Capítulo 32 👯‍♀️

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—Eso no te incumbe —le digo a Axel, sacando valentía ni sé de dónde, eh

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—Eso no te incumbe —le digo a Axel, sacando valentía ni sé de dónde, eh. Axel alza ambas cejas cuando Masón baja mi vestido para cubrirme.

—Entra a trabajar, entonces —ordena de mala gana y señala la puerta.

Estoy temblando por dentro, pero por fuera no dejo que se note y me giro para obedecer, pero antes de entrar, escucho a Masón responderle a Axel.

—Mucho gusto, Travis —se presenta, haciendo que abra tanto los ojos como la boca por el nombre que dijo.

Joder, decirle yo de esa forma es una cosa, pero que ese nombre salga siendo pronunciado por esa voz tan ronca y erotica que se carga... Listo, me corrí dos veces silenciosamente.

Axel acepta de mala gana la mano que Masón le ofrece mientras responde con su nombre.

—Soy su jefe. ¿Y tú eres? —insiste Axel. Me quedo de pie, sujetando con tanta fuerza la manija de la puerta que creo que voy a quedarme sin sangre en la mano.

Mi corazón late violentamente a la espera de Masón porque, en el fondo, muy en el fondo, estoy esperando que se presente como mi algo menos mi tío. Que me haga imposible el alejarme de él. Que me reclame suya porque es lo que quiero ser.

Ay, Joder, lo que estoy esperando es que tenga la valentía que a mi me falta para no dejar que esto acabe. Para que la única opción que nos quede sea estar juntos porque las demás no son ni la mitad de atractiva que esa.

Que renunciar a esto sea tan imposible como ocultar que lo que quiero que diga es que es mi pareja...

—¿Necesita un título después de lo que vio? —réplica Masón, viéndome brevemente a mí. Después se centra en Axel. Me fijo en la espalda de este último.

—Creí que el novio de Dulce era más joven y rubio —suelta Axel. Me golpeó la frente con la mano abierta porque está hablando de Ryan.

Masón ríe bajo, acariciando su labio inferior con sus dedos.

—Bueno, no soy rubio ni tan joven como Ryan, pero sin ser su novio, la atiendo mejor —asegura, guiñandole un ojo a Axel para, sin más, girarse e irse por donde mismo me siguió.

Entro antes de que Axel lo haga y corro hasta el camerino, encerrandome dentro para respirar con calma.

¿Qué mierda?

¿Por qué me encantó tanto que reconociera que me come mejor que Ryan?

Venga, el hombre sabe que me folla de puta madre. Si quisiera acudirse el título de ser el mejor que me ha follado, no podría refutarselo. Pero, aunque siento que debería haberme molestado que lo presumiera de esa forma, no lo hace. Me encanta que lo grite a los cuatro vientos porque la verdad hay que decirla, ¿no?

Joder, estoy loca.

Me cambio rápido, usando la peluca rojo fuego de bucles que me roza las nalgas, un tutu a juego y un sostén de lentejuelas del mismo tono que lo anterior. Lo acompaño con unos botines como los que tenía puesto, pero estos son blancos y tienen besos dibujados en rojo.

Sin que se me llame, salgo justo cuando escucho la euforia de los hombres al mencionar mi nombre artístico. Axel está de pie donde siempre. Me recorre entera con la mirada y antes de subir, al pasar por su lado, me pega a él, cogiéndome por la cintura.

—¿Así que ese es quién te coge de puta madre? —pregunta en mi oído. Sonrío para verlo.

—Lo bueno que lo viste ser con sus dedos, lo es también con su polla y boca, Axel —prometo, lanzandole un beso cerca de sus labios y luego me suelto para salir a hacer mi trabajo.

Intento no buscar con la mirada a Masón, por más que sé que está sentado donde siempre, y no lo hago porque no quiero dedicarle, nuevamente, este baile a él. Debo mantenerme firme con la idea de irme esta noche sola a casa. A no dormir con él hoy ni mañana o el siguiente fin de semana. Debo seguir decidida en dejar esto hasta aquí.

Es algo estúpido no querer ponerle nombre a algo que quiero terminar sin saber ni cómo o cuándo empezó.

Me desgasto físicamente para activarme mentalmente, mientras que todo lo que tengo en mi sistema es la música y los sonidos de los hombres. Me dedico a disfrutar mi show porque este es de los momentos en los que puedo disfrutar libremente de algo que me pertenece por completo.

Esto sí es mío. Y me lo gozo.

Antes de que termine mi hora, cuando se me acerca uno de los guardias, estando abajo, sentada en la tarima, haciendo movimientos con mis piernas, exhibiendo mi coño, prácticamente, le pido al guardia que me complazca pidiendo una canción.

Intenta negarse, pero cuando bato mis pestañas y suplico con voz infantil, accede con una sonrisa de oreja a oreja.

Cuando, Enemy de Imagine Dragons, comienza a sonar, en mi interior todo se achica porque esa canción es muy personal para mí, pero quiero usar partes específicas para decirle desde lejos, el porqué, estar juntos sería una pésima idea por el mundo en el que nos encontramos...

En el que me encuentro.

Subo, bajo, doy vueltas en el aire, me pego al tubo, me deslizó por él, me abro de piernas, sonrío falsamente, retengo las lágrimas al escuchar la parte de la canción que destaca las carcajadas en el pasillo de la universidad, los nombres que me han puesto, cada uno peor que el anterior, la forma en la que aguanto todo, regresando un poco de toda la mierda que me tiran porque, luchar contra ellos es fácil, luchar contra los monstruos en mi cabeza, no lo es tanto.

El problema nunca será él.

El problema nunca seré yo.

El problema siempre será que el mundo ve como malo lo que no aceptan.

Y el mundo jamás aceptaría lo nuestro.

Triste, pero cierto.

Termino sentada, sujetando el tubo con ambas manos y con la cabeza gacha, cubriendo con mi cabello las lágrimas que se deslizan de forma incontrolable por mis mejillas.

Uno de los guardias me ayuda a colocar de pie, y así mismo con el cabello de la peluca cubriendo mi rostro, me despido de todos y me giro para seguirlo. Apenas pasamos las cortinas, mi cabello es apartado y unas manos me acunan el rostro. Mantengo mis ojos cerrados, sin poder dejar de llorar, porque no puedo creer que el no poder estar con Masón me esté haciendo sentir tan mal por toda la mierda que he aguantado los últimos meses en la universidad.

—Hey, preciosa, mírame —pide Axel, secando de forma tonta, mis lágrimas con sus dedos.

—Llévame a casa, por favor —suplico sin abrir los ojos, todavía. Me pega a su pecho y así mismo lo siento caminar. No tengo que abrir los ojos para seguirle el ritmo porque conozco este sitio como la palma de mi mano, así que solo me abrazo a su cuerpo, manteniendo mis lágrimas a raya solo un poco.

Es decir, ya el dolor pasó, pero las palabras se siguen reproduciendo en mi mente.

Después de todo, es cierto, ¿no? Nuestro peor enemigo es nuestra propia mente porque ella es la única que conoce todos nuestros demonios...

Después de todo, es cierto, ¿no? Nuestro peor enemigo es nuestra propia mente porque ella es la única que conoce todos nuestros demonios

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Intentar complacer a todos es una mie*** de la que agradezco no ser parte.

La Reputa-ción de DulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora