Capítulo 50: El hipnotista sin control

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Capítulo 50: El hipnotista sin control

Dejé de respirar mirando anonadada el poder que ejercía Hades Parker sobre todos, pareciendo un ser sobrenatural mientras controlaba la mente de todos en este lugar como si tuviera el derecho de hacerlo con todos los seres humanos normales inferiores a él que no se podían resistir a tal cosa, algo que ni en mis peores pesadillas me hubiera imaginado.

Pestañee un par de veces saliendo de mi estado perplejo y entonces me acerqué a Hades, primero a paso vacilante y temeroso, pero luego con firmeza tocando su hombro. Él mantenía el ceño frunció cuando bajó las manos y se volteó hacia mí.

—Hades —susurré sintiendo mi voz reseca— ¿Pero qué se supone que estás haciendo?

Él pestañeó un par de veces saliendo de su completa concentración, sus ojos dorados pareciendo profundos, se llevó las manos a las caderas donde el pantalón de chandal le colgaba y la franela le amoldaba los músculos de los brazos.

—Perdiendo el tiempo al parecer, ninguno ha sido el causante. —se limitó a contestar Hades.

Miré a todo el personal y se me erizó la piel al ver como todos mantenían esa mirada vacía al frente y la boca levemente abierta; Algunos con ligeros hilos de saliva escurriendo por sus barbillas, Lasaña se había quedado tranquilo a mi lado pero sollozaba también de temor, perturbado ante la escena que tenía frente a él.

Entrelacé mis manos que de repente se habían vuelto muy frías de los nervios y miré a Hades quién no parecía ni estar enterado que lo que hacía era perturbador.

—No puedes hacerle esto a la gente Hades —dije intentando controlar mi voz pacífica—, ¿no entiendes que no son tus robots?

Él frunció el ceño como si no comprendiera mi argumento.

—Era necesario.

Pero luego volvió a voltearse hacia ellos y tronó los dedos a todo el personal, todo parecieron reaccionar al mismo tiempo como si sus almas volvieran a su cuerpo saliendo del completo transe para seguidamente movilizarse a hacer sus quehaceres como si nada hubiera pasado.

El personal de la cocina se encargaron de abrir la puerta del patio y Lasaña salió corriendo.

—¿Podemos hablar en privado? —Le pregunté a Hades tomándolo del codo.

Él pareció ligeramente preocupado, como si no entendiera mi actitud.

—Sí, claro. —respondió algo preocupado.

Él me tomó la mano y fuimos hacia su oficina que quedaba en uno de los pasillos más apartados de la casa donde él podría tener de esta manera privacidad, entramos, la biblioteca era grande lleno de muchos libros y objetos, dentro había metido el cuadro de su madre, ya lo habían limpiado y lo tenía reservado aquí como una reliquia.

Voltee a mirar a Hades, él había apoyado la espalda del escritorio cruzándose de brazos, sus ojos dorados fijos en mí casi haciéndome devolverme en el tiempo a las veces en la que entré a su oficina cuando era mi profesor y yo su alumna, tiempos que aunque eran más difíciles que ahora, todo parecía más sencillo.

—Hades —empecé a decir—, me preocupas.

Él inclinó la cabeza a un lado como si no me comprendiera sin apartar sus ojos dorados de los míos.

—¿Por qué? —preguntó.

Relamí mis labios, y di unos cuantos pasos hacia él cruzándome de brazos intentando encontrar unas palabras que no sonaran tan hirientes ni que sonara como si lo estuviera atacando.

—Hades... hay momentos que pareciera que estuvieras fuera de tus cabales —dije lentamente—, no se si me entiendes...

Me detuve a dos pasos de tocarlo enfrentándome a su mirada. Hades no pareció comprenderme.

—No —respondió—, ¿estás diciendo que estoy loco?

Sentí mis mejillas sonrojarse un poco y negué con la cabeza, no era a lo que me refería, bueno, en realidad sí, pero no quería que sonara así.

—Hades —murmuré y aclaré mi garganta un poco—, tenías a todo el personal hipnotizado, a mí incluso me... dormiste.

—Estabas histérica. —replicó.

—Y lo entiendo —dije—. Pero estás abusando de la hipnosis, lo acepté cuando lo hiciste conmigo porque confío en ti, en tus juegos y todo eso, pero que empieces a hacerlo cada vez que te da la gana, esto no...

Su teléfono empezó a sonar interrumpiéndonos, él lo sacó de su bolsillo, miró la pantalla y rechazó la llamada, seguidamente lo colocó sobre su escritorio boca abajo.

«¿Qué oculta?»

—Esto no me gusta —continué diciendo sin poder contenerme.

Él me miró sin decir nada, sus ojos dorados analizando mi rostro como si intentara descifrar lo que estaba pensando.

—¿Quién te llamaba? —pregunté, obviamente no podía quedarme tranquila y con la duda.

—Solo son cosas de trabajo que debo atender. —dijo intentando quitarle importancia.

No tenía que dudar de él, pero joder, sentía que estaba hablando de repente con un engañador profesional.

Apreté los labios sin querer presionarlo, sin querer seguir dándole vueltas al asunto, sin embargo yo no servía para eso y el cúmulo de argumentos y preocupaciones se me reflejaba en la cara.

—Tranquila —dijo dando un paso hacia mí y acarició un costado de mi rostro—, no abuso del poder, siempre he sabido controlarme.

Sentí mis ojos cristalizarse, había algo en su mirada que se veía extraño, había algo que no reconocía y no me gustaba. Su caricia siendo lo único que mi cuerpo le gustaba y reaccionaba, su mano tranquilizándome un poco.

—Hasta el hombre más fuerte puede enloquecer —susurré sintiendo un nudo en la garganta—, no quiero que te ocurra esto.

Él estiró la comisura de sus labios.

—No me va a ocurrir. —replicó.

Tomé una profunda respiración para decir algo, pero de repente Hades se inclinó y me besó, un beso suave, tierno, capaz de estremecerme todo el cuerpo y se separó lentamente rozando su nariz con la mía estremeciéndome todo el cuerpo, dándome un poco de tranquilidad y dejándome en las nubes.

—Tengo que trabajar. —susurró, su aliento cálido rozando mis labios.

Realmente quería confiar en él a ciegas, pero había algo, un presentimiento que me evitaba hacerlo.

Afirmé con la cabeza en respuesta, sabiendo que tenía que irme y dejar que trabajara tranquilo.

—Te amo. —continuó diciendo.

—Yo a ti. —respondí.

Él me soltó y fue a la silla detrás de su escritorio tomando su teléfono otra vez, yo salí y cerré la puerta sin querer hacerme más ideas del hombre al que amaba, pero teniendo miles de dudas que empezaban a carcomerme la mente.

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Tuya y mío #4 (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora