10. Merecer

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Me apetece ponerme un rato el disfraz de filósofo para evitar futuras frustraciones. Ya sé que es imposible, pero no pierdo nada por intentarlo.

Nos la pasamos enfadados con el destino por no recibir lo que merecemos. Bueno, mejor dicho, lo que supuestamente merecemos. Creemos ser dignos dueños de lo que nuestro propio criterio determina como nuestro. Merecemos las mejores calificaciones, la suerte a favor, el amor de ella. Merecemos todo eso tan solo porque nuestro criterio absolutamente subjetivo lo determina. La inmensa mayoría de veces, porque supuestamente hemos invertido más esfuerzo, o porque tiene más mérito nuestro trabajo por ser más "difícil" (lo dicho, criterio absolutamente subjetivo). O, en el caso del amor, creemos merecerlo por cuidarla, por darle mejor trato. Pero no nos damos cuenta de que el destino tiene criterio propio y es el que prevalece sobre el resto de mortales.

Si vamos punto por punto, ¿por qué la dificultad de las aventuras en las que nos embarcamos nos da el privilegio de merecer algo? ¿Desde cuándo se premia la capacidad de inmolarse? Si alguien echara un grito al cielo en favor de todos los mineros que pretenden hacer su trabajo con el único uso de su mano todos los tomaríamos por locos. Intentar que estos tengan un mayor salario que los que hacen uso de sus herramientas sería una estupidez, pero no lo parece cuando nos negamos a abrirnos.

Qué caso más típico el de "ella no me quiere por más que la cuide, la respete, sea detallista, es muy injusto" y no nos damos cuenta de que no por haber invertido más que el otro te va a preferir a ti. Y sí, soy la persona que trabaja y trabaja para acabar llevándose el premio de consolación, pero me es indiferente. Soy totalmente consciente de que no por eso merezco su aprecio. Muchas parejas están desoladas y tristes porque uno de ellos quiso compensar al otro. Tenemos que ser honestos con nosotros mismos. La honestidad en estos casos es imprescindible. Nos evitaremos disgustos y frustraciones. Hay que abrir la mente y los ojos para ser conscientes de que la realidad suele ser totalmente diferente a lo que imaginamos.

Es sorprendente cómo, en lugar de resignarnos a esperar a que algo decida lo que realmente merecemos, preferimos establecer nuestro propio criterio haciendo uso de una única perspectiva: la nuestra. En ningún momento nos esforzamos por hacernos ver que es posible que el encargado de tomar esa decisión, llámalo karma o llámalo como quieras, utilice otra forma de decidirlo. Hay veces en las que decidimos preguntar a una tercera persona. Una tercera persona que casualmente rara vez nos llevará la contraria y cuyo comentario al respecto de la cuestión planteada será algo del tipo "claro tío, tienes razón". Me da a mí que no es ese el análisis más profundo del mundo. Es más, su único objetivo es que dejes de dar la brasa. Está claro que a quien nunca preguntamos, sencillamente porque es imposible, es a quien sea que se encargue de decidir sobre nosotros, cuyo criterio parece que no asimilamos que es distinto al nuestro.

No nos percatamos de eso básicamente porque no lo vemos justo. Pero por favor, si solo somos un grano de arena en este universo, ¿cómo somos tan soberbios? La justicia y el mérito son los términos que más daño han hecho al humano a nivel individual. A niveles generales, como sociedad, son muy útiles, pero no los podemos utilizar contra el destino, y además creyendo llevar siempre la balanza inclinada a nuestro favor. El estudiante que invierte toda su tarde delante del libro o ese humilde trabajador que exprime toda su jornada laboral para mejorar. Ambos creen merecer más porque la sociedad lo ha dictaminado así. Le ha dado valor al tiempo y al esfuerzo. Demasiado valor. Que lo tienen, no lo niego, pero el destino no ha dicho lo mismo. No se ha pronunciado al respecto, es solo eso. Sin embargo, es evidente que ese ente que maneja nuestras vidas no opina lo mismo sobre esos 2 factores. Aún sabiendo esto, nos frustramos. Es inevitable.

Es difícil, sí. Es duro aceptar que no somos dignos de un reconocimiento por mucho que nos esforcemos, pero es lo que hay. Yo sé que a largo plazo me dolerá menos que todos esos malos ratos. Lo sé, confío en ello. 

Tras una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora