31. Mi barquito

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Este artículo es al completo una metáfora. Si te lo quieres saltar pues pasa al siguiente, pero este no pretende nada más que ser una simple reflexión y haceros pensar en vuestro pequeño barco.

Mi barquito. Todavía no sé exactamente cómo lo quiero. No sé si quiero hacerlo un poco más grande para que pueda vivir dentro la mayor cantidad de gente posible o mantenerlo algo más pequeño. A lo mejor tengo que adecuarlo un poco para que le guste más al resto. No es un barco muy rápido, ni muy grande, pero tengo muchos proyectos para él.

Quiero ponerle un par de botes salvavidas, por si acaso. Que no se me olvide la bodega claro, nunca está de más pasarlo bien de vez en cuando. Ni la biblioteca, no se pueden quedar atrás los libros. Quiero que tenga una sirena preciosa en la proa y grandes ventanas en mi camarote. Quiero un par de cañones, aunque espero no tener que usarlos. No creo que los use. No me importa que sea algo lento, pero quiero hacerlo más resistente. Y más amplio, para que pueda invitar a todo el que quiera. Solo espero que lo cuiden. Quiero que tenga tres velas, y poder subirme al mástil de la central para poder disfrutar de las mejores vistas. Ahora que lo pienso, sí que quiero que sea veloz, quiero que sea el mejor para poder ayudar al resto. Y sobre todo, acogedor. Quiero que quien quiera entrar en él, quiera quedarse. Quiero hacerlo perfecto para que la chica que quiera compartirlo conmigo se encuentre como en el cielo y que mis amigos se sientan siempre como en casa. Lo más importante: quiero que tenga un gran y fuerte timón que me permita ir a donde me apetezca.

Ahora mismo no es muy lujoso, pero lo cuido mucho. Lo mantengo limpio, sin ratas y casi siempre reparado. A veces aparece alguna grieta en la base pero las intento arreglar lo antes posible. Quiero hacerlo más resistente, pero no sé cómo todavía. Lo conseguiré, estoy seguro. Me gusta mucho mi barquito, pero quiero más. Algunas veces envidio ciertos aspectos de otros barcos, y otras tantas veo cosas que espero que jamás le ocurran al mío. Barcos sin timón que van a la deriva. Barcos con muchas velas que son fácilmente movidos por el viento. Llegan a muchos sitios, pero no sé si llegan a donde querrían. Barcos con muchas, demasiadas, ratas que se apoderan de él. Barcos con una proa destrozada y muy mal cuidada. Barcos con muchas grietas que cada vez parecen más hundidos. Barcos con multitud de cañones que se pasan el día disparando y recibiendo cañonazos. No quiero nada de eso para mi barquito. Sí que envidio los barcos con cubiertas resistentes a las que no les afecta nada, que parecen inmunes a cualquier ataque. O esos que siempre están tranquilos pero que disfrutan como quien más. Sí que espero poder tener algo de ellos.

Yo me siento muy orgulloso del mío. De su proa, todavía no muy bonita, de su vela y de su timón. De su pequeño camarote y de su pequeña biblioteca (no os voy a engañar, es una única estantería con un par de libros, pero juro hacerla más y más grande). No es perfecto, ni mucho menos, pero es mi barquito. Es único y especial. Mío, y de todos.

Piensa sobre tu barquito y sobre qué quieres hacer con él. Tranquilo, no hay prisa, pero piénsalo. Piensa sobre cómo quieres su cubierta, sobre cuántas personas te gustaría que hubiese dentro. Sobre la fuerza de tu timón y sobre el control de tus velas. Piensa sobre tu barco, que al fin y al cabo es tu vida, y recuerda que, si este se hunde, no quedará nada. 

Tras una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora