capitulo 32

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— Sofia —siento la voz de Izan detrás de mi.

— ¿Qué?

— Hablemos.

— ¿De que tenemos que hablar?

— Lo que tuvimos que haber hablado ayer.

No puedo evitar ponerme nerviosa con sus palabras.

— Te escucho.

— ¿Podrías parar de caminar y subirte al auto?

— No —digo pasando junto a su auto y acelerándo el paso.

— Bien.

Sin previo aviso acelera su andar hasta ponerse delante de mi, haciendo que detenga mi paso. Se pone en cuclillas y mi cuerpo se impulsa hacia adelante cuando me cuelga en su hombro.

— ¡Bájame! —le grito mientras golpeo su espalda.

<Que buen culo tiene>

¡Conciencia!

— No. Ahora si me vas a escuchar.

— Como no me bajes en vez de dos golpes te voy a arrancar la polla.

— Silencio, Johnson —dice provocando que suelte un gruñido en protesta.

Llegamos a su auto, abre la puerta del copiloto y con cuidado me deja en ella pero como puedo me traslado al asiento de atrás y cruzo los brazos sobre mi pecho, mostrando toda la madurez de una chica de dieciocho años.

Izan entra al auto y cuando no me ve en el copiloto posa la vista en los asientos traseros y suelta un suspiro.

— Te escucho —digo y clavo la vista en la ventanilla cuando pone el auto en marcha.

— ¿Lo siento, vale? No quería ignorarte, solamente... algo en mi cabeza hizo cortocircuito cuando ví a Isabella.

<Mientras que no haya sido en el corazón >

Encajo mis uñas en la piel de mis brazos para controlarme.

— No me tienes que dar explicaciones —digo al final.

— Pues te las estoy dando —veo de reojo como sus nudillos se vuelven blancos cuando aprieta la mano en el volante.

— Izan —busco toda mi fuerza de voluntad y hablo aun sin mirarlo—, no somos nada de verdad, no me tienes que dar explicaciones.

— ¿Esta es la parte en la que dices que no sientes nada por mí?

— Es que no siento nada por ti, Izan.

<Mentiiiirooooosaaaaaa>

— ¿Segura?

— Para mí eres solamente un buen amigo —digo y ahora si, lo miro.

<Mentira podrida cochiiinaaaaaa>

El niega con la cabeza y me mira por el retrovisor.

— No sabes mentir, hase. No conmigo al menos —dice y creo que sonríe, desde mi ángulo no lo veo bien.

— No estoy mintiendo —sus ojos chocan con los míos a través del retrovisor.

— Si, si lo estás —dice y después de eso no pasa tanto tiempo cuando ya estamos frente a mi casa— ¿Te paso a recoger mañana para ir a la fiesta de Lucia?

— Si —digo y me bajo.

— Y... ¿Sofia? —me llama y lo miro sobre mi hombro—. A mi si no me gusta mentir. Si que siento algo por ti. E Isabella no significa nada para mí ya, es pasado.

Espejos grises Donde viven las historias. Descúbrelo ahora