capítulo 35

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El señor Brown me está mirando con mala cara por casi quedarme dormida.

<Lo siento señor, pero en mi defensa diré que salí del bloqueo y encima le tocaba narrar al chico>

Lucia y Alejandro también están que se duermen, Izan puede que también, desde que entramos al salón no he volteado a verlo.

— ¿Está prestando atención a la clase, señorita Johnson? —me pregunta el profesor.

— Si señor —digo luego de carraspear.

— ¿Y que estaba diciendo? —pregunta.

Con algo de nervios se lo digo y se voltea cuando lo digo correctamente.

<Desvelada pero nunca irresponsable, claro que sí>

El timbre suena y respiro aliviada, no quiero otro regaño por quedarme dormida.

No recuerdo cual es mi próxima clase, pero da igual, ya miraré ahora. Recojo mis cosas y me levanto de mi asiento, los rubios hacen lo mismo y el pelinegro tampoco tarda tanto en unírsenos.

Hablando de pelinegros, afortunadamente creo solo comparte una clase con Isabella, además de atletismo claro, así que no tendré que lidiar mucho con ella.

Por otro lado, mi humor hoy está por los suelos, mi cara deja ver bastante claro que no tengo humor de soportar a nadie hoy.

Un grupo de chicas se me quedan viendo cuando voy por el pasillo y les sonrío por educación. No se me da muy bien socializar,como ya dije en veces anteriores, pero siempre que puedo trato de ser amable. Ellas me devuelven la sonrisa y la mía se amplía un poco más al ver que no lo hacen de manera falsa y algo en mi corazón se alegra.

No soy invisible...

O tal vez es solo porque sigo siendo el chisme de pasillo del momento por la discusión de hace días en la cafetería.

— Hola —me saluda una de ellas.

— Hola —le respondo y se despiden con la mano para ir a su clase.

Cuando me separé de Leo pensé que volvería a ser la invisible... Tal vez Izan tiene razón.

Voy camino a las escaleras. Arte. Esa es la clase que me toca ahora.

Bloqueo los recuerdos del desagradable encuentro que tuve en ese salón. La clase en sí no me molesta, eso sí, tampoco me encanta, preferiría mil veces estar en el patio leyendo el libro que traje para distraerme.

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Por obra y gracia de la vida después de Arte tuve el próximo turno libre, por lo que ahora me encuentro en el patio con mis audífonos puestos pero sin música, como un complemento, con mi libro abierto en la página en que me quedé anoche y no puedo evitar sonreír cuando leo las palabras bonitas que el chico le dice a la protagonista.

Estoy dispuesta a seguir leyendo pero cuando el timbre que anuncia el descanso suena me recuerda que tengo hambre.

Guardo mis cosas y voy hacia la cafetería. Me encuentro a los rubios y a Izan en la mesa de siempre por lo que paso entre los otros alumnos presentes y voy hacia ella mesa.

— Y acaba de llegar mi castaña favorita —me saluda Alejandro.

— No quiero, no tengo, no puedo y no me dejan —digo rápidamente en broma, anticipándome por si quiere pedirme algún favor.

Los otros dos se ríen.

— Ay, no quiero nada —se hace el ofendido—, solamente estoy de buen humor.

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