6. Pasión

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Es esta misma pasión, en este caso por el fútbol, la que hace que posponga el escribir este artículo para más tarde. Es irónico que cuando me planteo hablar de un sentimiento, sea ese mismo el que me frene.

La pasión es lo que realmente nos mueve (bueno, eso y la pereza, y no estoy hablando del grupo de música). Invertir tu esfuerzo en amar a alguien, en empezar un proyecto o en encaminar nuestro futuro son parte del trabajo del que se encarga la pasión. Soñamos con que salga bien pero tememos con solo recordar que existe la posibilidad de que salga mal, algo que intentamos en cada momento. Las personas somos conducidas por los sentimientos y la pasión es la líder de ellos. Adquiere gran protagonismo a la hora de tomar decisiones porque no necesita de argumentos objetivos para reforzar su postura. Seamos realistas, en las mejores y más determinantes la razón no tiene cabida, sólo le queda aconsejar a la pasión, ayudarla. La pasión no busca hacer lo mejor, pero sí hacer lo que más se adecue a nosotros.

Cuanto más pasionales seamos, más intenso será nuestro camino. Es una apuesta arriesgada ya que, aunque la recompensa pueda ser mayor cuanta más pasión depositemos, también lo será la decepción. La pasión nace de lo más profundo de nuestro ser, de la personalidad que sirve como sello de identidad para todos, y de ella y de sus consecuencias depende la realidad de nuestros actos. Si ponemos pasión en nuestro trabajo nos implicamos más porque se supone que el logro es algo que realmente queremos, no que necesitamos. No cabrá la rendición en nuestro planteamiento y la ambición nos llevará a buscar un logro cada vez mayor. Si en el amor, siendo del todo pasional, nos esforzamos por hacerle ver a ella que la quieres y que cada segundo que pasa te importa más que el anterior seremos más felices y no faltarán las anécdotas cómicas, alegres o incluso tristes.

Por cierto, es similar a lo que ocurre con los amigos. No importa cómo sean esos recuerdos si no que existan y que hagan de esa etapa una etapa especial. Diferente. Solo será así con la intensidad que ofrece la pasión, que te hace ver la realidad de forma diferente, lo que provocará cambios en nuestra forma de actuar. Quizás esos recuerdos no sean más que momentos comunes y sin importancia, pero verlos desde la perspectiva de la pasión será lo que les de esa chispa.

Por nuestros hobbies también tenemos que ser pasionales porque, junto con el amor, es el mayor motor de vida. Sean cuáles sean nuestros entretenimientos son los que dan sentido a nuestra vida diaria. El fútbol, que es uno de los míos, es uno de los más pasionales. Sentir el escudo de tu equipo o selección es un lujo que no todos saben disfrutar. Pero es pasión en estado puro la que se manifiesta. Todos los gritos que constaban sólo de la palabra "gol" pero que podían durar una eternidad o todas las veces que nos llevamos las manos a la cabeza cuando el balón se acercaba demasiado a nuestra portería. También es pasión la que se siente cuando el protagonista del libro que estás leyendo sufre cualquier incidente o comente un error y está al borde de romper con su pareja. Esa situación de incertidumbre que te hace beberte las veinte páginas siguientes en cuestión de pocos minutos deseando llegar al punto en el que todo queda explicado. ¿Intriga? Sí, pero la trae la pasión. Si no sintieras nada por la historia que estás leyendo no tendrías intriga por saber qué pasa más adelante, simplemente colocarías el marcapáginas en cualquier momento.

Yo lo intento. Intento día a día ser lo más pasional que mi corazón me permita. Pero mi suerte sigue siendo la misma. Ya os dije que la pasión tenía consecuencias buenas y malas. Que intensifica todo lo que ocurre, sin importar que sea positivo o negativo. Y bueno, cuando no te suelen salir muy bien las cosas, las consecuencias malas se acentúan. Por ello sufro. Todo lo valoro, y eso me hace sufrir. Sufrir no es del todo malo. Te acostumbras. Aunque deja heridas, y, cuando estas se acumulan, el dolor se multiplica y hace más difícil el avance. Pero eso es lo de menos. Lo importante es acabar con recuerdos. Buenos y malos. Pero recuerdos que dejen huella.

Para mí la vida es (cuántas frases de personas que pensaban haberla descifrado han empezado por estas 5 palabras) como un libro que tenemos que llenar de capítulos. Y sinceramente, prefiero tener un libro de 600 páginas con más de 80 capítulos y que la gran mayoría sean de recuerdos amargos a tener un libro vacío lleno de folios en blanco. Tenemos que reír, llorar, disfrutar, sufrir, compartir. Tenemos que sentir. Y si no pones pasión en ninguna de todas las oportunidades que te ofrece la vida para vivirla no sentirás nada.

Tener miedo al sufrimiento y al dolor es estúpido e innecesario. Debemos convivir con él y aprender a sobrellevarlo. Esto lo digo antes de padecer las peores etapas de la vida, pero por eso es el libro de un adolescente y no el de un señor en la crisis de los 40. Prefiero mil veces una vida llena de momentos dolorosos a una vida vacía. El vacío es algo mucho peor de lo que no tardaré mucho en hablaros. 

Tras una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora