Capítulo 38 👯

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—¡Sí, por fin! —grita alguno de los muchachos en la parte de atrás, haciendo que todos riamos y lo veamos con las manos alzadas—

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—¡Sí, por fin! —grita alguno de los muchachos en la parte de atrás, haciendo que todos riamos y lo veamos con las manos alzadas—. ¡Fuera exámenes! —dice con la misma euforia anterior y se levanta, guardando sus cosas. Volvemos a reír.

La profesora de la clase no hace otra cosa que desearnos buena suerte a todos y una feliz navidad mientras que nos dedicamos a recoger para irnos porque, así como dijo Steve, ¡fuera exámenes! Estamos a solo dos días de terminar la semana y con eso, pasar a disfrutar durante casi un mes de vacaciones.

—No te ves muy contenta —dice Cili a mitad de camino de la salida. La veo—. ¿Es por tu padre? —insiste y suspiro.

—Llega el sábado —le cuento de una vez porque tiene razón. Debería estar feliz de terminar clases para disfrutar de unas merecidas vacaciones luego de una jornada de clases exhausta, pero ni siquiera el haber pasado la noche de ayer con Masón, hizo que mi nerviosismo de tener a papá durante tanto tiempo en la ciudad, desapareciera.

—Tranquila, Dulce, de seguro ni lo nota —promete con una sonrisa que titubea al final. Cojo aire.

—Le oculto tantas cosas a papá que siento que en cualquier momento todo puede estallarme en la cara y terminaré decepcionándolo —confieso, siendo la primera vez que lo digo en voz alta. Cili nos detiene y coge mis manos para que la vea de frente.

—Escúchame bien, nena: eres una buena hija, eres una excelente estudiante y eres una maravillosa amiga. Tu padre no podría estar más orgulloso de la hija que ha criado, lo prometo —asegura. Parpadeo porque no puedo llorar delante de tantos, pero realmente eso no es cierto.

Nada de lo que dijo es cierto.

Una buena hija no se enamora de su tío.

Una excelente estudiante no se enreda con su profesor.

Una maravillosa amiga no le oculta todo eso a su mejor amiga.

En resumen, soy un desastre de persona.

—Ojalá cuando conozcas a Travis no me odies —suelto sin poder detenerme. Cili arruga primero el rostro y luego lo relaja, sonriendo.

—Por favor, pareciera que no me conoces. Estás enamoradísima de ese Travis. ¿Cómo odiarte por eso? —replica. Río bajito por la mueca que ha hecho, pero no respondo porque Johan llega corriendo hacia nosotras.

—Irán, ¿cierto? —pregunta. Ambas arrugamos el rostro y nos soltamos de las manos para verlo de frente.

—¿A dónde? —cuestiona Cili.

—La fiesta, obvio. Todos vamos a celebrar a lo grande la culminación de los exámenes. Tienes que ir. A las diez —dice y nos entrega una hoja con la que tiene una dirección escrita con la peor letra jamás vista. Después se va de nuevo para acercarse a otro grupo.

—¿Fiesta un miércoles? ¿Acaso olvidan que mañana hay clases? —pregunta Cili, viendo la hoja.

—Pues, si todas las tarjetas las escribió la misma persona, dudo que alguien vaya. ¡No se entiende ni una mierda! —exclamo, agitando la hoja y haciendo que ella ría.

La Reputa-ción de DulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora