Es curioso que haya tardado tanto en sacar este tema. Es uno de los principales participantes en nuestras decisiones y el que acaba por dar un paso atrás y cerrar la puerta cuando todo se acelera. Ser valiente y ambicioso, buscar la felicidad. Son ejemplos de cualidades que nos hacen perder la cordura lentamente y romper el límite de velocidad. El miedo sirve para recordar que no todo tiene por qué salir bien. Es el Sancho de nuestro Quijote, nuestro enanito Tímido.
Ya culpé a mi suerte de todo lo que me salía mal, sin embargo es el miedo el que me recuerda que esa mala suerte puede llegar a hacer acto de presencia. Tampoco tengo porqué mentir, está la mayoría del tiempo con un parche tapando su boca y encerrado en cualquier habitación vacía. Eran el corazón y el cerebro los que determinaban qué hacer en cada momento, rara vez coinciden, pero con esta sentencia fue sencillo. Están obligados a reunirse con todas las sensaciones que se pueden presentar. Entre ellas el miedo, solo que a él no se le da demasiada voz ni apenas voto, pero cuando tiene razón... Bueno. Pierde la cabeza. Cree saber sobre todo lo que va a suceder y tener la capacidad de cortar todos los proyectos e intentos en los que pueda haber apenas un mínimo riesgo. Acaba teniendo la razón cuando se posiciona contra el resto en escasas situaciones, pero cuando ocurre nadie sabe qué decir, sólo él. En esos momentos, la prudencia no fue capaz de advertir nada, solo el miedo, pero es normal que alguna vez aciertes si siempre apuestas al negro. Al resto de sensaciones no les pasa tanto. Quizás sí a la ambición, pero esa se muestra siempre constante en su idea de que lo principal es seguir luchando y creciendo.
El miedo es diferente al resto. Nadie le hace demasiado caso, solo está ahí para recordar que, si la moneda puede caer cara o cruz para que el resultado sea favorable, caerá de canto. No me gusta pensar en él, no me va lo de limitar mi tiempo simplemente porque haya algo que me haga sentir que puede no salir bien cualquier mínimo riesgo que corra. Tener miedo a que este libro tenga repercusiones negativas sería haber tirado a la basura horas y quebraderos de cabeza. En realidad lo tengo, pero está silenciado. No le pienso dejar hablar más. Que grite todo lo que sea capaz por debajo de la puerta pero no la pienso abrir. Me da miedo la idea de que sea el miedo el que me convenza de que debo hacerle caso.
Me manipula. Aquí el ejemplo. No defiende nada en concreto, solo quiere hacerme dar un paso atrás, le da igual a dónde me lleve. Le da igual que sea contradictorio.
Lo estoy dibujando como el villano de esta historia pero creo que lo entiendo. Cuando habla conmigo y decide por mí soy capaz de comprenderlo. Está perdido, como yo. Es incapaz de entender lo que quiere. Tiene pánico a todo, no sabe qué hacer, por eso se contradice, por eso siempre está dando pasos hacia atrás. Cree que cuando retrocede está volviendo a un lugar seguro, a su hogar. Lo que no sabe es que no tiene un hogar concreto, sino que va a seguir estando solo a la intemperie. Cuando le encierro, sé que hay veces en las que se ve aliviado y seguro, pero también sé que en tantas otras le gustaría romper la puerta de una patada y coger el toro por los cuernos para que nada salga mal, pero no puede. Es inestable e inseguro, y es muy triste que no sepa cómo ayudarle. Va a tener que arreglarlo él solo, o irse.
No puede seguir así. Es cierto que es una pérdida dura, pero solo contagia al resto de una pena con la que debe cargar él. Es tan complejo saber qué hacer con él que solo me queda mantenerlo ahí y cuidarlo de la mejor forma de la que sea capaz. Porque al final, es eso lo que soy cuando tengo miedo, y lo único que quiero entonces es que me abracen y me digan que todo saldrá bien.
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Tras una sonrisa
Non-FictionLa adolescencia es esa etapa que tanto se pasa por alto aun siendo la que más relevancia tiene en nuestras vidas. Es mucho más que eso de "el paso a la edad adulta". Es el momento en el que le damos forma a la bola de barro con la que llevamos jugan...