capítulo 9

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La trayectoria hacia mi hogar estuvo llena de un silencio bastante incómodo que se mantuvo incluso cuando cruzamos el umbral de la puerta de mi casa.

— ¿Quieres algo de tomar? —pregunto con cordialidad.

— Agua —dice concentrándose en ver y analizar los cuadros donde estoy yo de pequeña junto con mamá y mi papá.

No respondo y voy hacia la cocina para buscarle el vaso de agua.

Cuando regreso lo encuentro aún parado frente a los cuadros, pero está vez con uno en entre sus manos y una pequeña, casi imperceptible, sonrisa tierna en su rostro. Me acerco un poco más y veo que es una foto mía de pequeña sonriendo, lo que hace que yo también esboce una sonrisa.

— Esa foto es una de mis favoritas de pequeña —no se porqué lo digo, pero igualmente lo hago.

Borra poco a poco la sonrisa que traía y vuelve a poner el cuadro en su lugar.

— Lo siento, por tomarlo sin haberlo pedido.

<Al menos es educado. Punto por eso>

—Tranquilo, no pasa nada.

— Tenías una sonrisa muy bonita —dice más para el que para mí.

Eso hace que recuerde la primera vez, y última vez, que Leo vino a la casa y vió esa foto.

Cuando era pequeña digamos que no era muy delgada, era un poco gordita pero eso nunca me molestó, amaba mi cuerpo y lo sigo amando a día de hoy, pero a Leo digamos que le hizo gracia y se rió de lo gordita que me veía en la foto y no tardo en hacer un comentario que, para el, fue un chiste y para mí un golpe que no me esperaba de él.

Sin embargo Izan se fijó en la sonrisa llena de felicidad que traía y eso sí, fue más inesperado que lo de Leo.

Sacudo la cabeza ligeramente cuando me doy cuenta de que aún tenía una pequeña sonrisa.

Estoy actuando como una colegiala.

«Tengo novio y soy fiel. Tengo novio y soy fiel. tengo novio y soy fiel»

Salgo de mis pensamientos cuando veo a Izan aproximarse peligrosamente a mí y se queda viendo mis labios.

Borro la sonrisa que aún mantenía de golpe y doy un paso atrás.

— Corrijo. No tenías una linda sonrisa —dice causando que mi pecho se apriete, no sé porqué y tampoco entiendo porque me siento así por un comentario así de su parte, los de Samantha son mil veces peores.

— ¿Gracias? —alzo una ceja.

— Aún la tienes —agrega después.

Siento algo extraño en mi estómago, pero me convenzo de que es hambre.

Le digo a Izan que tome asiento, así que el camina hacia el sofá y se deja caer en él. Tengo muchas preguntas en mente y estoy segura de que si no les doy respuesta hoy no lo podré hacer nunca. Además, como muchos dicen: el que no arriesga no gana.

— Sofia —dice él sacándome, nuevamente, de mi hilo de pensamientos y desmoronando un poco la valentía, bueno, poca valentía que había reunido para hacerle un pequeñiiiito interrogatorio— ¿Qué te parece el adelantar ahora que tenemos tiempo el trabajo de Español?

— Si claro, deja subo un momento a cambiarme, buscar mis cosas y vuelvo —digo y espero una respuesta de su parte para hacer lo que recién acabo de decir.

— Ok.

Dicho eso fui hasta las escaleras que dan a la planta alta de la casa, caminé hacia mi habitación y una vez dentro fui hasta el armario y me coloqué literalmente lo primero que encontré.

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