Una semana antes.
—De verdad quisiera ir contigo, Cili, pero no me es posible y lo sabes —repito por décima sexta vez en los últimos tres minutos. Pone una cara de puchero.
—Pero, Dulce, si no voy contigo, ¿a quién voy a llevar? —se queja.
—A mí, obviamente —responde Ryan, sentándose a mi lado y moviendo de una vez mi rostro con brusquedad para plantearme un beso en toda la boca. Giro los ojos, alejándome de él.
—¿Y a ti qué mosca te picó? ¿No era que ya no querías saber más nada de mí por haberme ido de tu fiesta anoche? —cuestiono, cruzandome de brazos. Ryan sonríe de lado a lado, acomodándose mejor. Veo a Cili cuando se levanta y gira los ojos.
—Sabes que te amo demasiado como para no querer saber nada de ti, dulzura —acota. Bufo y me levanto también, riendo por lo bajo.
—Amas mi boca cubriendo tu polla, Ryan. Pero, ¿adivina qué? Yo puedo tener cualquier polla en mi boca, así que no amo solo la tuya. Por ende, yo sí no quiero saber más nada de ti —zanjo.
—Dulce, Ryan, ¿de nuevo discutiendo? —pregunta una voz que nos hace dejar de vernos. Cojo aire, viendo de pie al señor Rafael, sonreír en nuestra dirección.
—Él empezó —me defiendo y rodeo el sofá, pero no llego lejos porque tengo los brazos de Ryan arropando mi cintura y lanzándome de regreso al sofá, en el proceso giro los ojos en dirección a su padre que ríe.
—Hey, sí, está bien, fue mi culpa, lo acepto. Me comporté como un idiota anoche, pero, ¿no me amas así de idiota? —revira. Giro los ojos.
—No, Ryan, dejame. No quiero verte ahora. Anoche dijiste cosas muy feas delante de todos. Bastante tengo con tener que escuchar eso en la universidad como para tener que escucharlas también de tu boca. Sobre todo, porque ellos no saben todo, tú sí, así que jodete, que anoche tú no me querías y hoy soy yo la que no te quiere cerca —zanjo e intento deshacerme de sus manos, pero no me lo pone fácil.
—Ryan —advierte su padre y este suspira detrás de mí, soltándome.
—Bien, Dulce, si quieres estar libre para poder follar con libertad con otros, adelante. Pero que sepas que iré esta noche y me follaré a tu amiguita Paola. Esa que siempre me mira —advierte. Bufo.
—¡Qué tú y yo no somos nada, joder! —chillo, levantándome del sofá.
He perdido la cuenta de cuántas veces he tenido esta conversación con él durante los últimos meses, pero parece que no lo entiende y yo parezco sufrir algún trastorno porque vuelvo y caigo, metiendome en su cama.
Maldición.
—¡Siempre dices eso, pero siempre estás conmigo, maldición! —espeta, colocándose de pie también. Suspiro con cansancio porque, de nuevo, vamos a dar un espectáculo frente a su padre. Cili ya se perdió.
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La Reputa-ción de Dulce
RomanceLa reputación de Dulce se resume a las primeras seis letras de esa palabra. Desde que baila en un tubo cada fin de semana y se lo disfruta, todos en su universidad la tachan de zorra. Para Dulce eso no es problema. Al contrario, se disfruta su títu...