Capítulo 39 👯

564 70 33
                                    

Cili y yo nos vemos a la cara al mismo tiempo cuando el Uber estaciona frente a la casa donde es la fiesta, al ver el montón de personas que ya hay y apenas van a ser las once

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cili y yo nos vemos a la cara al mismo tiempo cuando el Uber estaciona frente a la casa donde es la fiesta, al ver el montón de personas que ya hay y apenas van a ser las once.

Cancelamos y nos bajamos después de agradecerle al hombre. Ryan vino en su propia camioneta porque la estamos viendo desde aquí, pero él sabe controlarse con el trago, nosotras no y por eso preferimos coger taxi.

—Estamos preciosas —asegura Cili cuando Brenda pasa frente a nuestro campo de visión con un vestido super ajustado y unos tacones altísimos. Asiento, dándole la razón porque es así.

Mi cabello sigue casi igual de largo que antes, solo que ahora no me llega rozando las nalgas, sino unos cuantos dedos por encima porque cambié mi corte de cuadro a en V, lo que, según Cili y la mujer que lo cortó, asegura que me queda divino. Con Cili también fui buena y solo pedí que le hicieran un flequillo que le hace ver demasiado preciosa con sus pestañas pobladas y esos ojos azules que se gasta. De paso de ser rubia, está cogible.

Esa mujer es una bendición andante, eh.

Pasamos de los vestidos porque no venimos con intención de conquista, así que ambas usamos pantalón. Ella lleva uno de cuero que le queda de puta madre. Yo llevo uno de jean oscuro con un top negro y tacones, por supuesto.

—Bien, preciosa, a comernos el mundo —declara Cili cuando nos ponen un vaso pequeño con lo que supongo es tequila, en las manos de cada una.

—En un solo bocado —completo y nos tomamos todo el líquido de un solo trago. Arrugo la cara al tragar—. ¡Qué empiece la fiesta! —chillo, tirando de su mano para entrar más a la casa.

Nos movemos entre los cuerpos de quienes bailan y se manosean hasta que llegamos a una mesa y nos subimos sobre ella para tomarnos de la mano y comenzar a bailar como si no hubiera un mañana.

Subimos, bajamos, nos ponemos de espalda, de frente, gritamos, reímos, cantamos a todo pulmón y le hacemos espacio a las otras chicas que suben a la mesa para bailar con nosotras hasta que nos cansamos y decidimos bajarnos.

Nos reímos como locas cuando todo gira al hacerlo y nos sujetamos más fuerte.

Abajo, rechazamos a un par de chicos que se nos ofrecen para bailar y solo caminamos hasta la cocina por más trago. En el camino, nos detengo de golpe cuando veo de frente a Ryan con una chica en una pared, ella con sus piernas enrolladas en la cintura de él, y él subiéndola y bajándola como para dejarme claro que se la está follando.

Se la está follando delante de todos, aunque, bueno, no creo que alguien depare en ellos. Solo yo.

—Vamos por más tragos —sugiere Cili, tirando de mi mano. Asiento y la sigo porque sé que ya no lo amo, sin embargo, no entiendo porqué el verlo con otra sigue molestándome.

Egoísmo se llama eso, ¿cierto?

—¡¿Travis sabe que estás aquí?! —pregunta Cili, alzando la voz para hacerse escuchar. Niego con la cabeza, riendo fuertemente.

—¡Me estoy ganando unos azotes a toda posta! —chillo con notable emoción y ella ríe con ganas. Al llegar a la cocina vemos la cantidad de botellas de todos los sabores, así que hacemos un cambio. Dejamos el vodka por tequila y, por si acaso, nos tomamos un poco de ron.

Reímos como lunáticas y salimos de nuevo de la cocina con nuestros vasos recargados de licor y la energía también, para volver a bailar.

No sé cuánto tiempo pasa desde que se acaba nuestro trago y nos dan otros dos más, pero de tanto bailar, terminamos derramándolo en el suelo y eso nos hace reír todavía más.

Parecemos drogadas, pero estamos felices.

—¡Necesito aire fresco! —grita Cili en mi oído para hacerse escuchar y yo asiento, dándole la razón. Hemos bebido lo suficiente como para que el camino de aquí a la parte trasera de la casa se nos haga eterno, entre caernos y levantarnos, pero no dejamos de reír.

—¡Estamos muy borrachas! —grito cuando logramos dar con el jardín y ella asiente.

—Creo que deberíamos pedir un Uber ya —propone sin tener que gritar porque aquí afuera no se escucha tan fuerte la música. Asiento, dándole la razón, pero cuando Cili saca su celular, Alonso, un compañero de clases, llega a nosotras, girándola por completo y estampando de una vez sus labios contra los de ella.

Abro los ojos de par en par, pero Cili suelta mi mano para girarse y coger a Alonso por el cuello. Parpadeo a ver si es que estoy tan borracha que estoy viendo cosas que no son, pero no, sí son, sí está pasando.

Comienzo a reír bajito y ellos se separan jadeantes.

—Vuelvo en 15 —promete Cili, tomando la mano de Alonso y entregándome su celular. Río con más fuerza y pido el Uber de una vez, fijándome en que anuncia que estará aquí en veintitrés minutos. Tiempo suficiente.

Guardo el celular de Cili y cojo el mío del bolsillo de mi pantalón para alzar las cejas al ver la cantidad de llamadas perdidas que tengo de Masón.

—Oh, tío Masón, creo que alguien se está ganando unos azotes —musito, mordiendo mi labio inferior, imaginando lo furioso que debe estar por no responderle y haber desaparecido todo el día sin decirle nada.

Entro a su chat de WhatsApp y comienzo a grabar una nota de voz:

—Hola, tío. Adivina qué, ¡Cili está cogiendo! ¡Se acabó la abstinencia de su parte! —chillo y río como maniática un buen rato. Envío ese audio para grabar uno nuevo—: Estoy muy borracha, tío Masón, demasiado borracha —confieso, alargando la última a de borracha para enfatizar mi punto.

Envío ese audio cuando un nuevo vaso rojo aparece frente a mí y lo cojo sin siquiera dudarlo.

—En fin, aprovechando que estoy borracha: estoy enamorada de ti. Terriblemente enamorada de ti y quiero que me folles ya —admito, estando bastante perdida de lo que estoy haciendo. Suspiro hondo y me bebo todo el líquido que contiene el vaso para poder coger el valor de soltar la bomba—. Te amo, tío Masón.

Después de eso, simplemente apago el celular porque sigo estando borracha, pero no soy pendeja. Quiero escuchar su respuesta de frente cuando ya no esté borracha. Y eso será mañana.

Intento caminar para sentarme en una de las sillas a esperar a Cili, pero el camino se me vuelve borroso frente a mis ojos y todo pasa de claro a oscuro en un segundo. Solo logro escuchar algo antes de sentir mi cuerpo ser alzado y movido, pero sin saber a dónde:

—Cógela que se cae.

Bueno, de antemano pido perdón por lo que viene

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Bueno, de antemano pido perdón por lo que viene...

La Reputa-ción de DulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora