Capítulo 10: Déjame recordarte lo ninfómana que me pone tu mirada

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Capítulo 10: Déjame recordarte lo ninfómana que me pone tu mirada

—¡Hades!

Susurré y me arrodillé a su lado cuando él con su mismo esfuerzo logró sentarse.

Él apenas me miró recuperando el aliento, su ceño fruncido.

—Déjame y sal de la habitación. —dijo gruñón, nuevamente echándome de su lado.

—No, déjame ayudarte, joder —susurré— y te quejabas de mi por ser terca.

Había prometido a Dios no decir groserías pero vaya que este hombre me sacaba canas verdes.

Lo ayudé a traer la silla de ruedas y él sin replicar se aguantó del reposabrazos aplicando fuerza en sus brazos para subirse y sentarse sin poder mover las piernas, el esfuerzo le hizo poner la respiración agitada, lo notaba por como su pecho desnudo subía y bajaba, tan solo llevaba unos pantalones negros y vaya que... eso me hizo saber que aún todo de él me parecía atractivo y me atraía porque mi mente fue a como se veía completamente desnudo.

—¿Estas bien? —pregunté.

Hades mantuvo su ceño fruncido y dijo:

—Se me había caído el teléfono.

¿Uh?

¿Por eso se había caído? ¿por intentar agarrarlo?

Miré al suelo y lo vi cerca del pie de la cama, lo recogí y me di cuenta de que tenía la pantalla rota.

Dudé por un momento, pero finalmente se lo di a Hades, él lo tomó y al ver que estaba toda la pantalla rota lo arrojó a un lado con enojo y pasó una mano por su frente.

Nunca lo había visto con tanta frustración contenida, pero ahora lo entendía, su amigo lo había intentado matar, había quedado en silla de ruedas y yo... Esperaba un bebé.

Demasiadas emociones juntas para alguien que tenía una vida controlada con miles de cosas bajo su control, ahora era como si todo se le escapara.

Tragué pesadamente saliva y me acerqué a él arrodillándome frente a él, esta vez, no estaba predispuesta, esta vez, tenía el corazón en la mano.

—Liebe, no quiero perderte. —susurré.

Hades no alzó la vista, solo dijo:

—No mereces esto.

Apreté los labios, ya estaba harta de que no viera lo que yo veía en él, quería que él volviera a creer en sí mismo.

—Basta de decir lo que merezco o no —repliqué buscando su mirada—, no merecía muchas cosas, pero cuando acepté casarme contigo no fue porque estuviera embarazada, fue porque te amo, porque acepté esto de: "en la salud y en la enfermedad", "en la felicidad y en la tristeza", "en la riqueza y en la pobreza".

Él quitó la mano de su frente y luego de un momento volteó sus ojos dorados hacia mí para mirarme, no tenía expresión que lo delatara, pero parecía sarcástico cuando preguntó:

—¿Si fuera pobre aún me querrías?

Entrecerré los ojos.

Ver esta faceta de él vulnerable me partía el alma porque ponía en duda miles de cosas; como mis sentimientos por él.

—Obvio que sí, seguiría amándote. —susurré y agregué con algo de humor:— Yo trabajo y te mantengo.

Pude ver el fantasma de una sonrisa bailar en su boca, sus ojos con un leve brillo ante lo que había dicho.

Tuya y mío #4 (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora