40. Hasta dónde llega el amor

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Ya sé que soy muy insistente con este tema, tampoco hace falta que me grites, pero me da igual. Todo esto está acabando ya (o eso creo) y no puedo dejar este melón sin abrir: límites. Pero límites que se alteran continuamente por amor.

Una de las mayores consecuencias que tiene el amor en nuestras vidas es esa. Todos nuestros valores y principios respecto a las relaciones sociales cambian hacia esa persona. Únicamente hacia ella. Seguiremos siendo igual de firmes hacia el resto, pero con ella no. Sí que es cierto que solemos variar a lo largo de la vida en lo referente a nuestros valores. No vivo la etapa más adecuada para hablar de esto, pero sí puedo decir que vivo en el momento perfecto para formarlos y construir mis principios en base a pequeñas experiencias que me han ayudado a cambiar (suena un poco a conclusión de exposición del insti del tipo "y he aprendido mucho con este trabajo" pero es cierto).

Aun así, el amor sigue siendo el factor más significativo. Pasa por alto todos los límites sin importar casi su magnitud. Mueve la línea final y destroza muros constantemente sin darte opción a resistirte. Permites mentiras, infidelidades o desconfianzas. Permites faltas de respeto a consta de amar. Tan solo de eso. De querer de la mejor forma de la que puedes ser capaz, sin esperar nada a cambio, hasta el punto de no esperar ni atención. Porque ese es el verdadero amor, el que pasa por alto todo eso hasta que ya no puede más. Al fin y al cabo, el amor a uno mismo está presente. Hasta que no llegue ese punto, hasta que la goma se pueda estirar, estamos cediendo. Si es amor, cedes casi lo que sea.

Casi. Hasta un punto. ¿Cuál? Ni idea. Pero absolutamente ni idea. Bueno, corrijo, hasta que ese amor deja de hacerte feliz. Hasta ahí. Hasta el momento en el que sabes que puedes seguir sin ella. Hasta el momento en el que sabes que esa droga ya no te satisface. Ya no te hace el efecto que antes. Una conversación con ella no altera tu sistema nervioso. Ya no te llena de cosquillas el estómago ni esbozas un rostro alegre, solo sacia el mono.

La necesidad imperante de estar cerca, de comunicarte con ella, aunque no te sirva de nada. No se consigue de forma gradual. Creo. Hace falta un punto de inflexión, un momento x en el que todo cambie, unas gotas que derraman la superficie del vaso. Tal vez sí que pueda ser un proceso progresivo el que haga que esa droga ya no tenga efectos distintos a calmar la necesidad. No lo sé. Pero sí que puedo tener algo claro, y es que es más jodido aceptar que lo bueno no volverá que dejarlo todo a un lado. Está fuertemente relacionado, cierto, pero es distinto. Puedes tener la determinación suficiente en algún momento para dar el paso pero, cuando lo des, no dejarás de recordar todo lo supuestamente bueno que has dejado atrás.

Es verdad que también cuesta resistir la tentación de intercambiar al menos un par de mensajes o de saludos. A veces sigo pensando que sería buena idea pasar de un contacto cero a un contacto de algunas décimas. Mi cerebro puede llegar a ser muy convincente. Consigue ciertos argumentos que me cuesta refutar, así que me niego a escucharle. No obstante, aceptar que esa felicidad no llegará nunca más y que esa persona ha muerto, que esa figura de la que os hablé ya no está, es mucho peor.

En el fondo sabemos que es lo mejor. Que el límite había llegado demasiado lejos. Se había desplazado mucho y no podía seguir así. Era inútil mantenerlo. Pero no es una decisión sencilla. Requiere de maduración e incluso de intentos fallidos que acaban llevando a la solución más adecuada: la que tendrá como objetivo buscar otro lugar del que obtener esa felicidad. Uno sano, nuevo (o reformado) y limpio. De los que no duele extraer su joya. No podrá sustituir al amor, pero se pasó. Saltó el límite una y otra vez, era insoportable.

Todavía no tengo claro hasta dónde llega el amor, pero sí tengo claro que no puede haber más jeringas en mi habitación, que se acabó vivir a base de inyecciones de falsa alegría y que el amor no es sufrimiento. Es ceder, por supuesto, porque queremos disfrutar de ese regalo como sea, pero no puede ser lo único que perdure. No obstante, sé que siempre estará ahí.

Amor, siempre amor, y hasta aquí el amor. 

Tras una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora