El vacío está compuesto por todo y a la vez es nada. Toda pérdida deja un vacío. Todo lo que acaba puede dejar un hueco en nuestro interior que nos provoque una sensación de vacío enorme. La dependencia, de la que os hablé hace poco, es para mí una de las principales causas de que se creen vacíos en nuestro interior.
El dolor provocado se puede transformar en desmotivación, falta de control en ti mismo, desorientación, tristeza, etc. La desmotivación es una de las peores consecuencias de esta enfermedad. Esta, con la ayuda de un poco de tristeza, nos lleva a un bucle enfermizo. Como ya dije hablando de la dependencia, cuando alguien a quien queremos o algo que apreciamos mucho hasta el punto de ser dependientes se marcha de nuestras vidas, sufrimos, pero no dije de qué forma sufrimos. Y es así, a través del vacío y todas sus consecuencias. Ese hueco que nuestro cerebro no sabe cómo llenar. Empieza a intentar buscar soluciones y se desespera porque no es capaz, simplemente le queda observarlo con la esperanza de que llegue algo que lo pueda ocupar o taparlo para que no recordemos que está ahí de forma temporal. Hay vacíos que no se remedian nunca y que solo queda aprender a convivir con ellos ocultándolos de la mejor forma posible.
Pensamos que eso por lo que trabajábamos era nuestro único motor para seguir adelante. Ese objetivo puede ser diverso, pero todos comparten algo: nos dan esperanzas y nos motivan. Puede ser un amor por el que luchas día a día. Mejoras y mejoras con la esperanza de llegar a su corazón y construir un puente que una el tuyo al suyo. O puede ser un proyecto en el que hayas invertido horas y horas por querer llegar al éxito, a algo que te haga sentir completo y útil. Sin duda eso te motiva para despertarte día a día. Incluso un plan con amigos nos motiva. Esperamos con ansias que llegue ese día. Contamos los que faltan en el calendario y preparamos hasta el mínimo detalle. Pero pasa algo. Cuando ese amor se hace imposible porque ella prefirió a otro (creo que tengo que hablar en algún momento de este fenómeno en mi vida de siempre ser el segundo), también pasa que ese proyecto se desvanece sin dar lugar a reacción por agentes externos que no puedes controlar, o esos amigos empiezan a distanciarse porque necesitan un cambio de aires o bien prefieren otra compañía (efectivamente, tengo que hablar de eso de ser siempre "el otro"). Todos esos sucesos dejan vacíos. Heridas que tardan en cicatrizar y desaparecer de nuestro pequeño y débil corazón.
Cuando toda esta motivación desaparece, además de aparecer como efecto inmediato la desmotivación, también se presenta en nuestro estado de ánimo la desorientación. Esta sensación me mata. Me hace sentir impotente. Sedado. No sé qué hacer conmigo mismo cuando esta intrusa aparece en mi cuerpo para desvalijarlo y llevarse toda la ilusión que me queda. Es inevitable para mí darlo todo en cada uno de los frentes que tengo abiertos, y, cuando estas dianas en las que proyecto mi esfuerzo desaparecen, no sé dónde seguir haciéndolo. No sé cómo actuar ni qué solución es la mejor, apenas atino a saber cuál es el problema principal. No me lleva a tomar las peores decisiones porque directamente no puedo decidir. En general, no sé qué hacer.
El vacío aparece cuando se esfuman varios caminos en los que progresabas. Es como si un corazón perdiera todas las vías por las que impulsar sangre y desde las que obtenerla. No se tapan ni se sustituyen, simplemente desaparecen dejándole rodeado por un vacío. Y entonces, se manifiestan la impotencia y la tristeza. Hay que luchar contra ambas. Esa tristeza debe desaparecer lo antes posible (por eso esto de escribir) y la impotencia tiene que verse enfrentada. Ambos sentimientos se retroalimentan. La tristeza te hace inútil, lo que te hace sentir impotente. Sentir impotente nos entristece (y ya sabéis lo que hace la tristeza). Hay que buscar un nuevo camino. La tristeza no debe aguantar mucho junto a nosotros y la positividad nos tiene que hacer sentir que podemos llenar esos vacíos y evitar la impotencia. El vacío se puede llenar, y son los caminos que nos permitan hacerlo por los que tenemos que continuar cuando otros se cierran. Sin olvidar tampoco a las personas que nos acompañen en ellos. Son esenciales para que nuestro nuevo recorrido sea fructífero y dejar que desaparezcan sería como ignorar su importancia. Seguir una carretera a la que no le acompañen las mejores vistas es un martirio.
Es difícil, pero solo hay que tener iniciativa para abrir el mapa y decidir qué nueva ruta toca seguir o qué nuevos lugares debemos conocer. Con iniciativa se conoce el amor. Con iniciativa se empiezan nuevos y mejores proyectos. Con iniciativa se hacen amigos. Y, sobre todo, con iniciativa se llena el vacío.
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Tras una sonrisa
Non-FictionLa adolescencia es esa etapa que tanto se pasa por alto aun siendo la que más relevancia tiene en nuestras vidas. Es mucho más que eso de "el paso a la edad adulta". Es el momento en el que le damos forma a la bola de barro con la que llevamos jugan...