23. Decisiones

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Vivo una etapa en la que aún estas no abundan, o por lo menos no las importantes, pero ya se van dejando ver alguna que otra vez durante mi caos emocional y mental. Suelen llevar prisa y no son demasiado sencillas. Hasta hace no mucho pensaba ser una persona segura y de poca duda. Se nota a leguas que no tenía, ni realmente tengo, ni idea de lo que soy. Bueno, realmente actuaba como pensaba que era lo más correcto: a través de impulsos. Es evidente que no es la mejor de las opciones, pero por eso mismo tengo seguro que no tomaba las decisiones correctas.

Volviendo al tema en cuestión, las decisiones suelen ser difíciles además de dolorosas. Si ya de base es complicado mantener una opinión objetiva, imagina si tienes a tus sentimientos rondando tu cabeza. Sobre todo el dolor y la añoranza. Esos son extremadamente pesados. En parte ayudan a tirar un poco del otro extremo de la cuerda y equilibrar la balanza, pero a veces sería mejor que ninguna resistencia se opusiera a la decisión más lógica. Aquí llega el dilema principal: ¿es realmente necesaria la lógica? El corazón no suele estar conforme con ella, la detesta. No comprende el motivo por el que alguien no debería de escucharle y sí hacer caso a un conjunto de factores externos que, según él, no condicionan nuestra existencia.

Vayamos al grano y pongamos el caso en el que yo me encuentro y que hace de mi cerebro un avispero en el que solo hay ruido y bichos (ideas) que, al salir de él, solo hacen daño: tienes que decidir entre si una persona es positiva para ti y/o para tu salud mental, o es solo una droga que alivia el dolor por cuestión de minutos. Más concretamente, mi duda, ¿Es realmente mi amiga o solo me da cariño por compromiso? ¿Es alguien con quien esté disfrutando de mi adolescencia y con quien imagine verme conversando en un futuro o no es más que una psicóloga que, a través de un mero chat, es capaz de hacerme sentir que nos une una adorable y sana amistad? Otra cuestión que también vaga por mi cerebro y que no he sido capaz de resolver: ¿En realidad la quiero? ¿Es amor o es solo cariño? ¿Seré capaz de mantenerme atado a alguien a quien no sé si realmente quiero tener cerca? Aquí la famosa lista de "pros y contras" no tiene cabida. La mayoría de las ocasiones, os podéis sonar los mocos o secaros las lágrimas con ella mientras que ordenáis vuestras prioridades, lo que sí es realmente útil.

Retomando el dilema de la lógica, os presento el tema más cliché del que se puede escribir: decidir entre el corazón y el cerebro. No confundamos. Ni los impulsos tienen nada que ver con el corazón ni la recapacitación con el cerebro. Las locas ideas en forma de ráfagas que aparecen en nuestro cerebro son impulsos y mantener un corazón con todos los sentimientos ordenados es fruto de la recapacitación. Dicho esto, planteo la duda: ¿optas por mantener la dosis de droga que tu corazón necesita para ser feliz o cortarlo todo de raíz para intentar plantar otro árbol en su lugar con la fe de que crezca de forma correcta? Recuerda que no abundan los brotes para plantar, así que quizás deforestar tu bosque de amigos no es la mejor idea, pero tampoco debe serlo ocultarle la realidad a tu corazón, se acabará enterando. ¿Por qué opción te decantas? No funciona echarlo a cara o cruz te lo aviso.

A la hora de decidir no suele haber un bueno y un malo, solo diversos y distintos caminos que te llevan a puntos diferentes que, vistos de forma objetiva, no son más que diferentes, ni mejores ni peores. Planteemos otras cuestiones para aplicar los casos de los impulsos y la recapacitación, intentando aplicar ambos, la lógica queda descartada desde hace un par de párrafos. ¿Mandas a la mierda a ese amigo o colega que no aporta nada en tu vida pero que lleva ahí mucho tiempo? ¿Inclinas la balanza hacia la opción que te recomiendan tus padres sobre qué hacer en ciertas situaciones o te declinas por tu instinto? ¿Dedicas más tiempo a ese hobby que te da vida o lo dejas un poco a un lado para darle más caña a los estudios? No te puedo decir tampoco que continúes siempre por el camino escogido, porque siempre está la opción de redirigirlo.

Antes de acabar, solo me queda pedir que nunca, absolutamente nunca, digas que no hay que temerle al error, porque no es cierto. Tampoco determines que es bueno, porque no lo es. Eso de que a base de errores se aprende puede ser cierto, pero también a base de errores se pierden tiempo y oportunidades. El error únicamente es la destrucción de un plan, una idea, un proyecto. Y sí, hay que tenerle miedo, pero no un miedo que nos lleve a no arriesgar o luchar por lo que queremos si no un miedo que nos guíe por el camino de la precaución y la recapacitación.

Es probable que el futuro te depare algo mejor, cierto, pero la lucha tiene que ser constante. Y si se comete un error que lo destruya todo hay que ser claros: aguantamos el golpe, nos jodemos y a seguir luchando. Podréis decir que es normal que lo diga con 16 años, que realmente no sé nada, que todo es más complejo, pero, si en algún momento fallo a esta filosofía, que alguien me encare, me dé un buen puñetazo y me lea estas líneas.

Así las hostias de realidad no serán solo metafóricas sino también físicas.

Tras una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora