Izan
El corazón me martillea desbocado en el pecho mientras los labios de Sofia envuelven los míos.
Al principio fue agresivo, necesitado, desesperado, como si llevara mucho tiempo reprimiendose.
Y me encanta que lo haya soltado.
Nos separamos en busca del oxígeno que ya estaban reclamando mis pulmones, ella abre poco a poco los ojos haciendo que vea fijamente las dos esmeraldas que tiene que ahora están oscurecidas. Tiene las mejillas teñidas de rojo y los labios entreabiertos e hinchados.
Joder, es preciosa.
— ¿No? —pregunto recordando lo que me respondió hace unos minutos.
— ¿Estás sordo? Dije que no pesado —rueda los ojos fastidiada.
— Amargada.
— Capullo.
Aprieto el agarra que tengo en sus caderas y un pequeño sonidito sale de sus labios haciendo que mi verga exclame por atención.
Estoy por volverla a besar pero nos interrumpen.
— ¡Oigan, los tortolos de la esquina! —la voz de Lucia nos hace mirarla—. Dejen de succionarse el alma como si fueses dos dementores y venga para acá.
De mi garganta sale un pequeño gruñido de protesta y Sofia sonríe.
Me separo de ella para colocarme a su lado e ir hacia ellos, pero recuerdo que tengo un pequeño inconveniente y me acerco a su oído.
— Ve con ellos yo necesito ir al baño.
— ¿Problemas? —baja la vista a mi polla y una sonrisa perversa aparece en su rostro.
— No me tientes a arrastrarte allí y lo arregles tú —le devuelvo la sonrisa y una pequeña carcajada sale de ella mientras me empuja ligeramente y se aleja.
<No lo decía en broma>
Busco el baño un momento con la vista y veo un pequeño pasillo que supongo debe llevar a ellos.
Para mí suerte no me equivoqué, así que antes de entrar toco un momento la puerta para asegurarme de que no haya ninguna parejita usándolo como nido de procreación. Una vez entro apoyo mi cabeza en la puerta y miro hacia el bulto que tengo en mi pantalón.
No puedo tardarme mucho así que después de una agradable sesión de autoatención y un poco de agua en mi cara salgo del baño como si nada hubiera pasado.
Voy hasta el rincón donde ví a los demás por último vez pero mi búsqueda es detenida por unas manos que tiran de mí hacia un rincón. Mi corazón late a toda velocidad pensando que puede ser la castaña de ojos esmeraldas, pero me encuentro con una melena negra y ojos color cafés.
— ¿Que quieres, Isabella? —le digo serio.
— No me ignores —hace un pequeño puchero mientras hace el intento de posar una mano sobre mi pecho.
Digo intento porque al instante de que detecto su intención le sujeto la mano.
— No me toques —espeto.
— Vamos, solo una vez para recordar los viejos tiempos.
— Exacto, viejos. Pasado. Ahora quítate.
— Vamos Izan, esto lo quieres tanto como yo.
— No, Isabella ¿Sabes que quiero de verdad ahora mismo? Que me digas que cojones quieres para poder ir a estar con mi novia —digo.
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Espejos grises
Roman d'amourElla iba distraída en el pasillo y no se dió cuenta que estaba por chocar con alguien. El iba con mirada perdida y no se dió cuenta que alguien caminaba hacia él. Ella es una lectora que le gusta correr (por muy raro que suene) El es un armador que...