Izan
Estamos llegando a la salida de la universidad cuando de repente dejo de caminar y tiro un poco de ella para acercarla un poco más a mí. Lucia y Alejandro fueron a sus salones después de salir de la cafetería, no sin olvidar recordarle a Sofia que no le haga caso al estúpido de Leo y que la querían mucho.
— Espera —la detengo.
— ¿Qué pasa? —pregunta confundida.
Aún tiene las mejillas brillantes por las lágrimas que derramó hace unos momentos.
— Vamos a clase.
— Izan... quier salir de aquí —susurra negando frenéticamente.
Me enerva verla así de ofuscada por culpa de aquel imbécil.
Controlo la rabia de mi tono de voz cuando vuelvo a referirme a ella.
— No, Sofia, necesitas enfrentar las cosas. Demuéstrales que no eres débil, que te importa una mierda lo que digan o piensen —me acerco un poco más de manera casi inconsciente y ella se encoge en su lugar por mis palabras.
Ella no responde, solo vuelve a negar con la cabeza. Convencerla no es tarea fácil, lo tengo claro, pero si sigue escondiéndose como una cobarde no logrará nada.
— Vamos —tiro de ella para llevarla al salón.
— No puedo —se suelta suavemente.
— No te voy a obligar Sofi —la tranquilizo—. Solo te pido que lo hagas por tu bien, pero hazlo solamente si te sientes capaz.
Lo empieza a pensar y su expresión un poco asustada me recuerda que debí haber intervenido antes.
Cuando Leo la detuvo no intervine porque se perfectamente que ella es capaz de defenderse sola, pero no contaba con que el iba a usar su inseguridad para joderla.
Sus ojos estaban tristes, asustados, cuando volteó a vernos. Su grito sin palabras de ayuda aún está grabado en mi mente y fue cuando no aguanté más, y junto a Lucia y Alejandro nos pusimos a su lado y luego se nos unieron los que creo que son el equipo de atletismo.
Su sonrisa cuando se volteo y los vió no tiene precio.
Pero, carajo, casi tiene un jodido ataque de pánico.
— Está bien, pero hagamos un pequeño trato —su voz me saca de los recuerdos.
— Te escucho.
Con tal de que se anime, cualquier cosa.
— Corre conmigo —mi expresión confusa hace que vuelva a hablar—. Solo... da unas vueltas a la pista conmigo y después volvemos a clases. Por favor.
Se que correr es su manera de despejarse además de leer, y si eso le vendría bien ahora pues no tengo problema.
— Está bien, vamos —tomo su mano y dejo que me guíe hasta la pista.
A su cabello recogido en una coleta alta se le escapan algunos mechones, su nariz ligeramente roja y eso solo hace que se vea más tierna, si solo no fuera señal de que lloró...
Llegamos a la pista, sin decir nada soltamos las mochilas en un costado y nos ponemos en posición.
— A la de tres —me dice.
— Una, dos... y —no llego a decir el último número cuando ella sale disparada— ¡Tramposa! —le grito y echo a correr trás ella.
Logro alcanzarla y colocarme junto a ella, voltea a verme y su sonrisa se ensancha cuando acelera aún más el paso dejándome atrás, hago lo mismo pero está vez no logro alcanzarla porque corre aún más rápido.
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Espejos grises
RomanceElla iba distraída en el pasillo y no se dió cuenta que estaba por chocar con alguien. El iba con mirada perdida y no se dió cuenta que alguien caminaba hacia él. Ella es una lectora que le gusta correr (por muy raro que suene) El es un armador que...