capítulo 26

1.8K 150 8
                                    

Por suerte de la vida resultó que Izan trajo su coche. La verdad no me apetece nada caminar.

— ¿A dónde? —me pregunta una ve, que nos acomodamos en el vehículo.

— ¿Mi casa? Por favor.

Espero que haga algún comentario con doble sentido pero lo único que hace es darme un asentamiento y arrancar.

— ¿Que clases tenías ahora?

— Una hora libre y la otra era arte —hago una mueca.

No dice más nada.

Aprovecho el momento y llamo a mi madre antes de que le digan algo los profesores y la situación se ponga peor para mi cuando ella llegue a casa.

Dime hija.

Ok, aquí vamos.

— Hola mamá —trato de que mi voz salga lo más alegre posible.

Vale ¿Que ocurre?

Misión fallida.

No puedo evitar voltear los ojos con diversión. A veces detesto lo bien que me conoce esta mujer.

— No voy a asistir a mis dos últimos turnos de clase, voy a casa.

Sofia....

— Antes de que me empieces a regañar, te digo que le pegué un puñetazo a Leo —suelto atropelladamente e Izan me mira por unos segundos con sorpresa.

Obviamente no se esperaba que le soltara eso a mi madre y menos de golpe pero ¿Qué más se supone que voy a decirle?

Aunque, la reacción de ella es tal y como la imaginé:

¿¡Que tu hiciste qué!? alejo un poco el celular por el grito que suelta, Izan se ríe.

Si, bueno, tal vez no fue tan buena idea decírselo así

— Mamá, es darme una reprimenda no dejarme sorda sabes —trato de bromear un poco.

Nada de sarcasmo jovencita, ahora mismo me dices que pasó ¿Que hizo ese desgr... Leo, que tuviste que pegarle?

—  ¿Por qué deduces tan apresuradamente que el hizo algo?

Porque por lo menos tú no vas por la vida repartiendo golpes como si fueras una boxeadora Sofia Johnson.

Ay, mi nombre completo en la frase significa que definitivamente estoy muerta

Suelto un suspiro de resignación.

— Te lo cuento cuando nos veamos ¿vale?

Solo te salvas ahora porque el señor Müller me está llamandoadvierte.

<Gracias, Martín>

—Esta bien, ma...

Pero de esta conversación si que no te salvas, jovencita. Nos vemos luego y cuelga.

— ¿Que rosas prefieres para el entierro? ¿Rojas o blancas? —escucho y giro a ver a Izan.

—No es gracioso y no estoy para bromas —recuesto la cabeza al asiento.

Guardo mi teléfono y me doy cuenta de que ya estamos frente a mi casa.

Me bajo y una brisa fría hace que me abrace a mi misma, y por curiosidad, elevé mi vista al cielo.

Las nubes grises predominan por todos lados dando como señal de que pronto lloverá.

Maravilloso.

Sin hablar, avanzo hacia la puerta. Izan se queda junto a su coche, y a mí la verdad no me apetece estar sola.

Espejos grises Donde viven las historias. Descúbrelo ahora