18. Idiota

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Podría continuar mi libro hablando de cómo mejorar personalmente, o de cómo me centro en mí mismo pero creo que es el momento de definirme de forma rápida y concisa.

Realmente, haga lo que haga voy a ser idiota porque, como buen ambicioso nato, siempre voy a pensar que habría podido conseguir más. Como buen mal pensador, también voy a imaginar siempre todo lo contrario a la realidad. Y, como buen impulsivo, siempre voy a tomar las decisiones más importantes y cruciales de la forma más rápida y menos reflexiva posible. Y realmente es así por lo que he acertado con el adjetivo. Pero igualmente, voy a explicarlo detenidamente.

Soy idiota. ¿Por qué? Por todo. A ver por dónde empiezo. ¿Carácter? Esta cualidad me hacía aún peor persona antes porque lo daba más a denotar. Ahora lo intento controlar pero hay veces que se escapa y se deja ver por un tiempo. Claro, los problemas que este causa en cuestión de minutos yo tardo en solucionarlos semanas, y aun así dejan huella. No confundamos dejarnos guiar por el instinto con dejarnos guiar por los impulsos. Los impulsos son el producto de nuestro carácter. El instinto sólo nos genera una intuición que debemos seguir. Yo hace no mucho me guiaba por el carácter. Y, para qué engañarnos, este es un poco fuerte, y es normal que todo el mundo se alejara. Ojo, que sea normal o lógico no significa que duela menos, solo que lo he aceptado. He jodido muchas amistades por mi carácter..

¿Por dónde continúo? ¿Sobrepensar? Sí, lo hago mucho. Últimamente pretendo evitar guiarme por esto pero eso no quita que piense las cosas de más. Lo hago de forma muy habitual. Y me suelo equivocar (evidentemente). No creo que sea el único que lo practica pero cuando pienso en exceso, se abre la puerta de la celda en la que tengo encerrado al demonio de Tasmania que es mi carácter y empieza el acabose. Acaba destrozando todo a su paso y, cuando me paro a escuchar, me doy cuenta de que no estaba ocurriendo lo que yo pensaba. Es muy difícil solucionar un malentendido que ha sido respondido duramente. Hay que escuchar. Escuchar da la posibilidad a pensar y tomar decisiones certeras, ya que lo haces con más información. Un ejemplo. Las personas dictaban que la Tierra era plana por la poca información que tenían: lo que veían día a día. No miraban su planeta desde el espacio ni escuchaban a los investigadores. Cuando nos paramos a ver, escuchar y pensar fue cuando determinamos que era esférica. No me puedo quedar solamente con lo que veo. No nos podemos conformar solamente con eso. Tengo que escuchar todo y así calmar el fuego de mi interior. De verdad, es más sencillo arrepentirse de haber pensado mal que de haber actuado del mismo modo.

¿Otro fallo? La cobardía. Por cobarde he perdido mucho, y me niego a seguir siéndolo. Por cobarde no he sido quien realmente soy. Por cobarde no he sido capaz de decir lo que sentía. No pienso seguir siendo ese cobarde con miedo a que se rían de él. Si se ríen no entablo ninguna disputa, no discuto. Si tengo la mínima cercanía o puedo sacar un mínimo provecho de esa persona me río yo también y ya después lloraré. Tengo que entender que no me van aceptar de un día para otro. Yo tampoco lo haría. Pero tengo que aceptar las consecuencias de haber sido un cobarde.

Siguiente fallo, que no son pocos los que tengo. Precipitación. Además de no escuchar y solo entender lo que yo he pensado de más, me precipito. No nos confundamos creyendo que precipitarse y pensar nuestras acciones mucho (demasiado) son antónimos. Pienso en exceso cuando creo que me fallan y reacciono de malas formas y con ira. Me precipito en los casos en los que espero una recompensa rápida y lo único que consigo es no obtener nada por tonto. Se pueden entender como sinónimos (que tampoco lo son) ya que el resultado de ambos es el mismo: nada. Tomo decisiones sin haberlas pensado antes desde varias perspectivas ni haber pensado argumentos que sean contrarios a lo que voy a hacer. Me ocurre por impaciente. A día de hoy pretendo ser más objetivo y pensar las decisiones que voy a tomar desde varios ángulos. No es lo mismo que pedir opiniones. Hay veces que no están de más pero algunas sobran porque al final las decisiones las tomamos según lo vivido. Por eso es que no puedes vivir desde una única perspectiva, debes analizar varias, pero tuyas. Es difícil saber cuándo pedir esas opiniones pero siempre, absolutamente siempre, deben ser totalmente sinceras. ¿Duelen? Pues te secas las lágrimas, un cubata y a seguir.

Empecemos con el penúltimo fallo: la adaptación. Tenemos que valorarnos, sí, pero eso de "tus amigos te deben querer como eres y adaptarse a ti y no tú a ellos" es una estupidez. Si quieres encontrar nuevos amigos o no perder a los que tienes te tienes que adaptar. Adaptarte a sus gustos e interesarte. En parte un poco a su humor. No perder tu sello, por supuesto, pero te tienes que adaptar, y esto es algo que he aprendido recientemente. Es cuestión de ver la sociedad en su conjunto y hacer una especie de "buscando a Wally". Intentar situarte en ese conjunto es lo que te hace reflexionar sobre la verdadera importancia que tenemos. No te lleva a otra conclusión que a la de saber que eres tú el que debes buscarte un hueco en ese puzzle.

Y, ya sí, el último fallo de importancia del que yo sea consciente y que repercute en los otros 5: la autoconvicción. Nací con la habilidad de convencer, y me la suelo aplicar a mí mismo. Mi interior me convence de que las acciones que son dirigidas por los otros 5 errores son correctas. Que sacar mi carácter en su máximo esplendor es bueno. Que no es que esté pensando de más si no que realmente la gente me trata mal. Que no es que sea cobarde, es que soy cuidadoso. Que no es que me precipite, es que he dado con la respuesta correcta rápidamente. Y que no es que yo deba cambiar, yo soy especial, el resto debe cambiar por mí. Sinceramente, soy muy convincente (está mal que lo diga yo pero total) y eso me hace pecar de esos errores. De hecho en este mismo libro podréis encontrar varias ocasiones en las que "pienso en papel" (sí, en papel, en este caso no puedo decir "pensar en voz alta") e intento convencerme a mí mismo, y en parte a vosotros, de cualquier estupidez.

Pero debo disminuir el número de ocasiones en las que se manifiestan y hacerlo cercano a 0. O es así, o nunca dejaré de ser un estúpido.

Por cierto, Fran, idiota.

Tras una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora