capítulo 22

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Después de ver la película, los rubios se fueron e Izan también, dejándome sola en la casa. Sinceramente no pensé que se fuera a ir taan rápido, después de todo nuestros padres siguen fuera de la ciudad, pero tampoco refuté.

Así puedo leer en plena comodidad y la verdad tampoco me molesta estar sola en casa, ya he estado con anterioridad. Además es tiempo que necesito ocupar para pensar en como decirle a Leo lo que pasó en esa fiesta.

      
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Y después de tanto pensar y sin llegar a ningún lado pues aquí estoy, en el tiempo que tengo para el cambio de salón del tercer turno de clase, marcando su número.

Hola, princesa —me saluda y la mueca que pongo es instantánea.

— Leo, ya habíamos hablado de ese apodo.

Perdón, la costumbre —suelta una risita nerviosa.

<Si tú estás nervioso imagínate>

— ¿Crees que podamos vernos en el patio durante el descanso? —pregunta mientras juego con un mechón de mi cabello.

Claro que si prin... Sofi —se corrige rápidamente, cosa que me hace sonreír.

Se ve que se esfuerza por seguir mi petición.

Y yo lo arruiné todo...

— Esta bien, te veo luego —digo después de sacudir ligeramente la cabeza.

Lo último que necesito ahora es martillearme la cabeza con eso.

— Hasta luego —se despide y cuelgo para no ganarme una sanción de parte del profesor de Física.

Pero para mí mala suerte, cuando entro ya están todos sentados y el profesor ya hablando del tema de hoy.

Doy dos golpes en la puerta para ganarme la atención del señor Meyer, que me mira con mala cara.

<Y, por si no lo había dicho aún, si, le caigo un poco bastante mal a este señor por una razón que, sinceramente, desconozco completamente>

— Señorita Johnson, espero no empiece a tomar por moda llegar tarde a mi clase.

— No volverá a pasar, lo siento señor —me disculpo pasando salida—, puede estar tranquilo.

— Eso espero, pase.

Busco con la mirada a Ale, que es con el que comparto esta clase, y lo veo en la mesa del fondo con un asiento libre al lado por lo que me dirijo hacia allí lo más rápido que puedo.

Los siguientes cuarenta minutos de clase hago mi mayor esfuerzo por prestar atención, pero aún estoy pensando en las palabras que le tendré que decir a Leo.

Un golpe a mi lado hace que tanto los demás como yo busquemos el origen. Volteo solo para encontrarme al señor Meyer viéndome con cara de repudio y cansancio.

— ¿Está prestando atención a la clase, señorita Johnson?

Quiero alegar y decir que si, pero sinceramente no tengo ni puta idea de que estaba hablando ahora mismo, así que no me pienso arriesgar a qué me saque del aula por decir una estupidez.

— Eso intento profesor —murmuro.

No me sirve de nada mentir ahora, a pesar de que se me de bien, o eso considero yo.

— Ah ¿Eso intenta? —asiento a lo que dijo—. Pero que vergüenza, cuando yo era joven ...

Hago uso de toda mi paciencia y fuerza de voluntad para no poner los ojos en blanco.

Espejos grises Donde viven las historias. Descúbrelo ahora