capítulo 30

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La alarma, desayunar con mis padres, cambiarme e ir a la universidad.

Todo se repite en un jueves común y corriente, a excepción de... que hoy llega la chica nueva, y no sé porque eso me pone nerviosa.

Estoy casi llegando a la universidad cuando el pitido de un coche hace que voltee hacia atrás.

— Buenos días ojos verdes —hago una mueca extrañada pero luego recuerdo que tenemos que fingir y le digo el juego.

— Buenos días —me acerco un poco al auto— ¿Y sabes que? Olvida lo que dije ayer, no me llames así.

— ¿Y mi beso de buenos días? —se sigue burlando.

— No te pases —lo próximo lo susurro—, te recuerdo que estamos fingiendo.

— Aguafiestas —hace un puchero que hace que me tenga que reír—. Anda sube, si tenemos que fingir hay que hacerlo bien.

Me cuelo por la puerta del copiloto y pone el auto en marcha.

La universidad aparece en mi campo de visión más rápido de lo que pensé y no es hasta que aparca que puedo soltar todo el aire que tenía reprimido sin darme cuenta.

— Sofia, —me llama mi acompañante —¿Sigues nerviosa por lo de la chica nueva?

— ¿Tanto se nota?

— Eres bastante fácil de leer.

— No me digas.

— Si te digo —veo como se baja y rodea el auto para abrirme la puerta.

—  Venga sal del auto, no querrás llegar tarde y tenemos primera con la "vieja reprimenda" —dice y sonrío ante el apodo que le tiene puesto a la profesora de Español.

— Y como te escuche decirle así ten por seguro que si te va a dar una buena reprimenda —niego divertida— ¿Y que clases tienes después? —le pregunto para simular que somos una pareja alegre mientras avanzamos hacia la entrada con varias miradas sobre nosotros.

— No creas que no me doy cuenta de que estás evitando el tema de la chica nueva —dice cerca de mi oído haciendo que la piel se me erize—. Después tengo Física y una hora libre que quiero usar para practicar, después tengo Matemáticas y lo demás pues ya no lo recuerdo.

— Vaya. Excelente memoria, Müller.

— Solo para lo que me conviene, Johnson —dice y hago una mueca al escuchar mi apellido.

— Sofia —lo corrijo.

Hase te queda mejor —se acerca a mí y deja un beso en mi frente y un cosquilleo aparece en mi estómago.

<Estamos fingiendo. Estamos fingiendo>— me repito cuando veo a un grupo de estudiantes pasar por nuestro lado

— No, me queda mejor mi nombre. Y no me digas más a si, a menos que me vayas a decir que significa.

— Amaneciste muy estricta, Sofia —recalca mi nombre—. Y sobre la palabra, tal vez algún día te diga lo que significa —canturrea.

— Pesado.

— Pesada.

— Me caes mal.

— Yo también te quiero —dice mientras se sigue riendo.

<Vale, acabo de tener un deja vu de un libro>

— Ay, cállate —digo en cambio y le doy un pequeño golpe en el hombro—, me voy a clase.

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