capítulo 25

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— So-Sofi ¿A qué se refiere este tipo? —Leo gira su rostro para verme, consternado.

— Fue conmigo con quién se besó en aquella fiesta, yo la besé para ser más específicos —dice Izan con su rostro completamente serio.

— D-Dime que es mentira Sofia —me pide Leo.

Créeme, quisiera que lo fuera.

— ¿De que me serviría mentir? —respondo en su lugar.

— No estoy entendiendo nada —dice Samantha mientras alterna la mirada entre Leo, Izan y yo— ¿Que pasó en qué fiesta?

El ruido de la puerta de la cafetería llama mi atención y la de todos, para dar paso así a los demás miembros del equipo de voleibol junto con Lucia.

Nos miran extrañados y poco a poco se van acercando a nosotros.

<Que comience el espectáculo >

— Pues pasa, Samantha.. —comienza a contarle Leo mientras mira a la pelirroja.

Mateo se posiciona junto a su mejor amigo, al parecer Izan no lo nota, está más ocupado acuchillando a Leo con la mirada.

«Que en la fiesta del sábado esta... Sofia se besó con Izan —vuelve su mirada a mí—. No entiendo cómo tienes la vergüenza de reclamarme el besar a Samantha —la mencionada cambia su expresión de confusión por una sonrisa llena de superioridad.

— ¡Porque yo por lo menos te lo dije en la cara para que no te enteraras por terceros mientras que tú te molestas en tratar de negar algo que ví con mis propios ojos! —espeto con la rabia nublandome el juicio.

<Cálmate, Sofia. No te convienr alterarte>

Inhalo con profundidad y alzo una ceja con obviedad.

— Eres un zorra Sofia. No imaginé que cayeras tan bajo —me dice lleno de rencor mientras da un paso hacia mi.

Izan gruñe a mi lado, al parecer a él le molestó más lo que dijo Leo que a mí.

— Dilo las veces que quieras si eso hace que te sientas mejorz pero lo que si te puedo decir que no me arrepiento de haber echo nada.

Si antes me llegué a arrepentir, de ese sentimiento ya no queda nada.

En un rápido movimiento la mano de Leo se alza lista para impactar en mi mejilla.

El movimiento es tan rápido que no me daría tiempo a detenerlo por lo que solo puedo cerrar los ojos esperando el dolor de la cachetada. Espero unos segundos pero el impacto no llega por lo que abro los ojos y encuentro que la mano de Leo está siendo sujetada por la de Izan.

— Que sea la última vez que le vuelves a levantar la mano —la voz de Izan es baja, pero a la vez es lo suficientemente alta como para que Leo y yo la escuchemos.

— ¿O si no qué? —se safa de un movimiento brusco.

Izan suelta una risa nasal que me deja descolocada por un momento.

— Yo no haré nada —mueve la cabeza señalando en mi dirección—. Lo hará ella.

Quiero sonreír  por un momento pero siento la presencia de alguien a mi lado, así que solo volteo y los ojos confusos de Lucia me observan.

Ahora es Leo el que se ríe por las palabras de Izan.

— ¿Ella? No me hará nada —dice confiado.

-—Si yo fuera tu no la subestimaria tanto. De igual manera, te digo que te lo pienses hasta diez veces antes de insultarla y mucho más antes de poner tus manos sobre ellas porque te voy a romper los dedos de la mano con la que la tocaste uno por uno, lenta y dolorosamente —la amenaza es clara en la voz del pelinegro.

— ¿Tú y cuántos más? —la voz de Leo sigue conteniendo burla.

— ¿Crees que me intimidas? —Izan cruza sus brazos sobre su pecho y continua hablando:—. Es demasiado simple dejar a un cornudo debilucho en camilla de hospital, pero no me pienso rebajar a eso.

Un gruñido se escucha por parte de Mateo, el cuál tiene los puños apretados y se va a colocar junto a Leo, ganándose la mirada de Izan por primera vez en este tiempo.

El pelinegro lo mira con una ceja alzada para luego volver la vista a Leo. La carcajada sombría que suelta envía escalofríos por todo mi cuerpo.

— Ahora si estamos hablando —dice y descruza los brazos.

Ese simple gesto es lo único que necesito para saber que está listo para saltar encima de estos dos en cualquier momento. Y un escándalo más grande es lo último que necesitamos ahora mismo.

Me apresuro a interponerme entre ellos y quedando de frente a Izan. Su mirada se suaviza un poco cuando recae sobre mi, niego ligeramente la cabeza, el suelta un gruñido pero no sé queja y se coloca a mi lado otra vez.

La cabellera roja de Samantha aparece de detrás de Leo.

— ¿Sabes algo? Desde hace tiempo te tenías estp bien buscado —recorre la no tan extensa distancia que nos separaba a pasos rápidos con la mano alzada.

<¿Pero por qué todo el mundo nos quiere pegar hoy?>

Su intención no logra su cometido porque Lucia se adelanta y le sujeta su mano.

— Estoy queriendo darte una buena arrastrada desde el momento cero en que te metiste conmigo y Sofia, Samantha —dice y la pelirroja endereza su espalda ganándole un poco de altura Lucia—. No me tientes a hacerlo delante de todos.

Hago lo mismo que con Izan, estiro una mano y  vuelvo a colocar a Lucia a mi lado ganándome así la mirada de la pelirroja, sus ojos arden en rabia hacia mi persona mientras que mi rostro está igual de sereno que al principio.

No me conviene alterarme en estos momentos porque no se lo que soy capaz de hacer con la maraña de odio y rabia que está en mi interior.

— Samantha —mi voz sale tranquila—, a partir de este momento te recomiendo mantenerte al margen de todo lo que tenga que ver con mi vida porque no me pienso controlar para la próxima.

Ella abre la boca para decir algo pero me giro hacía Leo, ignorandola.

— Y, Leo, espero que te haya quedado claro que esto se terminó. Lo último que quiero ahora en mi vida es a un crío que, por lo que me has dejado ver, piensa con la cabeza que no es —doy dos pasos posicionándome frente a él.

Le regalo mi mejor sonrisa mientras que, sin que el se de cuenta, separo los pies a la distancia de mis hombros, cierro mi mano y la muevo con dirección a su rostro.

Mi puño impacta directamente con su mejilla haciendo que pierda un poco el equilibrio, da un traspiés y cae sentado en el suelo, sube su mirada a mi mientras se toca la zona adolorida.

— Eso, es por llamarme zorra —no dejo que se recupere porque le propino una patada en su miembro haciendo que se olvide de su mejilla y se sujete la polla— y eso, por todo intentar verme la cara. Por tratar de golpearme y por todo lo que tuve que aguantar de ti el tiempo que duró nuestra relación.

— Maldita —masculla adolorida.

— Y agradece que estoy siendo amable.

Me giro hacia el pelinegro y la rubia, está última me mira con sorpresa.

Ella nunca me ha visto golpear a nadie y ahora mismo solo puedo regalarle una sonrisa y un encogimiento de hombros para pasar a voltearme hacia Izan, quien, a diferencia de la rubia mira a Leo con diversión, su mirada sube a mis ojos y se torna orgullosa.

— Sácame de aquí —le pido y su reacción es inmediata.

Camina y antes de llegar a donde estpy ahora, se agacha para quedar a la misma distancia que Leo, pone una mano en su hombro y se lo palmea.

— Te dije que no la subestimaras —se levanta y la misma mano que estaba en el hombro de Leo ahora la extiende hacia mí.

Algo en mi me dice que aceptar su mano delante de todo el mundo generará más cotilleo que el que ya debe de haber de por sí, pero no puedo dudar ahora.

Acepto su mano y los dos salimos de la cafetería, y de la universidad.

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