Prólogo

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Prólogo

—¿Entonces está en coma? —dijo mi madre.

Quisiera que no, pero era la realidad.

Dejé el té en la mesa y relamí mis labios sin atreverme a mirarla.

—Así es. —susurré.

—Pero... ¿le dan esperanzas de vida? —interrumpió Luciano llegando a la cocina.

¿Cómo explicar que un hombre en estado de coma era como si apenas existiera, como si respirara y fuera lo único que pudiera hacer?

Respirar.

Pero eso era un terrible alivio y mi consuelo, si él dejara de respirar, definitivamente mi mundo se me vendría encima y todas mis esperanzas...

No.

Tragué pesadamente saliva, prefería no pensar en eso.

—No lo sé, es muy incierto. —admití y me levanté, ya tenía como media hora diciendo que me iba, pero siempre que visitaba a mi madre nos quedábamos hablando hasta por los codos.

Pasé una mano por mi vientre, aun no estaba tan pronunciado, de hecho era apenas una pequeña protuberancia que fácilmente se podía hacer pasar por gordura, aunque nunca fui de las que tuviera barriga, así que sí era muy extraño para alguien que me conociera ver esta barriga en mí.

Mi madre se dio cuenta enseguida de mi embarazo apenas entré por la puerta de su casa, era la primera visita desde que salí del hospital, me habían tenido internada en el hospital por varias semanas mientras me hacían exámenes y me recuperaba de la puñalada que literalmente me dieron por la espalda.

A punto de morir no solo yo, también mi pequeño conejito.

Varias semanas de incertidumbre donde no sabía qué estaba pasando o qué iba a pasar, pero al salí de la zona de peligro y respondí bien a los medicamentos. También era un alivio saber que Hades estaba vivo y me aferraba a la esperanza de que en cualquier momento despertaría.

—Tía Esponja, ¿Puedo ir contigo? —preguntó Erin al ver que ya me iba.

Mi pequeña niña ya estaba muy grande, iba a cumplir los 12 años y le encantaba todo lo que tuviera que ver con el modelaje, maquillaje y danza, Luciano la había metido en cursos para niñas y ella a todos lados llevaba su estuche de maquillaje insistiendo en maquillar a todo el mundo que se le cruzara por el medio.

Ejemplo claro era mi madre, justamente llevaba la cara como si un unicornio de colores le hubiera vomitado.

—No lo sé. —miré a Luciano, solo iba a ir a ver a Hades, intentaba ir cada día solo para hablarle y hacerle compañía, no estaba segura de si Erin le parecería divertido ir conmigo a eso.

—Sí, llevatela un rato —dijo Luciano intentando contener su repentina emoción pero falló en el intento—, voy a ir por unas cosas.

Eso sonaba a que estaba saliendo con alguien.

Entrecerré los ojos.

—¿Unas cosas o por alguien en especial?

Él fingió seriedad, sabía cuando fingía que algo no le emocionaba. Me miró con desdén diciendo:

—No sé de qué me estás hablando.

Le entrecerré los ojos, sabía que le gustaba alguien, porque el hecho de repente estuviera tan pendiente de su atuendo no era algo común, esto era diferente, era algo más, porque no hablaba de la chica, ni daba detalles, pero veía sus ojos brillosos e ilusionados.

Tuya y mío #4 (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora