capítulo 44

1.4K 116 8
                                    

La clase de Arte no se me hizo tan pesada, a pesar de aún sentir miradas sobre mí pero ya no les daba tanta importancia.

El día transcurrió rápido, y aunque tardé un poco en conciliar el sueño por lo menos no me dormí a las dos de la mañana.

Ahora estoy de camino a los vestidores, y una vez abro las puertas busco entre todas las chicas la cabellera de Tylor. La tarea se me dificulta un poco porque el cabello castaño es el que más predomina en la universidad, y por ende en el equipo. Veo que una mano se alza sobre el resto y una vez la encuentro me acerco, cuando estoy frente a ella me sonríe en forma de saludo.

Hago lo mismo para luego sacar mi ropa deportiva y cambiarme sin ningún pudor frente a todas. Al principio me daba mucha pena y vergüenza pero al final te terminas adaptando.

<Y teniendo en cuenta que ya toda la universidad te vio las tetas, imagino que ya no te de pena>

Eres de mucha ayuda, y en mi defensa era por una buena causa.

— Lo más probable es que el entrenador te ponga a correr con Isabella —escucho a Tylor hablarme.

— ¿Por qué? —pregunto frunciendo el entrecejo.

— Esta semana que faltaste ella se fue a la cabeza, creo... —carraspea—, que te paso por unos pocos puntos.

— Oh —es todo lo que puedo articular, empiezo a sentir la semilla de los nervios florecer en mi interior.

No es por sonar como una engreída pero... nadie me había logrado aquí en el equipo, e Isabella me dió un poco de inseguridad al principio así que no puedo evitar ponerme a pensar en eso.

— Hey, pero no le des mucha importancia —pone una mano sobre mi hombro—, eres la reina de la pista, puedes con ella y con todos nosotros.

— Ty, sabes que ya te concidero una amiga —le digo con una sonrisa— ¿Cuándo dejarás de llamarme por ese apodo?

— Nunca, te queda demasiado bien —dice sonriente y niego con la cabeza divertida.

Vamos hacia la puerta, y el entrenador nos reune a todos a su alrededor.

— Johnson —dice mi apellido con voz dura—, un paso al frente.

No digo nada y hago lo posible por no demostrar los nervios que se reproducen en mi sistema cuando obedezco y doy el paso al frente.

— ¿Se puede saber por qué se ausentó una semana entera?

— Problemas personales —digo solamente.

— ¿Y cree que eso a mí me importa? —se cruza de brazos totalmente serio.

No discutas, no discutas, no discutas.

<En la milicia no se discute>

Maravilloso momento para recordar libros, gracias, conciencia.

— La carrera se acerca con cada día que pasa, no estamos para perder el tiempo en... —continúa él pero dejo de escucharlo.

Conociendo su carácter, se que va a dar un buen discurso y que, lo más probable, es que después me pongo a correr más que a los demás de castigo si refuto.

— ¿Me hago entender? —pregunta y pestañeo ligeramente para enfocarme de nuevo.

— Si, entrenador —coacciono.

— Bien —asiente y se gira hacia todos—. Hoy tienen el entrenamiento libre, pueden retirarse —nadie pregunta nada, solo se comienzan a alejar, yo incluida—. Tu no Johnson, ni tu Harries.

Espejos grises Donde viven las historias. Descúbrelo ahora