capítulo 23

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Nada mejor que salir de las duchas después de haber corrido tanto, pero mi uerpo ya se está acostumbrado a correr esas vueltas, me canso menos ahora y el dolor pos-carrera en los músculos ya no está.

Y hasta ahora mi plan de evitar a Izan todo lo que pueda estaba funcionando a la perfección.

Dije "estaba" porque ahora estoy en camino a la clase de Español o de Lengua, como le llama Lucia, la que comparto con Izan. Por suerte de la vida llegué bastante antes por lo que la mayoría de los asientos están vacíos, pero no tardan en ir llenándose poco a poco.

La profesora entra y después de dejar sus cosas sobre su escritorio, abre la boca dispuesta a comenzar cuando unos golpes en la puerta hacen que su intención quede interrumpida.

— ¿Llegando tarde otra vez joven Müller? —ella mira hacia la puerta y no puedo evitar tensarme—. Ya ha pasado suficiente tiempo como para que conozca la institución ¿O me equivoco?

— No, no lo hace.

— ¿Cuál es su excusa entonces?

— No tenía preparada ninguna, en realidad, pero ya que usted pregunta... Usted debe saber que soy parte del equipo de voleibol y estábamos discutiendo unas estrategias, solo se me fue el tiempo.

Me muerdo el interior de la mejilla para no reírme por la cara de la profesora.

— Pase, pero que no se le vuelva costumbre —espeta ella molesta por el atrevimiento que se tomó Izan al hablarle así.

El asiente a sus palabras, mira a todos lados buscando un puesto vacío y cuando lo localiza se acerca a él.

¿Lo gracioso?

Que el único puesto libro es el que tengo a mi lado.

¿Lo raro?

Que ni siquiera me miro, mucho menos me habló, solo se sentó y se mantuvo callado durante todo lo que duró la clase y yo tampoco hice el esfuerzo de entablar conversación, al menos por hoy.

Y después de cuarenta y cinco minutos de casi quedarme dormida, suena el último timbre del día, recojo mis cosas y cruzo el umbral de la puerta del salón dispuesta a irme.

Estoy por salir de la universidad cuando una mano se cierne a mi muñeca y me arrastra hacia uno de los pasillos donde no hay nadie.

— Oye...

-— No hables —la voz de Izan me deja más confundida de lo que ya estaba.

Me suelta sin ser muy brusco, pero tan suave tampoco fue.

— ¿De que quiere hablar que es tan importante como para traerme a aquí a rastrar? —increpo.

— ¿Por qué no me dije que lo recordabas?

— ¿Recordar el qué? ¿De que hablas?

Mi cara le debe de decir lo confundida que estoy por lo que toma una gran respiración para tratar de calmarse un poco.

— Estaba en las canchas cuando de repente tu queridísimo novio entra echo una maraña de emociones. Le preguntaron que le pasaba ¿Y qué crees? Para sorpresa de todos nos dijo que su novia le había confesado que había besado a alguien en la fiesta de Marcelo —alza una ceja en mi dirección—. Dime Sofia ¿Ya sabes de lo que estoy hablando?

— Si —dije lo más firme que pude— ¿Y qué con eso? ¿Te molesta que se lo haya dicho? —lo desafio.

— ¿Por qué no me dijiste que lo recordabas?

— Porque tu no te atreviste a decirmelo y tuve que averiguarlo por mis propios medios.

— ¿De que medio ha...? —se interrumpe— Lucia.

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