No volveré a hacer eso de ir a trabajar una hora sobre tacones, bailando a lo bestia sobre un tubo, para después irme de farra con Cili, fue una pésima idea y ahora me está pasando factura.
Intento abrir los ojos, pero pesan demasiado, ni hablar de mi cuerpo que parece ser concreto.
—Me duele la existencia entera —confiesa Cili a mi lado. Río como puedo.
—Te acompaño en el sentimiento —admito y ambas reímos, pero dejamos de hacerlo al escuchar su puerta ser abierta.
—Lo siento, chicas, es hora de levantarse. Hay una casa que no se limpia sola —destaca el padre de Cili, haciéndonos chillar a ambas cuando corre las cortinas, dejando entrar la luz del sol. Nos cubrimos con la manta y él ríe.
—Yo no quiero limpiar, ya bastante tengo con ordenar mi habitación hoy —me quejo, viendo a Cili debajo de la manta. Ríe nerviosa y sé que algo me oculta.
—Así que no le dijiste, eh —la acusa su padre y ella sale de su escondite, haciendo que yo también salga.
—Decirme, ¿qué? —replico.
—La condición para dejarme salir anoche fue limpiar la casa hoy. Le prometí que lo haríamos —explica. Abro la boca.
—¡Es tu castigo, no el mío! —me quejo, sentándome en la cama, sin importar que el señor Rafael me vea solo con un sostén deportivo. Creo que me ha visto con menos, pero nunca ha dicho nada. Cili bufa.
—Tú metiste a Travis a tu casa, me lo debes por ser una traidora y preferir a un hombre antes que a tu mejor amiga —acusa, señalándome. Entrecierro los ojos.
—Manipuladora —siseo y ella sonríe como maniática.
—Tres mil, mi amor. Manipuladora tres mil —resalta, levantándose de la cama. El señor Rafael sale riendo, avisando sobre el desayuno.
Como sé que no voy a librarme de esta, me levanto con toda la actitud de ya terminar con algo que ni siquiera quiero empezar, y me preparo mentalmente para mi día.
—Debí haberme ido con Travis anoche. En su casa, estaría cogiendo y no ordenando nada —sentencio. Cili ríe con ganas.
—En la mía también has cogido infinidad de veces y muy pocas veces ordenas tus desastres, Dulce. De hecho, por ahí se pasea diario el más grande desastre que dejaste en esta casa —contraataca, metiendo su dedo en la herida. La veo mal.
—¿Y te haces llamar mi mejor amiga? —replico y ella ríe.
—Tú lo metiste en tu casa —vuelve a decir. Bufo, sabiendo que eso será algo que me resalte siempre.
[***]
Después de seis horas limpiando de punta a cola, ya solo nos falta bañarnos y largarnos antes de que el señor Rafael salga a inspeccionar y descubra toda la basura que escondidos debajo de la alfombra de la sala.
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La Reputa-ción de Dulce
Любовные романыLa reputación de Dulce se resume a las primeras seis letras de esa palabra. Desde que baila en un tubo cada fin de semana y se lo disfruta, todos en su universidad la tachan de zorra. Para Dulce eso no es problema. Al contrario, se disfruta su títu...