capítulo 42

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Tal como lo imaginé, el borrar esa foto no sirvió de nada, cuando despierto al día siguiente ya no eran solo comentarios, eran mensajes directos y gente resubiéndola y etiquetándome, diciéndome lo zorra que soy por haber echo eso.

Esa no soy yo.

Todo lo que quedaba de semana no asistí a la universidad. Sé que es mi último año y encima está el tema de la carrera, y que es cuando menos debería faltar. Pero no puedo, no creo poder soportar las miradas reprobatorias, sus palabras dañinas y el como me tratan de zorra por algo que yo no hice.

Los chicos siguieron enviándome mensajes y llamándome. A todos los contesté una sola llamada para no preocuparlos y han sido ellos los que me han mandado las clases que comparten conmigo para que no me quedé atrás en las materias.

A Tylor le pedí que me justificara con el entrenador con la excusa de que me sentía mal, a Ale le pedí que no se hiciera el duro con ella y le hablara más.

Lucia me contó que como tal no los sancionaron porque no hicieron nada y que a Izan solamente le habían suspendido un día porque al ser parte del equipo de voleibol no podía perderse los entrenamientos.

Con él hablé más... mucho más para ser exacta. Dijo que cuando terminara las clases pasaría a verme y le pedí que, por favor, no lo hiciera y el comprendió que necesitaba un poco de tiempo.

Ya no he vuelto a hablar con ninguno de ellos, y así fue pasando una semana. Como ya dije, ninguno de los días anteriores fui a la universidad y mis padres tampoco me insistieron mucho en hacerlo.

Se que tarde o temprano tendré que volver a asistir a la universidad porque la almohada no me ayudará si quiero ser seleccionada para ir a la carrera. He sufrido insomnio estas últimas noches y ahora despierto con el ruido del claxon de un autos y unos fuertes y constantes golpes en la puerta principal.

Me siento en la cama, me froto el ojo derecho y veo la hora en mi celular.

Casi la una y media de la tarde.

Miro por la ventana de mi habitación y a través del cristal puedo ver el cielo ligeramente nublado, me levanto de la cama y no me fijo en cómo estoy vestida cuando salgo de la habitación, bajo las escaleras, atravieso el salón y abro la puerta.

— Buenas tardes —me saluda Lucia.

Pestañeo varias veces para cerciorarme de que no estoy alucinando. Efectivamente, no lo estoy haciendo.

— ¿Qué haces aquí?

— En realidad, la pregunta correcta sería ¿Qué hacemos aquí?

No entiendo a la primera lo que dice hasta que se mueve un poco y en mi campo de visión aparece el auto blanco que reconozco al instante.

Es el auto de sus padres.

Ale y Tylor están recostados en él, mirándome con una pequeña sonrisa y mi atención se desvía a la puerta del piloto cuando veo que es abierta y de ella sale Izan y sus ojos no tardan en encontrarse con los míos.

— ¿Qué hacen aquí? —corrijo mi pregunta.

—  Vinimos porque no es justo que tú estés una semana de vacaciones y nosotros tengamos que aguantar a los profesores solo —bromea Alejandro pero no rio.

— Así que vinimos para que tengas una buena tarde, recuperes tu confianza y mañana regreses a la universidad —habla Tylor.

No me dan tiempo a responder nada porque ya Lucia está entrando en la casa.

— Así que con permiso Sof —dice la rubia pasando por mi lado y seguida de ella entran Tylor y Alejandro.

— Chicos, de verdad gracias pero no... —trato de refutar pero siento la presencia de Izan detrás de mí, su manos se posan en mis hombros haciendo que voltee quedando de frente a él.

Espejos grises Donde viven las historias. Descúbrelo ahora