lo hace entretenido. Hay que saber ver y celebrar de vez en cuando que hemos llegado al objetivo propuesto pero no somos ningunos ilusos, vamos a tener un ojo puesto en la siguiente línea de meta y, en vez de disfrutar recordando lo obtenido, vamos a sufrir por buscar lo próximo. Un ambicioso solo descorcha una botella de champán cuando ha conseguido su ansiado logro y para continuar trabajando por el siguiente con una copa en la mano.

Algo divertido de esto entre tanto sufrimiento es la sensación que tenemos cuando logramos dicho objetivo, la cual no dura más que un suspiro. No dura más que el descorche. Pero es tan satisfactoria que no tiene precio. Quizás parte de su valor se lo proporciona su corta duración. Solemos valorar en exceso lo exclusivo tan sólo por el hecho de serlo (hablaré en profundidad de ello, o quizás no, tampoco me hagáis mucho caso). Da igual el esfuerzo que tengas que sacrificar, un ambicioso nato pone esa satisfacción por encima de todo (ya sabéis lo de que el fin justifica los medios, pues es un poco eso). Porque esa ambición que nos conduce cual piloto de Fórmula 1 siempre va a buscar algo mejor. Por lo que ese sacrificio, finalmente, será recompensado. Parece que no lo será, pero esa sensación de haber alcanzado un objetivo es tan gratificante para un ambicioso que os aseguro que sí que sentiremos que hemos sido recompensados. Tan solo el ruido que hace la botella al ser abierta basta.

Con las consecuencias que produce la ambición se consiguen nuevas aptitudes que incluso pueden abrir la puerta a algo mejor pero se suele perder mucho por el camino. Pérdidas que en un principio no sabemos si serán aliviadas, pero que sí sabemos que nos están impulsando, aunque sea un poco, a nuestro objetivo, y eso, a un ambicioso, le es suficiente (aunque no por mucho tiempo).

Tras una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora