Nada más abro los ojos el dolor de los mil infiernos me martillea la cabeza.
En algún punto de mi borrachera supe que me iba a despertar con este dolor de cabeza y sin recordar la mayoría de las cosas, eso lo tengo claro. Y si, efectivamente en mi mente lo último que está registrado es el ver a Samantha en la mesa con los chicos y tomar un trago bastante fuerte que me dió Lucia, luego todo son recuerdos borrosos.
Me muevo muy lentamente por la cama para tratar de que el dolor de cabeza no me golpee más fuerte de lo que ya lo está haciendo y con la mano busco mi teléfono con la esperanza de encontrarlo, la cual desecho porque no encuentro nada.
Hago uso de toda mi fuerza de voluntad para levantarme, tratando de ignorar los chillidos de piedad de mi cabeza por una pastilla y voy al baño. En el espejo veo que efectivamente y como lo había sentido, traigo mi pijama y no hay una gota de maquillaje en mi rostro.
Borracha pero no descuidada. Bien echo, Sofia Johnson.
Sonrío un poco y busco en una de las repisas del baño el lugar donde mi madre pone los medicamentos que usamos con más frecuencia.
Tomo una pastilla para el dolor de cabeza y voy a las escaleras con la intención de ir a la cocina para tomar la pastilla. Llego, busco un vaso y cuando veo el agua caer en el vaso un recuerdo fugaz aparece en mi mente.
«Despierto de sopetón cuando siento algo frío caer sobre mi cuerpo, me muevo un poco para tratar de asimilar que fue eso pero el lugar donde estoy acostada, que creo que es el sofá, se queda muy corto ocasionando que me caiga.
Una carcajada masculina hace que reaccione y mire al culpable de mi estado.
Izan está de pie frente a mí riendo a carcajada limpia, y cuando logra calmarse baja la vista y sus orbes grises me observan pero ahora mismo no me importa nada, como si sus ojos son violetas, lo único que puedo hacer es mirarlo con fastidio y odio»
Aprieto el vaso en mi mano al terminar de analizar el recuerdo. Me meto la pastilla en la boca, doy un trago y siento como la pastilla siendo arrastrada por el agua bajan por mi garganta.
Busco la vasija más grande que usa mamá para cocinar y la lleno de agua con hielo, la tomo entre en mis manos y voy tratando de no hacer ruido hacia la habitación de mis padres que es donde le dijeron a Izan que podría dormir.
El sofá era mejor opción para el.
Abro la puerta y lo único que veo es su cabello negro que resalta entre las sábanas blancas de la cama. Localizo en la mesita de noche su celular así que dejo la vasija en el suelo y en puntillas me acerco a ver la hora ya que no encontré el mío.
El reloj le marca las once y media de la mañana, así que bloqueo la pantalla y regreso a tomar la vasija.
Mamá me va a matar si se entera que le mojé a propósito las sábanas, pero poco me importa, ahora mismo solamente quiero mojar a alguien.
<Perdón mami, es por una buena causa>
Voy al lado izquierdo de la cama, que es donde más cerca me queda el cuerpo del chico que me mojó anoche. Con ese pensamiento, estiro un poco mi cuerpo hacia adelante y volteo el contenido de laa vasija sobre su cuerpo.
El chorro de agua lo toma completamente desprevenido pero se recupera más rápido de lo que imaginé pero para cuando me mira ya tengo los brazos cruzados sobre mi pecho y una ceja alzada en su dirección.
— ¿Se puede saber que coño acabas de hacer? —me pregunta mientras se pasa la mano por la cara para retirarse lo pelos mojados que se le pegaron a la piel.
— Esa boca —le regaño— y, por si no te has dado cuenta, te estoy devolviendo la misma que me hiciste anoche.
— Para empezar, no pensé que fueras a recordar eso.
— Sorpresa. Ya ves que si —me encojo de hombros restándole importancia.
—... Y para seguir, habíamos quedado en que me lo debías.
— ¿Y se puede saber que hice para deberte algo así?
— Ah no lo sé, puede ser, por ejemplo ¿Darme dos golpes en la polla y robarme el auto?
Me quedo sin palabras por lo que acabo de escuchar ¿Yo hice eso?
— De seguro te las buscaste —digo buscando sonar neutra—. Ahora levántate, cámbiate y quita las sábanas mojadas para ponerlas a secar.
— ¿Quien crees que soy? ¿Cenicienta?
— Estás en mi casa, así que yo mando. Arriba —digo y salgo con la cabeza en alto de la habitación.
Llego a la cocina otra vez, pero está vez para preparar mi desayuno y el del que está allá arriba.
Cuando termino pongo ambos platos en la mesa y veo a Izan bajar las escaleras ya cambiado y con las sábanas en la mano.
— ¿Y esto dónde lo dejo?
Le señalo el lugar y se encamina hacia allí para luego volver y sentarse frente a mí.
— ¿Que más pasó anoche que no recuerde? —lo veo tragar grueso cuando formulo mi pregunta.
Mierda. Eso no me dice que vaya a decir nada bueno la verdad.
— Bailaste hasta prácticamente quedarte sin fuerzas, te emborrachaste más de lo que ya lo estabas, me diste dos patadas en mi po..
— Pasa esa parte, que ya me la contaste hace poco —lo corto antes de que suelte lo que iba a decir
— Si, eso. Viniste aquí en mi auto y de milagro volviste viva porque en el estado que estabas de borracha fue una estupidez conducir así —me regaña.
— Lo siento, supongo que lo hice, literalmente, sin pensar.
Se queda callado y algo me dice que aún falta parte de la historia por contar.
— ¿Hay algo más que no me estés diciendo?
— No.
Si, definitivamente aún hay algo que no me está diciendo.
— Vale.
No le insisto para que me diga nada, pero de que me entero, me entero>
— ¿Me prestas tu celular? —le pregunto a lo que él me mira con curiosidad.
— ¿Para que?
— Una llamada, obviamente —digo irónica.
El duda por un momento pero termina cediendo. Coloca el celular en mano y me voy al salón.
Por suerte me dió ya el celular desbloqueado, así me ahorro el preguntarle por la contraseña y voy a los contactos y me sorprende encontrar el de Lucia.
Así que fue ella quien le dió mi número...
Ignoro eso e igualmente la llamo.
– Dígame, Angel guardián.
— ¿A qué viene ese apodo Lucia?
— Ah Sofiiii —me saluda cuando reconoce mi voz—, pensé que era Izan.
— Lógico, es su celular —digo y ella me da la razón—. Pero hablando en serio, necesito un pequeño favor.
— ¿Cuál?
— Necesito que me digas todo lo que pasó anoche.
— Bueno, al parcer alguien no recuerda mucho que digamos..
— No, no lo hago, y no es gracioso —agrego cuando la escucho reír.
— ¿Podemos ir Ale y yo a tu casa? Así de paso pasamos tiempo los tres juntos, bueno los cuatro, porque deduzco que Izan debe de estar allí.
— Deduces bien ¿Te veo luego entonces?
— Hasta luego —dice.
Cuelgo la llamada y me dispongo a regresar para devolverle el móvil a Izan.
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Espejos grises
RomansaElla iba distraída en el pasillo y no se dió cuenta que estaba por chocar con alguien. El iba con mirada perdida y no se dió cuenta que alguien caminaba hacia él. Ella es una lectora que le gusta correr (por muy raro que suene) El es un armador que...