capítulo 21

2K 155 8
                                    

Regreso a la mesa para entregarle su teléfono a Izan y me encuentro con que ya está limpiando los platos, tanto los suyos como los míos.

— Al final, si que tienes complejo de Cenicienta —rio.

— Que graciosa está el Hada madrina hoy —dice con sarcasmo.

—Definitivamente el sarcasmo no va contigo —hago una mueca.

— ¿Para que necesitabas mi celular? —dice ignorando mi comentario.

— No encuentro el mío y necesitabs llamar a Lucia para saber si ella lo tenía. Dice que Ale y ella van a venir luego para devolvermelo y pasar el rato —miento un poco.

Si el no me quiere contar algo, por algo será, así que me toca averiguar por mi misma.

— Vale —dice y vuelve a su labor.

                  ___________________________

Estoy en el salón cuando escucho una serie de golpes en la puerta. Me levanto para abrir la puerta y los rubios aparecen en mi campo de visión.

— ¡Sofi! —Alejandro se me tira encima a abrazarme.

— Si la soltaras un poco a lo mejor podría hablar —le dice Lucia dándole un golpe en la cabeza a su hermano, quien me suelta automáticamente para sobarse la zona adolorida.

— Llegaron bastante antes de lo que imaginé.

— Es que ya te extrañábamos Sofi —la rubia me guiña un ojo para luego mirarme con complicidad.

Si, claro.

— Si, ya se que no pueden vivir sin mí —le devuelvo la mirad—. Anda, entren.

Pasan y nos dirigimos al salón en el cuál ya está Izan ubicado en el sofá. Lo veo levantarse para saludarlos e ir a sentarse nuevamente, solo que ahora con ellos.

— ¿Les apetece ver una película? —pregunta Ale.

— A mi si —respondemos Lucia y yo al unísono.

— Sofi, vamos a por agua antes que me voy a deshidratar —dice la rubia dándome una nueva mirada significativa.

— Esta bien.

Vamos hasta la cocina y nos acomodamos en un rincón para que ellos no nos escuchen.

— Ahora si dime, Lucia ¿Que pasó anoche en casa de Marcelo?

— ¿De verdad que no lo recuerdas?

— Mi último recuerdo es ver a Samantha en la mesa con los chicos —le cuento y hago una mueca al recordar eso—, tomar un trago bastante fuerte que me diste, luego todo se vuelve borroso y salta al recuerdo de Izan despertando en la noche con un jarrón de agua helada.

—Vale, esa última no me la sabía —dice con diversión.

— Luego te cuento, pero dime ¿Que más pasó?

— Bueno, después de ese trago que te dí si que bailamos bastante, hubo un momento en el que me fui a sentar porque los pies no me daban para más, pero tú seguiste bailando —comienza a contar y trato de prestarle la mayor atención posible.

«Luego la música cambio a otra... bastante sensual, y como tú no eras completamente tú, o eras demasiado tú, quien sabe, comenzaste a bailarla. No ví lo siguiente que pasó porque me giré a robarle una cerveza a una chica que pasaba por mi lado, pero cuando te volví a mirar estabas besándote... con Izan —suelta sin titubear aún mirándome a la cara—, cuando se separaron fuiste corriendo a dónde está yo y nos quedamos bebiendo un poco más. Después llegó el de nuevo y salió de la casa contigo sobre su hombro, y pues eso es lo único que sé, por eso lo de Ángel Guardián.

Espejos grises Donde viven las historias. Descúbrelo ahora