8. La desmotivación y la motivación ficticia

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Vayamos por partes. Primero la desmotivación claro.

Un fragmento de ella la ocupa el vacío, sin duda. Hay veces en las que buscamos en el armario algo que nos motive y nos nutra de energía para seguir en nuestro día a día pero no encontramos nada, porque está ese vacío. Es irónico pensar que algo que no tiene nada, que no es nada, sea protagonista en la creación de los factores que forman la mayoría de nuestros problemas. Algo sin forma ni volumen llama más la atención que muchas sensaciones positivas que pretenden destacar. Diría que es perfectamente aplicable a nuestra sociedad. A la de los jóvenes seguro. Pero, a lo que iba, si buscamos alguna motivación en un cajón vacío, no encontraremos nada, eso es la desmotivación. Ese proceso de abrir varias puertas y encontrar en todas el mismo espacio hueco y oscuro.

Empiezas a hacer lo que hacías antes por rutina. De hecho, el primer borrador de este artículo no tenía más de 10 líneas, estaba totalmente desmotivado y escribía por inercia (tendría que haberlo dejado, no podría haber explicado y ejemplificado mejor este término). No sabes por qué hacías lo que hacías. Sabes que, lo más probable, es que te convenga continuar con ello por si encuentras esa motivación que perdiste. Sabes que lo mejor es no hacer caso a los impulsos y evitar dejarlo todo a un lado (aunque a veces lo hagamos). Pensar que nada de lo hecho importa ni nada de lo que se nos ofrece por cumplir el objetivo nos complace es algo que, si se mantiene en el tiempo, solo nos incita a retroceder y derribar nuestro trabajo.

Verse desmotivado es caminar con los ojos cerrados. Cuando llegues a una desviación o tengas que cruzar lo harás o bien tarde o bien en sentido contrario. Esa pasión de la que os hablé nos motiva en todos nuestros proyectos. Es el burrito que tira de nuestro carro. A veces se verá ayudado por incentivos, o fuertemente empujado por el amor, pero, cuando decide pararse y somos nosotros los que tenemos que intentar tirar de él, no llegamos a ningún sitio. Somos capaces de hacer trizas algunas de las pertenencias que llevamos en nuestra débil carreta o incluso romper alguna de las dos grandes ruedas que nos permiten hacerla avanzar. La pasión se hace cargo del peso de nuestros proyectos. Bueno no, de nuestro propio peso. Cuando estamos cargados de planes de futuro, de ideas, de logros que conseguir, nos cuesta avanzar. No podemos movernos. Y es ese burrito, la pasión, el que nos ayuda a cargar con ellos. Si el burrito se cansa decimos que estamos desmotivados, pero simplemente está cansado. Solo necesita respirar, beber algo y recuperar las ganas de seguir.

Esa desmotivación no la arregla ni la música ni otros de los muchos remedios que nos suelen ayudar a estar al 110%, y difícilmente lo consigue un amigo. Está solo en nosotros mismos, en nuestra fuerza de voluntad y en nuestro coraje. No podemos distraernos y echar al traste todo por lo que luchamos, por muy desmotivados que estemos. Se solucionará con una mejor organización, con algo de pausa o, bueno sí, con algo de ayuda externa. La motivación acaba llegando siempre y cuando la busquemos o intentemos hallar la solución al problema que la ha traído consigo.

Ahora solo queda hablar un poco de la motivación ficticia. La que no existe, no existió y sabemos que no existirá. ¿En qué se diferencia de los objetivos y las grandes ambiciones? En que estos sí que podrán existir. ¿Cómo podemos diferenciarlos entonces de la motivación ficticia si no somos capaces de leer el futuro? No sé, no me agobiéis, vosotros a leer y a callar. Solo sé que puedo categorizar como motivaciones ficticias todas las que tenemos seguro que no se van a hacer realidad pero que, al no plantear de primeras la cuestión de si son posibles o no, pasan como grandes metas.

En realidad no es del todo seguro que no se cumplirán, solo al 99%. El 1% restante es el que nos hace pensar que realmente sí se va a cumplir lo que esperamos. Es el que nos invita a creer y a soñar, y el que inventa ese espejismo que da lugar a la motivación ficticia. Plantamos ese cebo a una tan larga distancia para pensar que realmente sí hay un logro que conseguir. No hay, no existe, a veces ni siquiera lo queremos, pero está ahí, y creemos que somos capaces de llegar a él. Nos sirve como comodín. Es poner un dulce a medio metro de una cinta de correr. Podrás correr kilómetros para conseguirlo pero no llegarás. No sabría si decir que son útiles o negarlo. Creo que tiene algo que ver su gran capacidad de camuflarse como ambiciones o proyectos.

Todavía no soy capaz de diferenciar la motivación ficticia de las gigantes ambiciones, pero si algo tengo seguro es que el borrador de la desmotivación que ocupaba escasas 10 líneas os va a hacer sentiros identificados. Es un poco malo, pero espero que os guste:

Quizás sea este vacío del que hemos hablado antes parte de la desmotivación. Hay casos en exceso en los que es difícil encontrar algo que te mueva. La música no hace efecto, no hay ninguna serie que te emocione, ni ningún humorista te alegra. Todo te sabe insípido. Es una de las peores sensaciones del mundo. Sentir que nada te mueve. Nada es capaz de entretener tus largas tardes ni de distraer a tu cerebro de todos los problemas. No hay motivación alguna que te mueva a levantarte al día siguiente. Cuando esto ocurre, las horas se te echan encima. Los "bajonazos" empiezan a ser abundantes en los días siguientes. Tu capacidad de distracción se multiplica de forma constante. Y, sobre todo, el tiempo pasa sin que tengamos constancia de ello. El humano necesita una ilusión. Amor, proyectos, familia. No lo sé, solo sé que no la tengo. Hay momentos en los que, al parecer, el barco de mi vida no ha encontrado un destino hacia el que dirigirse ni un puerto en el que atracar. 

Tras una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora