No sé cómo diablos he podido sobrevivir tantas horas luego de eso. No sé por qué le encanta tanto jugar con mi libido. No entiendo cómo es que, su retraso me excita tanto.
Cili no para de hablar y yo ni sé de qué me habla. Nota que no estoy entiendo y señala con frustración mi libreta sobre la mesa, la veo.
—¿Ahora sí entendiste? —pregunta y suena frustrada. Muerdo mi labio interior—. Joder, vamos, suéltalo ya —ordena.
—Cogeré hoy —suelto. Sus cejas se elevan tanto que se ocultan detrás del flequillo que usa.
—¿Con quién? —pregunta al recuperar su voz. Suspiro porque odio mentirle, pero tampoco puedo decirle que lo haré con mi tío, que además de ser mi tío, también es nuestro profesor.
No. Ya puedo escucharla darme un discurso en el que incluirá todos los motivos por los que Masón debe ser un no absoluto. El problema es que, ya lo sé, joder. Sé que él tiene una X pintada en todos lados, pero ¿qué le hago? Aún así, quiero seguir adelante.
Si no podía detenerme antes de besarlo, ahora que ya lo he hecho y que he disfrutado del sabor de su orgasmo..., ahora sí que es imposible que pare. No sé hacerlo. No sé cómo hacerlo. No quiero hacerlo.
Quiero vivir lo que tenga que vivir con él y ya, dejaremos esto pronto, lo sé. Él es muy él y se aburrirá de tener a una chica como yo. No va a soportar tener que verme bailar para otros, ser deseada por ellos... No permitirá que eso me guste, que ser el centro de atención me encante, que ser deseada me fascine. Nada de eso va a gustarle porque a Ryan no le gustó. Supongo que a ningún hombre le gustaría que la chica que se tira disfrute saber que otros quieren tirarsela.
Si yo fuese hombre no me importara, porque, ¿qué importa que a mi chica le guste que otros quieran follarla si, al final de cuentas, el único que la folla soy yo? Exacto, no me importaría.
Pero ellos no soportan eso. Y sé que Masón tampoco lo hará. Además, ¿qué edad tiene? No lo sé, pero le calculo unos treinta y cinco años. Me llevaría doce años, mucho, supongo.
Y claro, si todo eso no fuese suficiente, recordar que nunca podríamos gozar de una relación de verdad por nuestro parentesco, eso sí aniquila todo.
—Me estás asustando —dice Cili cuando suspiro con resignación.
—¿Recuerdas el hombre que te dije que conocí en el club? El que vi follarse a otra —le recuerdo. Abre los ojos y asiente.
—¿Él? ¿Por qué no te ves tan entusiasmada con la idea? —revira, mordiendo la parte de atrás de su boli.
—Él. Y sí estoy emocionada. Lo deseo demasiado. Pero también estoy nerviosa porque no sé lo que nos depare luego —explico, pero evito su mirada porque sé que está pensando en enamoramiento.
—¿Crees que tengan un futuro? —musita. Cojo aire.
—Es un hombre del que, fácilmente, podrías enamorarte —explico, diciendo justo lo que quiere escuchar y que sé que es cierto. Muerde su labio con fuerza.
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La Reputa-ción de Dulce
RomanceLa reputación de Dulce se resume a las primeras seis letras de esa palabra. Desde que baila en un tubo cada fin de semana y se lo disfruta, todos en su universidad la tachan de zorra. Para Dulce eso no es problema. Al contrario, se disfruta su títu...