3. La frustración que acarrea la suerte

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Tengo que admitir que no he iniciado este artículo con el mejor título posible (ya os iréis dando cuenta de que no son mi especialidad). Realmente, se debería llamar "la frustración que acarrea la mala suerte". Aunque, ahora que lo pienso, está bien. Dejadme explicar.

Antes de nada, confirmar que el azar existe, pero no como sería sencillo explicarlo. En concreto, la RAE define azar con las siguientes palabras: "casualidad, caso fortuito". A mí sinceramente me gusta más definirlo como "sucesos a los cuales no les hemos encontrado explicación". Para ser realistas, soy propenso a echarle la culpa de las cosas que me pasan (obviamente de las malas) al azar. Después, cuando pongo los pies en la tierra, intento buscar solución a dichas desgracias, pero me gusta atribuirlos de primeras a la suerte. Coger una pesa en el gimnasio que han utilizado 80 antes que yo y que justo se desmonte y caiga en mi pie cuando la cojo yo. O que tenga planeado ir a ver un partido de baloncesto y, por un malentendido, acabe sin ver el partido y sin una amistad. O que prepare un viaje y se cancele a escasos minutos de coger el bus. Ya os podéis hacer una idea de cómo funciona todo. Sucesos sin relevancia aparente (a excepción del segundo) que ocurren por motivos que desconozco y forman una cadena de pequeñas e insignificantes desgracias.

Se puede decir que es una relación algo tóxica la que tengo con ella. Pero al mismo tiempo, debo darle las gracias. Estos casos anteriores no son más que pequeños detalles. Pequeñas complicaciones que aparecen en nuestra vida diaria. Pequeñas. Ya llegarán mayores, seguro. Siempre acaban llegando, son inevitables. Seguro que están al acecho, esperando a que llegue mi mejor momento para atacar, pero no importa. Estoy seguro de que las podré superar de igual forma. Tampoco puedo negar que ha habido algunas otras ocasiones en las que he tenido suerte, y se lo debo agradecer. Se me han ofrecido ciertas oportunidades que eran imposibles de rechazar y que me han dado un poco de energía para seguir. No soy tan engreído como para pensar que vienen a causa del karma porque posiblemente este no encontrase motivos para presentarme dichas oportunidades.

Ahora que me encuentro reflexionando sobre ello, parece ser que los casos de mala suerte son simples devoluciones de malos actos o dificultades que me hacen valorar ciertas cosas y/o personas. Son lecciones que te llevan de forma forzosa a darte cuenta de factores de nuestras vidas que pasaban desapercibidos. Sonará muy típico, muy de abuela, pero es verdad. Son collejas que nos hacen despertarnos del sueño en el que estamos y poner la vista en la realidad. Hay veces que tenemos un sueño demasiado profundo y una bofetada no es suficiente, aunque para eso están las siguientes. Las aspas del molino seguirán dando en nuestra nuca hasta que nos despertemos y apartemos nuestra siesta de su camino. Por otro lado, los ejemplos de buena suerte son perfectamente los frutos de los buenos actos, o situaciones que debían suceder. O ambos son fruto del azar. Aquí la duda. Entonces, ¿el azar existe? Sí. El azar me dirige hacia el futuro e interfiere en mi camino. No lo confundamos con el karma. Este último tiene en cuenta cómo tratemos dicho camino y mueve un poco los hilos del azar. También, y a causa de eso, recibe día a día mis constantes quejas, y, cada vez más, agradecimientos merecidos por darme lo que necesito. Es un bonito tira y afloja el que tenemos ambos (el azar y yo, al karma vamos a ignorarlo por unos cuantos artículos). Un tira y afloja que da lugar a la frustración.

Sí, frustración, sentimiento al que no he hecho referencia en todo el artículo pero que forma parte del título (tiene gracia supongo). Me frustra, cada vez menos (o más, depende del momento para ser sinceros), el no poder controlar lo que me pasa. Me frustra que la gran mayoría de intentos que hago terminen en un "casi", que solo unos pocos me den gozo y que este llegue a causa de que no han salido mal pero no de que hayan salido del todo bien. Me frustra que todo el empeño que suelo invertir en lo que hago quede en nada. Me frustra que, mientras que algunos con un par de dedos ya mantienen lo que quieren, yo necesito utilizar ambas manos para atrapar lo que anhelo. Para el resto suele ser como sostener una tortuga mientras que yo tengo que mantener en mis manos a cientos de hormigas: si hay algún mínimo factor que se escape de mis posibilidades, o que yo no haya considerado y quede en control del azar, este será decisivo para que cualquier plan o proyecto salga bien, o, por el contrario, quede en un desastre.

Es absolutamente imposible tener la certeza de que algo vaya a salir bien con mi suerte, por simple que parezca ese algo. Y, en cierta medida, es divertido. Me estoy dando cuenta de que cada vez disfruto más de este estúpido y autoinfundado peligro. El "¿qué puede pasar?". Si total, no tengo nada que perder. En el peor de los casos, en el que cualquier cosa salga demasiado mal, tengo una lista interminable de series que ver en Netflix. Es divertido. Es divertido ver el efecto que el azar, y la frustración que este acarrea, tienen en nuestras vidas. Repito, ver el efecto, no padecerlo. Padecerlo es sencillamente una putada. Pero lo dicho, cada día que pasa se hace más sencillo. Mucho más ameno. Y al fin y al cabo, si se sufre mucho, ya lo dijo Melendi: "para poder desahogarnos hemos inventado Twitter". 

Tras una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora