36. Oportunidades

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Esos trenes que recorren ciertos lugares una única vez pero que casi nunca llegamos a tomar. Nos llevan a pueblos preciosos y extravagantes, con casas decoradas con una estética sencilla pero adorable, lo suficiente para enamorarnos. Trenes a veces cómodos y otras veces horribles. Nos transportan a lugares inimaginables y cuyas visitas son irrepetibles.

Si se nos presenta una oportunidad tenemos 2 opciones y no mucho tiempo para decidir: cogerla o dejarla ir. Curioso que no sea la primera vez que hablo de la necesidad de desprenderme de algo, o alguien. Parece que es algo inevitable en nuestras vidas. No podemos abarcarlo todo, y eso es una verdad cada vez más evidente. Pero volviendo con las oportunidades, está claro que nos la pasamos continuamente decidiendo. En cada milésima de segundo debemos decidir qué hacer. Hay decisiones de mayor y de menor calibre. Decisiones que no necesitan de nuestra concentración porque se han acabado convirtiendo en automáticas, como lo es respirar (perdón por activaros la respiración en modo manual) y decisiones que requieren de una gran inversión de tiempo y esfuerzo.

Las oportunidades se encuentran en este segundo grupo, pero con un detalle más: estas suponen un punto de inflexión en algún ámbito de nuestras vidas. Nos permiten hacer un cambio de importancia que nos lleve a algo mejor. Pillar ese tren nos traerá una experiencia nueva y refrescante. No se suelen presentar con asiduidad pero aparecen, solo hay que estar pendiente, y buscarlos. No todos los trenes especiales y con destinos inusuales pasan por la misma estación. Hay que ir de una a otra con el objetivo de encontrarlos, y no llorar sentados sobre nuestra maleta porque no pasa por la estación en la que decidimos asentarnos. En ocasiones aparecen y no podemos dudar, básicamente porque no tenemos tiempo para ello. Solo puedes atraparlos o dejarlos escapar.

Se supone que si se nos presenta algo así de maravilloso no debe de haber ningún inconveniente en aceptarlo pero sí que los hay. No siempre estamos listos para coger el tren. A veces no nos da tiempo a hacer la maleta o a despedirnos de nuestros seres queridos, o incluso no tuvimos tiempo a preparar todo lo que incluye el viaje perse. No siempre estamos listos para salir corriendo hacia un nuevo destino o simplemente no estamos preparados para aprovechar la experiencia al máximo, y a esto es a lo que yo más temo. Tengo claro que, aunque tan solo lleve conmigo mis ganas de viajar y una triste mochila gris, cogeré casi cualquier tren que se me presente, pero mi miedo está en aprovecharlo. Saber utilizar una oportunidad y no desperdiciar nada de ella es una gran exigencia para mí. Pensar que tengo al alcance de mi mano poder cambiar una relación que estaba en un mal momento o hacer disfrutar a alguien a quien quiero me presiona mucho. Eso y mi ambición, claro. Tengo la necesidad de hacer todo lo que hago lo más cercano posible a la perfección, pero no puedo. Por más que lo intento, parece que no soy capaz de aprovechar al máximo las oportunidades que se me presentan.

Ya dije que en el fondo soy inútil, y esto lo avala. Pensar que solo tengo que hacer lo que se supone que tengo que hacer es frustrante, y al mismo tiempo irónico. Realmente, ¿qué se supone que tengo que hacer? ¿Todo? ¿Nada? Lo suficiente. Pero claro, ¿cuánto es lo suficiente? Voy buscando la perfección en todo momento, y esto solo trae más dudas. ¿Y si no llego a serlo? ¿Y si me paso y la acabo fastidiando? "No soy suficiente" es la frase que más repito en mi cerebro cada vez que me encuentro trabajando por algo. Y es frustrante. No encuentras la manera de solucionarlo. Es ir corriendo a la parada del bus deseando que espere un par de minutos mientras que pensamos "no llego, no llego". Yo tampoco llego. No llego al nivel que se me exige, o que me exijo.

Pero volviendo con el tema principal, del que creo haberme desviado ya dos veces, estas oportunidades no esperan a nadie. No esperan a que planees todo ni a que perfiles los detalles. Debe salir de dentro. Si ponemos el foco en los ejemplos anteriores, tener la oportunidad de arreglar una relación con alguna persona en un momento determinado no es fácil. No sabes como de dispuesta estará la otra persona en recibir los estímulos que quieres presentarle. Estímulos diferentes y probablemente más exagerados. Tampoco sabes si son los correctos. Solo sabes que tienes la oportunidad, que esta no va a durar mucho y que debes decidir cómo utilizarla. Cuando tienes la ocasión perfecta para hacer feliz a alguien a quien quieres tampoco dudas en querer hacerlo, pero sí en cómo. Dudas entre si buscar la simpleza y la mediocridad esperando que disfrute de los detalles o arriesgar para intentar ofrecer algo diferente. Si la cagas no hay marcha atrás y tu objetivo se habrá tornado dando un giro de 180 grados.

La duda que se nos plantea cuando somos beneficiados con una oportunidad no es si esta nos llevará a algo mejor si no si seremos capaces de aprovecharla. Realmente, siendo sincero, no comprendo por qué he escrito estás últimas líneas en plural cuando sólo yo tengo esta inseguridad. Bueno, quizás no. No tengo ni idea, pero aquí queda. 

Tras una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora