Narra Dulce
Unos ojos no dejan de seguir mis movimientos, pero no hace el ademán de moverse de su sitio para acercarse, y está lo suficientemente lejos como para poder verme bien, así que, eso me tiene un poco indignada, la verdad.
En el momento en el que termino con mi baile, se levanta de su puesto con su trago en la mano. Me dedica una mirada con una sonrisa torcida y se dirige al área de habitaciones. Paso saliva y bajo de la tarima, siendo escoltada por los chicos hasta llegar a la parte de atrás, donde comienzo a atacar mi uña sin piedad.
No soy una puta.
Podré bailar y disfrutar de la mirada de los hombres mientras estoy arriba, usando el tubo y haciéndolo mío, pero no follo con ellos.
Sin embargo, ese chico me puede. Su mirada era toda una invitación. Sus brazos y los tatuajes que se notaban por debajo de la camisa negra que tenía arremangada, me instan a recorrerlos con mi lengua. Y esa boca, que cada que acercaba a su trago yo podía sentirla en mi piel.
Joder, quiero follarlo.
O que me folle, da igual.
Pero quiero toda su masculinidad follandome hasta dejarme saciada y adolorida.
Con esa nueva determinación, me convenzo de que será sexo consensuado sin dinero de por medio, y me giro para seguirlo porque no quiero perderlo.
Cuando llego a la entrada del largo pasillo, lo veo de pie al final. Y juro que por más que las luces están tenues, puedo verlo sonreír al percatarse de mí y veo cuando gesticula con sus labios una cifra. Después, lo pierdo de vista al seguir de largo por el otro pasillo.
Cojo una respiración profunda y echo andar antes de que alguna de mis compañeras me intercepten en el camino. Comienzo a ver los números en la parte de arriba, buscando el que me interesa.
33.
Bingo. Abro la puerta despacio, pero me quedo en mi puesto al percatarme en la pareja que está en la cama, follando.
Estoy por girarme e irme porque la tenue luz que ha entrado por tener la puerta abierta, ha hecho que unos ojos claros se posen en mí. No puedo detallar más su rostro porque la luz no me lo permite, pero me quedo estática, siéndome imposible moverme cuando, sin dejar de verme, coge el rostro de la mujer frente a él y la baja, directo a su polla.
Sigo el recorrido y paso saliva cuando eso sí se percibe, su tamaño me hace juntar las piernas. La mujer no duda ni un instante en meterla toda a su boca, arrancando un sonido gutural de la garganta del hombre, lo que me hace volver a ver su rostro, pero no tardo nada en detallarlo porque la chica hace ruido. La veo de nuevo.
—Oh, Mason —jadea, sacando la longitud del hombre para volverla a introducir.
El tipo gruñe fuertemente y tira por el cabello de ella para levantarla de golpe y moverse él hasta quedar a su espalda. No hacen falta palabras porque entiende a la perfección y cuando él se clava en ella, juro que puedo sentir lo duro que fue, pero el chillido de placer de ella, me ha hecho envidiarle.
—Mierda, Erickson —gime con fuerza, haciendo puños la sábana entre sus manos.
Paso saliva.
¿Se llama Mason o Erickson?
Mejor aún, ¿a mí qué me importa?
—¿Tú quién eres? —cuestiona la chica, devolviéndome al presente. Alzo las cejas y cierro la puerta de golpe para salir huyendo de ahí con mi corazón a toda máquina y el coño chorreando.
Maldición.
Buenas, buenaaaaaas. Espero les guste y le den mucho amor, porque será exclusivamente para ustedes, para que lo disfruten.
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La Reputa-ción de Dulce
RomanceLa reputación de Dulce se resume a las primeras seis letras de esa palabra. Desde que baila en un tubo cada fin de semana y se lo disfruta, todos en su universidad la tachan de zorra. Para Dulce eso no es problema. Al contrario, se disfruta su títu...