CAPITULO. MAHTLAHTLI

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 "El mar no tiene caminos, el mar o tiene explicaciones."

Esa noche, la mayoría de los clanes habían partido hacia sus hogares o comenzado una nueva ruta en el caso de los nómadas

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Esa noche, la mayoría de los clanes habían partido hacia sus hogares o comenzado una nueva ruta en el caso de los nómadas. Alice había tenido una visión que adelantaba el futuro feliz y tranquilo que tendría su clan.

La cara de Percy no se relajó después de la batalla; al contrario, su ceño se frunció más y su mandíbula se apretaba constantemente con fuerza, evitando lanzar alguna maldición.

Jasper notó que el hijo de Poseidón se alejó de sus amigos un momento para acercarse a él. Su rostro se había suavizado de repente y parecía más tranquilo. Aun así, cuando llegó junto al sureño, su mirada verdosa fue a parar al grupo de semidioses que seguían maquinando su siguiente actividad.

—Hace tiempo te dije que somos una familia —dijo en voz baja—. El problema es que sin importar qué, nunca dejaremos de serlo. Siempre nos protegemos los unos a los otros, sin tener en cuenta los errores que podamos cometer —mencionó mirando a Nico. La tensión y los resentimientos entre ellos habían disminuido poco a poco a lo largo de los años—. A veces lastimamos a quienes queremos, y es muy difícil no afectar al resto en el proceso. —Su hermana había encontrado el amor y la lealtad que ella había brindado anteriormente se le había devuelto—. Aunque seamos una familia fuerte, a veces necesitamos un momento para recordar lo que nos hizo una familia en un principio. Eres parte de nosotros. Espero que no te arrepientas; ya sabes lo que conlleva.

—Listo, ya terminamos —exclamó Nerea, enseñando el montón de hojas de papel.

—Entonces, tenemos que llegar al Olimpo lo más aprisa posible. 

—Percy, no nos dejarán entrar, cerraron las puertas —comentó Jason.

—Nadie va a pedir permiso —dijo Nico, desperezándose de su pequeña siesta.

—Si es necesario, abriremos las puertas nosotros —mencionó Percy.

Los hijos de los tres grandes asintieron en acuerdo. En sus miradas se reflejaba la determinación. Respectivamente, por separado eran fuertes, pero juntos eran demasiado poderosos y peligrosos.

Antes del amanecer, los semidioses ya se encontraban en un mejor estado. Se habían curado los rasguños, descansado un par de horas y tomado un baño para verse más presentables antes de partir hacia Nueva York.

Un calor sofocante se sintió al exterior de la mansión, algo que debía ser imposible ya que era invierno. Una bola roja ardiente se estacionó a unos metros de distancia, chamuscando los árboles a su paso.

—Transporte muy oportuno —mencionó Apolo al salir de su auto—. Salí a dar una vuelta. ¡Por todas las musas! Mi hermosa Nerea —exclamó el dios mientras caminaba hacia ella, apartando al soldado sureño de un movimiento y tomando las manos de la semidiosa con una expresión de felicidad radiante —. Tu rebeldía siempre me cautiva. Pídeme lo que quieras, dulzura, incluso un haiku.

Marea |Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora