Capítulo 43: ¿Me vas a dejar?

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Capítulo 43: ¿Me vas a dejar?

Cuando abrí la puerta de la habitación, me di cuenta de que Hades no estaba ahí, ¿donde se había metido? Es decir no había bajado a despedir a los invitados y no lo había visto después de la última discusión...

«¿Y si te dejó?»

Ese pensamiento me hizo aguantar la respiración, y sentí una fea sensación en mi pecho.

«Él te dejó a ti».

No, de seguro que se había ido al supermercado y ya venía o a alguna reunión...

«O te dejó».

Apreté los ojos y me quité los zapatos, recogí mi cabello e hice lo que mejor sabía hacer para ocupar mi mente, limpiar.

Descubrí que limpiar era algo que me distraía mucho cuando me daba ansiedad, es decir, sí, había personal de limpieza pero a veces yo limpiaba antes que ellas, en especial nuestra habitación, prefería que ellas no entraran aquí porque Hades tenía muchas cosas de valor y mi mente paranoica me decía que iban a robar.

En fin, sí, estaba cansadísima pero tomé mis guantes los desinfectantes y comencé a limpiar el baño hasta dejarlo limpio, dentro había un jacuzzi así que también lo limpié y aproveché de llenarlo para bañarme cuando terminara. Luego me di cuenta de que mi lado del closet estaba muy desordenado así que saqué mi ropa para doblarla y mis bolsos juntos con mis maletas de la parte de arriba que ya tenían algo de polvo, empecé a doblar ropa y luego me arrodillé en el piso para pasarles un trapo húmedo a la maleta para quitar el polvo cuando de repente escuché:

—Nube.

Alcé la vista al escuchar la voz de Hades, estaba tan concentrada en limpiar cada partícula de polvo que ni había escuchado sus pasos, lo miré confundida cuando vi que traía una bandeja en sus manos con lo que parecía galletas recién horneadas puede que pasadas de cocción porque olían un poco quemadas y se veían muy tostadas. Él tenía puesto un delantal negro con las letras doradas de "soy el mejor chef del mundo" en el pecho, y una mancha con lo que parecía harina en la mejilla y en la frente.

—Hice galletas de mantequilla. —dijo Hades y de repente empezó a hablar muy rápido agregando:— Es que me di cuenta de que no sabía hornearlas y a ti te gustan mucho, el personal me dijo que son las que te gustan, entonces te las hice porque pensé que ibas a querer aunque no había material, fui a la tienda y luego vi tutoriales, solo...

Dejó de hablar cuando pareció comprender que estaba atropellándose con sus palabras.

«Santas Vacas».

¿Había hecho galletas? ¿para mí?

Él alzó la vista por la habitación dándose cuenta de toda mi ropa doblada en la cama y de que estaba de rodillas con la maleta a un lado.

Me volvió a mirar, sus ojos dorados pareciendo afligidos cuando dejó la bandeja a un lado en una silla y dio un paso hacia mí pero luego se quedó paralizado como si no supiera qué hacer o decir a continuación. Yo no le hablé, no sabía por donde empezar, pero cuando por fin supe qué decir, él se adelantó diciendo:

—¿Qué estás haciendo? —tragó pesadamente saliva, sus ojos ampliándose— ¿Te vas a ir?

Fue esa reacción que hace mucho que no había visto en él, esa reacción de temor, de preocupación, como si por fin luego de tanto tiempo, él hubiera reaccionado y por fin ese Hades que se preocupaba por mí hubiera regresado.

No pude evitarlo, esa parte malévola en mí quería venganza por todos los malos ratos que me había hecho pasar hoy, así que solo bajé la mirada y negué con la cabeza despacio.

—No entiendo que te pasa —dije—, no sé quien eres ya no veo amor en tus ojos, Hades. Así que, solo acomodaré mis cosas...

Alcé la vista hacia él notando que Hades solo se me había quedado mirando fijamente, su rostro sin más expresión que el shock total.

—Últimamente lo único que siento es tristeza y más tristeza, solo discutimos y... discutimos —solté un suspiro, mis ojos se cristalizaron—, perdón si lloro, pero no puedo dejar de hacerlo y yo...

—¿A dónde vas con esa maleta? —me interrumpió abruptamente como si de repente hubiera regresado en sí mismo y hubiera reaccionado.

No le respondí disfrutando unos segundos más de mi malévola venganza.

—¿Me piensas dejar? —continuó diciendo, su tono de voz era moderado, controlado, pero sus hermosos ojos dorados no paraba de mostrarme su preocupación.

—Lo pensé —admití.

—¿Y a dónde piensas ir? —replicó frunciendo el ceño, relamí mis labios y apoyándome de la cama me levanté para estirar mis rodillas, de repente me dolían mucho los huesos de las piernas.

—No lo sé —estiré un poco mi espalda—, creo que con mi madre y...

—No —me interrumpió.

Lo miré, él mantenía su ceño fruncido, sus ojos dorados casi traspasando mi alma, tragué pesadamente saliva poniéndome algo nerviosa y aguantándome las ganas de reírme quería hacerlo sufrir un poco más.

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MINIMARATOOON AAAAAAAH!

intagram: Ysarisareinamoo

Tuya y mío #4 (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora