12. Necesitar

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Necesitar, deber.

Palabras que utilizamos a cada instante desde el punto más reflexivo hasta el que somos capaces de llegar, creyéndonos dueños de nuestro destino sin saber que es nuestro subconsciente el que lo dirige. Mis manos se van a permitir el lujo de utilizar ambos verbos (y yo el de pecar de hipócrita) a su antojo durante este artículo ya que quiero creer que es el subconsciente el que las domina (así echo algunos balones fuera, por si me paso de la raya en algún momento).

Nunca sabemos qué necesitamos. Yo no lo sé. Puedo necesitar una distracción. Puedo necesitar un cambio de aires. Puedo necesitar un psicólogo (esto sí que lo sé). Sea lo que sea, es difícil averiguar si lo que hace falta en nuestras vidas es un cambio, un paso hacia atrás, otra perspectiva o un nuevo inicio. Y lo peor de eso es que la solución comúnmente elegida es la de ignorar y abandonar. Centrarnos en cualquier otro objetivo de los cientos que tenemos pendientes aunque solo sea de forma temporal hasta que las aguas se calmen, o lo parezca. Plantear una solución eficaz y directa para cualquiera de nuestros problemas suele ser una labor poco sencilla, y que creemos que somos capaces de afrontar con una conclusión rápida (cortita y al pie). Buscar las herramientas para hallar un remedio es difícil, pero aprender a utilizarlas parece tarea imposible.

No sería la primera vez que oímos que alguien necesita estar solo y acaba usando ese tiempo consigo mismo para dormir largo y tendido por varias horas. Cerrar los ojos y desconectarnos del mundo real. También son varias las ocasiones en las que todos hemos escuchado a alguien pedir compañía y apoyo, y ese apoyo acaba siendo para no caer al suelo después de algunas copas de más (alcohol, la solución más recurrente después del sueño). Sé que debe de ser difícil afrontar los problemas, y más cuando son complejos. No puedo imaginar lo duro que debe ser superar un colapso mental o una exclusión social en la vida adulta, pero desde la vida adolescente puedo aportar algunos minúsculos ejemplos.

Estar solo para mí es momento de reflexionar, de escribir. Y no es que escaseen en mi jornada los ratos en los que mi única compañía soy yo mismo. Hay veces en las que lo necesitamos más que en otras. Es evidente que también necesitamos momentos para aliviar el peso de nuestras obligaciones, pero no puede ser esa la solución, o, mejor dicho, la distracción constante a los problemas que nos rodean. La música, las series, los libros. Son puertas de salida por las que dejamos escapar parte de la presión para no acabar explotando. Abrir la mente para evitar un bloqueo que nos retrase es el desenlace que tomamos cuando estamos al borde. En ocasiones está bien. Cuando empecemos a saturarnos, descansamos, y después seguimos. Puede ser útil. Puede serlo si no estamos continuamente cerrando el cajón desastre y llenándolo cada vez más como si pudiera abarcar una infinidad de problemas.

También es obvio que a veces la compañía que necesitamos es la que nos lleve al ocio. La que consiga alegrarnos una tarde y hacernos recordar la multitud de oportunidades que nos ofrece el mundo, pero no siempre necesitamos la compañía jovial. Son muchas, y recientes, las ocasiones en las que yo he buscado bajo las piedras personas que soporten y escuchen mi malestar. Siempre los necesitamos, pero no son fáciles de encontrar. Y aunque no sean amigos, simplemente personas que nos aguanten por un par de horas y abran las puertas de sus oídos a nuestros problemas. Es verdad que no es sencillo escuchar y mucho menos prestar atención, pero tampoco lo es alegrarle la tarde a alguien. Crear el plan perfecto algunas veces es una tarea compleja, hay que conocer mucho a la persona a la que se pretende alegrar para dar en el clavo. Ambas ayudas son difíciles.

No nos vayamos a engañar, de la una y de la otra carezco (o bien no merezco ninguna compañía o bien no las consigo por mucho esfuerzo que invierta en hacerlo), pero todos necesitamos despejar de vez en cuando nuestro cerebro y olvidar a ambas compañías para centrarnos en nosotros mismos. Somos el núcleo de nuestra vida, los que realmente importamos, pero aún así nunca sabemos qué necesitamos. Siempre andamos dudando entre si dar un paso adelante o mantenernos como estamos. Retomando lo de antes, a veces la solución más veloz es la de eliminar de nuestro alrededor cualquier estímulo. "Liberarnos" de todo lo que se supone que nos está causando problemas que, como no sabemos lo que es, automáticamente nos libramos de todo hasta que nos olvidemos. Lo que nunca llegamos a plantearnos es que el origen del problema o la solución del mismo están intrínsecos en nuestra persona.

Quizás por eso nunca sabemos lo que necesitamos, porque hacer una retrospección hacia nosotros mismos es demasiado complicado como para además pararnos a buscar una solución. Necesitar, necesitamos de cariño, amor, calma, proyectos de futuro, felicidad. O no, a lo mejor solo necesitamos esa larga siesta. 

Tras una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora