capítulo 34

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La luz que se cuela por mi ventana me obliga a levantarme. Tomo mi móvil y veo que son poco más de las ocho y media de la mañana.

<Maldigo la hora en la que mi cuerpo siempre termina adaptándose a levantarse temprano aunque no haya universidad>

Despierto con un leve en las sienes. No es tanto así que no veo la necesidad de tomarme una pastilla.

Cómo dijeron mis padres, no están en casa, así que pongo mi lista de reproducción en aleatorio y me dedico a terminar el dicho trabajo que tengo que entregar, si no recuerdo mal, el martes. No me hizo falta hacer tanta memoria ni forzar nada de lo que escribí, solamente puse lo que he visto, notado y lo que él mismo Izan me ha dicho.

He dado vueltas por mi propia casa sin nada que hacer, pensé en la opción de ver algo en la televisión pero la deseché porque probablemente me acabara aburriendo.

Probé también leer algo pero mi mente no se concentraba en los diálogos así y decido darme un respiro antes de caer en el puto bloqueo.

Así que como última opción ahora mismo, tomo mi celular y llamo a Lucia.

Funeraria Santa María, su muerte es nuestra alegría ¿Qué desea? —no puedo evitar sonreír por su extraño saludo.

Su tono de voz algo enronquesido me dice que probablemente mi llamada la acabara de despertar.

— Buenos días para tí también, Lu —enarco una ceja aunque ella no me puede ver.

No son tan buenos cuando te despiertan a las nueve de la mañana después de una fiesta, Sof —trata de sonar molesta.

— ¿Qué estás haciendo? —le pregunto.

Librando una batalla interna sobre si levantarme de mi cómoda camita o seguir durmiendo ¿Por qué?

— ¿Podrías venir a mi casa?

¡Ahg, Sofi! dice con frustración—. Tengo una resaca increíble, no me apetece lev...

— Podemos ver Descendientes... —canturreo y sonrío victoriosa cuando la escucho maldecir.

Eres una cabrona ¿Lo sabes, verdad? —no puedo evitar reír por sus palabras—. Llego en cinco minutos —dice y cuelga.

En lo que espero a que llegue voy hacia mi habitación y busco el USB donde tengo las películas y regreso al salón.

Pasan lo que debieron ser unos quince minutos cuando siento el timbre sonar. Me levanto de mi asiento y voy a abrir la puerta con una sonrisa burlona por la imagen que se forma en mi cabeza de la cara de fastidio que debe de tener Lucia.

Pero la sonrisa se esfuma cuando unos ojos grises aparecen en mi campo de visión.

— ¿Y tú qué haces aquí? —le pregunto, puede que más brusca de lo que pretendía sonar.

— Lucia me llamo preguntándome si podía venir a hacerte compañía y pues aquí estoy, tú humilde servidor —hace un intento de referencia y mi celular vibra en mi bolsillo.

Lu: Por problemas técnicos no puedo presentarme, pero no te preocupes, mandé mi relevo. No me odies, por favor:)

Será cabrona.

Yo: Esta me la pagas, Lucia Jones.

Bloqueo mi celular y regreso la vista al chico que tengo en frente.

Espejos grises Donde viven las historias. Descúbrelo ahora